dilluns, 23 de març del 2015

Nunca...

Normalmente, dejo un pedacito de mi alma en cada historia que creo y escribo, un trozo desgarrado de mi ser, que convierte la obra en algo enteramente mío. Es como morir, dejar parte de mi ser en algo irreal y creado por mí. Puede sonar horrible, pero yo lo hago con gusto, eso hace que esos trocitos se vuelvan inmortales e indestructibles, aunque nunca sean leídos. Pero esta vez no, esta vez es diferente. Hoy, mientras escribo estas líneas mi alma no se destruye ni se muere, no, no lo puede permitir. Mi alma debe estar entera para ti. Puede que al decirnos adiós hayamos perdido nuestro presente, condenándonos al pasado y debilitando nuestro futuro, puede que nuestra amistad haya sido herida de gravedad por los kilómetros y la horas que nos separan. Es posible que ya nada vuelva a ser igual, que los que vivimos se vuelva un deseo que quizá nunca se cumpla. Probablemente, hoy todo haya cambiado irreversiblemente, a peor o a mejor, pero ha cambiado. Pero la verdad, es que eso da igual, porque como ya he dicho, mi alma seguirá entera para ti. Esperando el momento para volver a reír juntos, para disfrutar como antes, para simplemente soñar con nuestra amistad. Nuestra amistad está herida, pero no muerta, y mientras que esta siga viva, te prometo, no, te juro, que no olvidare nada, que nunca diré nunca, y que siempre mantendré nuestra llama encendida. Para serte sincero, te he mentido en parte, mi alma no ha sido desgarrada, ha sido vertida entera en estas oraciones que nunca estarán vacías... Adiós, una palabra que convierte amores en cenizas y amistades en basura, que destruye el presente, condena el futuro y olvida el pasado. Una palabra capaz de destruir vidas y reducirlo todo a nada. Por eso nunca dejare que un adiós sea nuestro final. Un hasta luego quizás, pero nunca un adiós.