divendres, 12 de juny del 2015

Hielo

Ya no lo puedo controlar, tiemblo sin parar y los dientes me castañean con tanta fuerza que las encías me duelen horrores. No soy estúpido, su que los temblores incontrolados son los primeros síntomas de la hipotermia. Voy a morir, eso es algo que no se puede remediar, estoy demasiado aislado y perdido. Pero no me detengo, los pies se me hunden hasta la rodilla en la nieve, cada paso que doy es como una eternidad. Llevo un buen rato buscándola, pero no está, el choque contra el montículo de nieve fue demasiado potente, y además, yo me empeñe a aferrarme al trineo mientras los perro todavía tiraban de él, sin darme cuenta que ella ya había caído. Por eso ahora recorro el rastro destartalado que ha dejado el trineo para poder encontrarlo. Todavía oigo los ladridos de algunos de nuestros perros, he tenido que sacrificar a dos para que no murieran de congelación, los demás han escapado ilesos, con un poco de suerte se salven. Las lágrimas me desbordan, no sé porque, mi cerebro esta embotado y no consigo pensar con claridad, aunque las lágrimas se congelen ha mitad mejillas y me quemen la piel. Tropiezo con algo enterrado bajo la nieve y caigo, estrellándome de cara contra la primera capa de nieve. Me obligo a sacar las mano de debajo de las axilas para levantarme, las articulaciones me crujen y los dedos me arden, debería haber cogido guantes. Inspiro con fuerza y el aire álgido me quema por dentro, es como si me metieran hierros al rojo en los pulmones. Es horrible, sentir un frio extremo en todo el cuerpo pero notar como se te queman las partes que tienes al descubierto. Por fin he conseguido dejar de llorar, necesito tranquilizarme o no la encontrare nunca. Grito su nombre, pero es inútil, la ventisca se lo traga y desaparece, ningún sonido puede prosperar en medio de tal vendaval repleto de nieve, excepto los ladridos de los perros, esos no cesan y me torturan, me culpan, yo quise salir de la base pese a la tormenta de nieve que se pronosticaba. Me paro de golpe asustado, y giro enloquecido buscando el rastro del trineo, pero no lo encuentro, cae demasiada nieve y demasiado rápido, el rastro del trineo ha desaparecido, incluso mis pisadas apenas son visible. No puedo orientarme, todo a mí alrededor es blanco y gris, estoy atrapado en medio de la inmensidad. Voy a rendirme, me dejare caer en la nieve y que me arrope con sus fríos brazos hasta que muera, al menos moriré más rápido. Un destello verde en medio de la nieve llama mi atención, es su gorro, veo su cabeza… y ¡su mano! Esta tirada en el suelo. Corro con frenesís hasta ella. Ya no me importa quedar medio enterrado con cada paso que doy, la he encontrado. No me hago esperanzas, vamos a morir, pero el hecho de poder darle mi calor, de sentir el suyo en mí, hace que tenga la necesidad de correr hacia ella, supongo que es amor. El crac hace que me despierte de mi ensoñación. Miro el suelo con un terror que ha inundado todo mi cuerpo de repente. Observo mi pierna derecha metida hasta el muslo es la nieve. Otro crac. Suelto un sollozo, lo había olvidado. Crac. Sabía que la base está demasiado cerca. Crac. ¿Es posible que nos hayamos desviado tanto? Crac. Me hundo, en una inmensidad oscura y entonces conozco el verdadero frio. El agua esta tan fría que el poco aire que he cogido antes de zambullirme se me escapa. Añoro el frio de afuera, era mucho mejor que el de aquí dentro. Pataleo desesperadamente, pero no me muevo, todo el cansancio que he acumulado buscándola ha salido a relucir ahora. La ropa de abrigo tira de mí. Me estoy hundiendo muy rápido, no puedo hacer nada. Entonces sí que tengo ganas de llorar, solo quería estar con ella mis últimos momentos de vida, y ni siquiera he conseguido eso. La negrura me traga, la oscuridad será mi tumbo. Abro mi boca y grito su nombre que se desliza entre las burbujas de aire mientras que el agua glacial me destruye por dentro.