dijous, 28 de maig del 2015

Luz

Era tan solo un bulto amorfo contra una esquina en el zulo. De vez en cuando temblaba o se estremecía para pasar rápidamente a sudar a mares y a gimotear como un niño pequeño. Había perdido la cuenta de los días que llevaba allí, pero había empezado a contar los días cada vez que el bajaba a visitarlo, según él, eran una tres veces cada 24 horas, pero no podía decirlo con claridad, en la profunda oscuridad, sin ver, ni oír, el tiempo se volvía eterno. El olor era horrible, olía a sus propias heces, a tierra húmeda y a muerte, probablemente el no había sido la única víctima del psicópata. Pero sin duda, lo peor de todo era lo que él le había provocado: apenas recordaba el rostro de sus padres, su mujer o sus hijos, todos habían sido desplazados por la imagen de su cara y su cuerpo. Su voz también le inundaba constantemente la mente, era asquerosamente cálida, dulce y, a su pesar, sensual. Pero eso solo era el daño mental. Cuando se despertó, hace eones a su entender, estaba desnudo en el zulo, gritó y golpeó el techo, odiosamente bajo (aunque bien visto, ahora que ni si quiera podía erguirse daba igual) pero nadie le respondió. Al cabo de unas horas bajo él, abrió la puerta y la luz mortecina de una bombilla maltrecha recortó su silueta. Era enorme, musculoso, atractivo y estaba desnudo. Al principio pensó que iba a abusar de él, pero no, solo era cuestión de morbo, o de que estaba como una cabra, pero al fin y al cabo, eso hubiera sido bueno en comparación. Lo torturó, le rompió huesos, le hizo sin fin de cortes, le desolló dedos que luego le amputo, ya ni siquiera bajaba la mirada más abajo de su cintura, tenía miedo de ver lo que le había echo y pensar que sus dos hijos serían los únicos que podría tener. Y todo eso acompañado con palabras dulces y de apoyo, eso le ponía enfermo. Oyó crujir los tablones del techo y supo que se acercaba. Empezó a respirar con fuerzas, aunque eso hacía que todo el cuerpo le doliera más, se retorcía e intentaba parecer más pequeño, con la esperanza de que lo ignorara, pero nunca funcionaba. La sensación de ser un animal acorralado lo poseyó, aunque eso no servia para nada sus piernas y brazos le colgaban inútiles, fofos y mutilados. Sus pasos se oían pesados por la escalera al otro lado de la puerta. Se orinó, no pudo evitarlo, ya ni siquiera tenia el control de su propio cuerpo, se lo habían arrebatado todo. La muerte le volvió a tentar, eso le asusto, lo odiaba, no quería perder la esperanza, resignarse a morir después de tanto tiempo de dolor. Pero la muerte era tan bonita, ella era el único final feliz posible para esa historia, le había visto la cara, nunca lo dejaría marchar, lo torturaría hasta quebrarla la mismísima alma y reducirlo a cenizas. Cuando vio el destello amarillento aparecer por debajo de la puerta y lamer con picardía las sombras de la habitación, supo con total certeza que la próxima luz que quería ver, era la del final del túnel.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada