divendres, 28 de març del 2014

Panteón

Subo corriendo las escalinatas desgastadas mientras esquivo a los turistas y doy empujones a algún que otro guía que lleva un ridículo palo con algún llamativo trozo de tela. Pasa por debajo del umbral por el cual debieron pasar romanos hace más de 1800 años. Me quedo anonadado cuando veo la enorme cúpula terminada en un agujero por donde se cuela la lluvia sin miramientos. Todo me abruma, la gran cantidad de mármol, las estatuas y sobretodo la gran cantidad de personas, eso es los mejor, muchas personas. Miro a un lado y hacia otro y como ambos me parecen iguales decido correr hacia la izquierda. Atravieso decenas de visitantes, alguno me insulta en italiano o en español, pero lo ignoro y sigo corriendo hasta detenerme debajo de la fría mirada de un negro busto, es Rafael, su tumba. Me apoyo en la pared debajo de Rafael y recupero el aliento. La gente me mira mal por tratar con tanto desdén el patrimonio romano pero yo les ignaro y comienzo a llorar. La he perdido, para siempre, una maldita bala en el corazón y todo se acabó, ni siquiera me dio tiempo a despedirme. Recapacito, estábamos viviendo felices en San Petersburgo cuando un día descubro que debemos dinero al banco, y peor aún a la mafia rusa. Ella lo había perdido todo en apuestas, era ludópata y yo ni siquiera me lo imagina. Cuando me lo conto ya era demasiado tarde, venían a matarnos. Dejamos a nuestro bebe con mi madre, en Bielorrusia, no sé si los habrán localizados espero que no. Todavía recuerdo la cara de mi madre cuando le dije que quizá no la volvía a ver, fue horrible. Después de eso, hace unos siete meses huimos a Italia, aun pequeño pueblo llamado Assisi, tuvimos que conseguir pasaportes falsos, ya que nos acusaban de colocar un coche bomba en la Plaza Roja de Moscú, cabe decir que es mentira, una ocurrencia de la mafia para pillarnos con más facilidad. Yo antes era rubio y ahora tengo el pelo negro azabache. Una vez en Assisi, nos instalamos en un albergue de monjas muy simpáticas y baratitas y conseguí trabajo en una tienda de suvenires, tuve que enseñarme italiano en tan solo dos meses. Pero hace solo 12 horas aparecieron en el albergue, mataron a las monjas indefensas y a los demás alojados, nosotros huimos, pero en plena huida ella recibió un disparo delante de la basílica de San Francisco. Yo llegue a Roma por los pelos, un autobús me ha dejado en la Plaza Venecia. Pensaba que estaba a salvo pero un hombre con gabardina me disparo con silenciador. Hui, subí por la Fontana di Trevi hasta la Plaza de España, pero allí me desoriente y volví a aparecer delante de la Fontana. Corrí hacia abajo hasta llegar al Panteón y sin pensármelo dos veces entre… Me cae arenilla en la cabeza, levanto la cabeza y veo un agujero al lado del busto de Rafael, sigo la trayectoria del disparo y lo veo, con esa tonalidad dorada del Panteón, un arma con un silenciador asomando entre la gente. - Joder – susurro y me lanzo a la carrera. Otro disparo, esta vez me hubiera dado a la cabeza si no hubiera corrido. Sigo corriendo hacia los bancos y paso por pisando muchos pies. Oigo un grito de mujer y veo caer a una adolescente rubia delante de mí, no me lo pienso, la salto e ignoro a todo el mundo. Sigo corriendo, puede que lo vaya a conseguir, la puerta está cerca y además hace rato que no veo ningún disparo. Tropiezo con una pierna y caigo de morros al suelo. Me sale sangre de la nariz. Voy a levantarme y de pronto veo el cañón apuntándome a la cara. - Has costado, pero aquí termina la huida. Una persona le pide que baje el arma en italiano, tiene un pinganillo en la oreja, es un carabinieri de incognito, ¡Estoy salvado ¡ O eso creo, mi verdugo no se lo piensa dos veces antes de apuntar y disparar al carabinieri. Mientras que el policía italiano cae al suelo veo la culata de una pistola. No dudo, voy corriendo hacia él y en el momento que cae al suelo mi mano se enrosca al arma, quito el seguro y disparo. El sonido del disparo es ensordecedor y todos se giran hacia mí. La pistola silenciada cae al suelo, observo a mi asesino cogerse el pecho con incredulidad. Cuando se da cuenta de que esta herido empieza a respirar con dificultad y a retrocedes tambaleante, todos se apartan a su paso y este atraviesa el circulo de curdas de terciopelo que rodea la zona del suelo donde esta mojado por el agujero de arriba. Cae al suelo húmedo y chapotea hasta morir mientras que su sangre se mezcla con el agua. El sol ha salido y un rayo de luz desciende verticalmente sobre el cadáver como si Dios lo recibieron con los brazos abiertos, al bastardo ese. La gente me observa con expectación, miedo y admiración, todo a la vez, yo le lanzo el arma al cadáver y salgo corriendo hacia las frías y poco acogedoras calles de Roma

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