divendres, 29 d’agost del 2014

Aire de tristeza

La esencia musical lo envolvía todo, intentado dar a la noche sin luna algún sentido, un motivo para sonreír, para intentar seguir luchando, pero la música de fiesta que era un sinsentido de cantos ingleses, sonidos de instrumentos y ruidos electrónicos no podía ni por asomo encubrir ese aire ponzoñoso que lo intentaba cubrir todo de tristeza. El ambiente savia a esos momentos en los libros donde todos son felices y no para de repetirse que todo saldrá bien, si, esos momentos que acaba una saga, donde un protagonista del cual nos hemos enamorada acaba siendo asesinado por un macabro escritor. Pues el aire que impregnaba todo lo que me rodeaba sabia a eso. Nada podía quitar esa sensación de desasosiego puro, ni la música estridente, ni las luces de colores que se colaban tímidas por las persianas medio bajadas, ni siquiera el tequila barato o la cocaína que corrían por nuestra sangre enmascaraban la pena que se había empeñado en pasar la noche con nosotros. Ambos desnudos, ambos en un estado deprimente, pero teníamos algo diferente, yo el contrato más difícil de mi vida y el las ganas de que no lo concluyera. Me había convencido para que nos acostáramos una vez más, pero lo nuestro no era vicio, era amor, un amor nacido entre los pupitres de una clase vacía de un instituto ya cerrado. Ni siquiera mi matrimonio con Robin, ni el suyo con Sarah habían detenido la necesidad de estar juntos. Los falsos matrimonios eran la perfecta tapadera para algo que muchos rechazarían, algo que destruiría mi futuro en mi trabajo, y algo que le quitaría credibilidad a él a ojos de tradicionalistas por muy puro y sincero que fuera nuestro amor. Él era el jefe de una gran internacional muy famosa en Europa. En cuanto a mí, el motivo por el cual sigo dentro del armario es que trabajo en una empresa mucho más discreta, por decirlo así. Mi trabajo es matar, así de simple, bueno, a veces también implica robar o torturar, pero lo normal es solo matar sin dejar pistas. Como es de suponer, este trabajo es cobrado en negro, y para blanquear y para quitarme las sospechas de encima me hago pasar por librero, si amigos, la próxima vez que vayan a comprar cualquier cosa, cuidado con el dependiente, puede ser vuestro verdugo. Bueno, sigo con la historia que plasmo hoy aquí para no enloquecer de culpabilidad. Recuerdo sus palabras a la perfección: - Tengo dinero y amor de sobra – dijo con esa voz que tan loco me volvía -. Escapemos juntos, a Cuba, a Jamaica, a Nueva Guinea, a donde tú quieras, pero vámonos, deja tu horrible trabajo y vámonos. Él era el único conocedor de mi secreto. – No puedo – le dije – me encontraran y no abra final feliz. El me miro con una ternura sobrehumana. – Cualquier final es feliz si estoy junto a ti. Solté una brutal carcajada. – Eso no es tuyo. – Ya – se puso serio -. Pero igualmente no va a ver final feliz, tu trabajo es matarme porque la puta de Sarah quiere quedarse con todo lo que tengo. Pues por lo menos intentemos… JODER, como escuecen los arañazos que me has hecho, nunca habías estado tan fogoso. La sonrisa murió en mis labios, al igual que el grito en mi garganta, observe mis uñas, llenas de un líquido azul amoratado. Lo bese con furia, con deseo, con pasión y con el amor más puro y prehistórico que he conocido jamás. Él me correspondió al principio, pero después se fue apagando poco a poco, como una vela dentro de una caja, quedándose poco a poco sin oxígeno, murió en mis brazos, sin sufrir, que es lo que yo quería evitar, el sufrimiento que habríamos sufrido si nos hubiera encontrado la organización, y lo hubiera hecho. Como ya dijo, no habría final feliz, pero hay peores finales que otros. Y así quedamos, dos cuerpos desnudos, uno inmóvil y cada vez más frio y otro latente, sollozando en un silencio aterrador, con una soga de dolor que nunca dejaría de asfixiarle y un aire de tristeza tan oprimente que hasta la oscuridad lloraba.