divendres, 6 de maig del 2016

Humanos

Hace un par de días iba paseando por la calle con una amiga cuando comenzamos a hablar sobre un conocido. El chico tenía una situación familiar terrible, pero había tenido la posibilidad de seguir hacia delante y, en parte, la había rechazado. Mi amiga comentaba apenada lo desgraciado que era, yo compartía su opinión, pero también le dije que ya no tenía excusa porque por dura que sea la vida cada uno es capaz de elegir como afrontarla y seguir adelante.
                Sé que en parte tenía razón, pero también me di cuenta de una cosa: apenas fui empático con ese chaval. No me puse en su piel y apenas intente comprender como era tener tal obstáculo en la vida. Pero eso no fue lo peor, después de reflexionar descubrí que, tristemente, no era el único, la sociedad en general carece de empatía. La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de entender la vida del prójimo. Pues bien, desde mi punto de vista, el mundo no sabe o no quiere ser empático. Es más, hay diccionarios que incluso no contienen la palabra en ellos.
                Solo hace falta dar una vuelta a la historia. Empezando por España, la Guerra Civil se inició por falta de empatía: durante décadas, cada régimen perseguía y reprendía de forma brutal a sus opositores. Miles de españoles murieron porque los republicanos no supieren comprender a los nacionales y porque los nacionales no entendieron que era la República, dejando de lado la moral de ambas ideologías. Y de igual forma, los romanos no pensaron en los judíos o los dacios, la Iglesia no quiso saber en que creían los cátaros, los hispanos no se pararon a echar una mirada en la cultura indígena e igual los británicos y los franceses en Norteamérica, África y Asia… Y así desde el fin de los tiempos hasta hoy en día.
                Está claro que la humanidad sigue igual que hace 2000, 1000 o 100 años. Europa está tratando a los refugiados como si no fueran personas. Los gobiernos actúan con una insensibilidad y con una falta de solidaridad que asustan. Europa tiene recursos territoriales y alimenticios de sobra, pero es mejor deshacerse del problema, sin ver a la gente asustada, hambrienta, desmoralizada, abandonada, a los niños sin padres, a los padres sin hijos. Europa no ve humanos en los que huyen de un conflicto bélico y religioso, sin darse cuenta que ellos son los realmente humanos. Ese es el mejor ejemplo de falta de empatía del siglo XXI, pero no es el único. La guerra arrasa Ucrania y Siria, el hambre, el SIDA y la malaria asolan África y los animales y las plantas desaparecen a pasos agigantados, porque la empatía nace de los humanos, pero no solo se aplica a ellos. “Homo homini lupus”, el hombre es el lobo del hombre, decía Plauto en el siglo II antes de Cristo, y que razón tenía.

                No tenemos empatía, lo que lleva a que no podamos juzgar, ayudar o simplemente comprender. No somos empáticos, lo que hace que los humanos no tengamos humanidad, porque no sirve de nada poder sentir si no podemos ver los sentimientos de los demás. Hoy en día, los humanos somos menos humanos que nunca. 

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