dimecres, 12 de febrer del 2014

Acantilados de sombra, para Paula López

Observo el mar embravecido escupir espumarajos blancos y su choque continuo contra las afiladas rocas del precipicio. Me siento en el con las piernas colgando, observando el negro cielo mientras llora lagrimas heladas y blancas. A mi derecha la supuesta punta más al norte de Europa, el cabo del Norte. Gracias a que ahora estamos en una de esas noche de seis meses típicas de esto lugares y de que estamos a mucho más de 20 bajo cero, estoy solo, como yo quería. Recibo un empujón de parte del viento helado que me incita a adentrarme hacia el continente pero me niego. Mientras que mi culo se vuelve un carámbano de hielo y mi cara está siendo congelada por el viento recuerdo el porqué de mi visita al hasta aquí. Yo soy natural de Andorra la Vella, donde viví hasta el pasado agosto, ¿O puede que julio? No lo recuerdo bien. Lo que si recuerdo es la cara de ese gilipollas, desnudo, debajo de mi novia, la primera, y al parecer también la última. Recuerdo pasar una semana peleados y cuando yo por fin asumí que la amaba y que no importaba que hubiera hecho, ella me dice que lo nuestro no puedo funcionar. Joder, dos años tirados a la basura, ella me quito la virginidad y yo a ella, ¿Cómo había olvidado que me amaba en tan solo 7 días? No se lo pregunte. Simplemente me escape de mi casa dejando una nota donde ponía que me iba a vivir solo y que no me buscaran. O sí, me buscaron, pero en el sitio equivocado, se fueron al sur y eso gracias mi sueño de irme a vivir a Marbella, España. Además, escapar de los sistemas de detección europeos no es muy difícil, te dejas barba (que a mi edad cuesta lo suyo), te tintas el pelo y caminas un poco encorvado y ya no hay nadie que te reconozca, aunque haya un puto cartel de se busca a su lado. No sé a qué día estamos, cuando estuve en Helsinki era diciembre, pero no sé exactamente qué fecha. Esperaba ver una aurora boreal antes de saltar pero supongo que no podrá ser. Me levanta y miro el agua salada chocar contra las rocas, si tengo suerte moriré aplastado, sino, ahogado, pero la verdad, eso me da igual. Abro los brazos como si me fueran a crucificar, no sé, queda más dramático. Y doy un paso hacia el vacío. Mi pie derecho ya no toca suelo, y el resto del cuerpo va a hacer lo mismo. Esperaba ver una película completa de mi vida, pero solo veo lo que de verdad importa, mi familia, mis amigos, mi primer beso, el nacimiento de mi hermana, ella… Siento la mano coger el anorak con fuerza antes del tirón, pierdo el mar de vista y con él, el cielo. Caigo de cabeza contra la fría nieve y me quedo así tumbado. Cuando me levanto, la veo arrodillada delante de mí, con una lágrima congelada en la mejilla izquierda. No sé qué decir, me quedo quieto muy quieto. –Daniel, soy yo – me lo dice tan tierno y con tanta dulzura-. Acerca su mano a la mía, yo me aparto como un perro apaleado y ella la retira. -¿Cómo lo has sabido? – es lo único que se me ocurre decir -. Ella me mira extrañado - ¿El qué? – El lugar dónde me encontraba, es decir, este-. Ella me lanza una sonrisa torcida. – Una vez me dijiste que este era un buen sitio para morir. Me quedo callada, ¿Cómo puede acordarse si no me acuerdo ni yo? - ¿Qué haces aquí? Le espetó sin piedad. Un trozo de mi corazón cae a mi estómago cuando le veo la cara de olor. – Daniel, el día que desapareciste me trastorne y empecé a buscarte como loca – dice ella -. Me recorrí Marbella, fui a investigar Barcelona cuando alguien dijo que te había visto por ahí. Al principio pensé que era culpabilidad, pero luego me di cuenta que era amor. Te quiero Daniel, maldita sea, estoy dispuesta a tirarme por el acantilado solo para acompañarte. Le observo sus ojos, verdes como la primavera, salvajes. En algún momento ella me preguntó que si le escucho. Me tiro hacia ella y le doy un beso, el mejor de mi vida, donde se derriten nuestras almas para formar una. – No puedo volver a Andorra- le digo cuando nos separamos -. Ella me sonríe. – Lo sé, ¿Te gusta Australia? La abrazo con fuerza y la levanto en volandas mientras me alejo de la que iba a ser mi tumba submarina. - ¿Nos fugamos? – le pregunto- . – Juntos - . Eso me basta, sigo corriendo, hundiéndome en la nieve y huyendo de la realidad pero corriendo hacia la felicidad, la libertad y el amor…