dimarts, 4 de març del 2014

Ilusión

Hay algo que tiene la humanidad que siempre me ha perturbado; esa cualidad que tenemos que nos hace ver la vida desde dos puntos completamente distintos: o todo bien o todo mal. Si no somos capaces de crear una linea de vida regular donde igualar felicidad y tristeza, no podemos. Siempre encontramos una faceta de una que desdibuja a la otra, o blanco o negro, jamas gris. Bueno, pues este razonamiento lo tube yo hace algunos meses mientras recorría las calles de Estocolmo, intentando olvidad mis errores y mis problemas. Me sentía extraño, fuera de lugar en un mundo muy acelerada en el cual si te quedabas quieto, te eliminaban. Siempre veía la faceta mala de todo, nunca la buena. Veía una casa en construcción y solo pensaba en nuestra manía de cubrirlo todo de cemento y acero. Observaba una fuente decorativa y me imaginaba la cantidad de gente que muere de sed. En esos tiempos de depresión, llegue incluso a pensar que solo había venido al mundo a molestar. Ya no quería pedir más limosna a gente que me miraba con desprecio como si yo hubiera elegido estar en esas condiciones. Me sentaba por las noches en algún callejón oscuro y observaba con desinterés los horrores de la noche, robos, atracos, violaciones... Me acurrucaba en las sombras y pensaba que los gritos de ayuda solo eran voces del pasado que querían volver, hacerme sufrir. Pero todo eso cambio, un día de diciembre o puede que enero, no se, cuando no tienes motivos para ser feliz, el tiempo se vuelve irreal, como algo que no valga la pena contar, puede que en cierto modo haya algo razón en esto. Volviendo a mi pasado, recuerdo a la niña, tan rubia que la oscuridad no se atrevía a tocarla, con sus ojos verdes, como si atraparas millones de primaveras en una cara. Era lo más bonito que había visto en meses. Recuerdo como paso a mi lado y siguió andando, recuerdo haber dormido bien esa noche, no llegue a notar siquiera el frío. Al día siguiente, volví a deprimirme, pero no tenia comida y debía pedir dinero, aunque no me gustara. Me levante y en ese momento la volví a ver, a ella, pero también vi al autobús, a segundos de arrasar a la niña de las mil primaveras. Me levante y salí a la carrete, recuerdo lanzarme, sentir el aire frío en mi rostro, rodear a la niña mientras tocaba el suelo. El autobús paso como una bala y despareció en la niebla mañanera. La niña no me dio las gracias, nadie se digno a ayudarnos y nunca me llegue a recuperar del hombro dolido, pero me daba igual, porque gracias a eso descubrí que servia para algo,podría haber sido el destino, pero no, fui yo. Aunque había tocado fondo, ahora tocaba remontar. Tenia ilusión, y detrás de un gran cambio siempre hay una gran ilusión.

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