dilluns, 20 de juliol del 2015

Sentimientos muertos

Cada paso que daba era como una campanada en aquel pasillo vacío. No había nada, solo polvo y silencio. Las paredes eran blancas y resplandecían bajo la luz que caía directamente desde las arañas que colgaban en el techo. El único adorno que tenía era los pilares, que estaban diseñados con forma de ninfas hermosas y desnudas, que habían sido plasmadas con expresiones risueñas y los brazos extendidos, como si sujetaran las arcadas del techo. El suelo estaba formado por cuadrados de mármol rojo, verde y blanco, que dibujaban figuras cuadradas y romboidales, que en un principio parecían no tener sentido, pero que en conjunto trasmitían armonía y serenidad. La chica que lo recorría y llenaba la estancia de aromas tropicales llevaba un vestido beis mate, sencillo pero bonito. No tenía zapatos, pese a que cada vez que su pie tocaba el suelo, el sonido que producía reverberaba en todos los sitios, era alta y caminaba de forma elegante. El pelo le caía suelto hasta los hombros, liso y marrón, con un ligero movimiento, como el viento que recorre una pradera en los meses de abril y mayo. Entre sus dedos había un reloj de oro brillante, el cual se movía de forma frenética, culebreando como una serpiente. El pasillo termino de golpe y una gran entrada de abrió ante ella, en comparación con el pasillo, esta sala parecía oscura y tétrica debido a que todas las luces estaban apagadas. La única luz provenía de la calle, y entraba a través del gran portón entreabierto. Entre las dos hojas de madera de nogal que lo formaban había una figura. Era un hombre, vestido con ropas militares, aun no se había cambiada, incluso llevaba el rifle colgado del hombro. La chica se acercó, sus pies se deslizaban como si no tocara el suelo. Su mente se llenó de la palabras que el hombre le había dicho tiempo atrás. Promesas de una vida nueva, llena de felicidad, juramentos de amor. Cuando la primera guerra termino, se pensó que por fin todo cambiaria, pero habían pasado otra guerra, y otro y otra. Y la chica se había quedado siempre sola, sin nada. Su amor había sobrevivido tanto por las cartas, pero hacia demasiado tiempo de la última. La pasión de había podrido, la añoranza se había convertido en corrupción y la chica había encontrado la felicidad en la soledad. Cuando estuvieron uno en frente de la otra en la intento besar, pero ella no se dejó. Recordaba cada promesa, vacías, cada juramento, falsos, cada beso, fingidos y cada día que había pasado a su lado, vanos. Cogió su mano y deposito el reloj en ella. Las manecillas se habían quedo rígidas, hacía tiempo que no le daba cuerda, desde el día que se había dado cuanta que ya no le quería. El otro al principio se mostró dolido, pero su rostro pronto adquirió tintes de cansancio y decepción, la chispa también había dejado de arder en su interior. Solo había querido intentarlo una vez más, solo por el hecho de no rendirse, pero en su interior sabía que era inútil. Le dio un beso en la frente y desapareció. La chica cerró la puerta y se volvió a interna en el pasillo. Aunque le hubiera gustado intentarlo de nuevo, sabía que todo lo una vez había sentido estaba muerto. Fue bonito, pero no duro mucho. No había motivos para perder más tiempo. En estos casos en mejor girarse y alejarse del cadáver que una vez fueron nuestros sentimientos hacia esa persona y empezar de nuevo, solo así se puede intentar volver a vivir.

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