dimarts, 7 de març del 2017

Almas de grafito. Alana II.

                La hoja de la guadaña suelta una lluvia anaranjada de chispas al contacto de la fría piedra de la fábrica en ruinas. El frío de las afueras de San Petersburgo ha convertido el agua estancada en espejos que solo reflejan podredumbre y roña. Alana quiere que la vean. Quería que él la vea. El Arquitecto solo saldría si él quería ser visto y Alana solo puede localizarlo en un área de un kilómetro, más o menos. Además, aunque sonríe como una demente, tiene unas ganas bárbaras de salir de aquel lugar. Le recuerda demasiado al taller de Pandora después de la explosión. La explosión que los creo a todos.
                Ve a la chica antes que a él. Está crucificada en la pared con el cuerpo lleno de cicatrices formando dibujos y garabatos. La conoce de algo: alguna youtuber o instagramer de esas. Le da igual. Está aún con vida pero le queda poco para morir.
-          Oooooooh, has venido – su voz es como el sonido que hace una lápiz contra el papel.
Está vestido con harapos de piel seca y sangrienta. Piel humana, claro, ¿de qué otra forma puede ser? Tiene el pelo y la barba de grafito y las minas sobresalen de su cara como clavos negros y espeluznantes. Le sonríe.
-          Vienes a matarme, ¿no? – Alana no ve como se mueve, al momento está al lado de la chica, clavándole un lápiz en el ojo. Ella suelta un grito desgarrador y se agita durante unos segundos hasta que deja de moverse para siempre -. Mi única hermana.
-          La única, pero la más fuerte.
El Arquitecto se carcajea con fuerza.
-          No te lo tengas tan creído. Solo has derrotado al Gycklare y porque desconocía tu capacidad de regeneración. Pero yo no soy tan estúpido como él.
El Arquitecto se arranca un gran puñado de pelos de grafito y los esparce por el suelo. Las minas se agitan y vibran hasta que cambian de forman. Algunas se convierten en animales quiméricos como cocodrilos-búfalos o zorros-ballenas. Otros se convierten en espadas que el Arquitecto empuña.
La vieja zona industrial, que hasta este momento había estado tranquila, solo perturbada por los actos siniestros que ocurrían en sus entrañas, se convierte rápidamente en un frenético campo de batalla. Alana corta desesperada, destruyendo a los híbridos que su hermano mayor crea sin cesar. Los monstruos de carbono no se acaban. Durante unos minutos, la vida de la hija menor de Pandora solo es cortar muros de grafito mientras oye de fondo la risa aguda y desquiciante del Arquitecto.
Una especie de lobo destartalado le muerde y le arranca parte del tórax. Alana se estremece, pero no le da tiempo a regenerarse cuando una mantis religiosa gigante le corta el brazo que empuña la guadaña. Gruñe. Otra vez el brazo, siempre igual. Está sangrando y mutilada, pero Alana no está nerviosa, al menos no mucho. Piensa con rapidez. Cuando ve como brotan los hilos de su muñón la bombilla se le enciende.
El Arquitecto mientras tanto se deleita arrancándose pelos y convirtiéndolos en esbozos macabros de seres vivos. Está muy confiado y se dedica a lamer y manosear el cuerpo muerto de su víctima mientras aún esta fresca. Después no le gustan.
Es rápido. La guadaña desciende como un águila hacia su presa. En un parpadeo, el Arquitecto se encuentra empalado junto con la mujer en la pared. Incrédulo, levanta la cabeza y observa el brazo sangrante y lleno de hilos negruzcos de Alana cogiendo el arma.
 Los animales se esparcen en polvo de carbón y de las montañas de escombros y trozos de grafito surge Alana, arrastrándose con su brazo izquierdo, que apenas tiene un par de dedos. Le falta un trozo de cara y toda la parte baja del tronco junto con las piernas. Sin embargo, sigue viva y ya empieza a regenerarse, surgiendo de su cuerpo hilos e hilos, como un telar roto y desmadejado.
El Arquitecto la mira y sonríe:
-          Jamás serás capaz de derrotar al Quarantamaula, imbécil mimada y sobreprotegida – son sus últimas palabras. De su boca ya solo surgen estertores y espumarajos de sangre y saliva.
Alana deja de moverse y espera a que su dolorido cuerpo vuelva a estar entero. Se queda dormida sobre una balsa de sangre y mierda. No podría estar más cómoda.

¿Quién enseñará a dibujar a Alana?

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