divendres, 3 de març del 2017

Almas de neón. Alana I.

La noche es gris como el plomo que se acumula en el cuerpo de los moribundos. Cae una lluvia fría y molesta que tiñe de tinta las calles de Estocolmo. En esa zona, la ciudad parece vieja y abandonada, un monstruo que se tumba debajo de las escaleras para morir en paz. Sin embargo, una pequeña alma se desplaza sonriente por las fauces de la bestia. La llovizna no le importa. El aire polar le acicala el rubio pelo con mechas de colores dispares y chillones.
                Alana se mueve dando saltitos cortos que se alternan con zancadas demasiado largas para un cuerpo tan enclenque. Va siguiendo el olor, el dulzón olor de la muerte y la sangre en masa. El olor de los gritos, la orín y el miedo. El olor de la locura, la lujuria y la maldad. Al momento el gris se vuelve rosa intenso. Rosa neón.
                El letrero del bar Parado ilumina las manchas de sangre y los cuerpos de mujeres y hombres descuartizados. Alana sonríe. Los muertos van desnudos o con pequeños trozos de cuero. Decir que Parado era un bar era reírse de la profesión más antigua del mundo. Entonces lo ve: casi tres metros de alto, con los brazos y las piernas extremadamente desproporcionados. Entre las afiladas garras de su mano derecho sujeta la cabeza sin cuerpo de una mujer. Con la izquierda sujeta el cuerpo que está devorando.
                Alana levanta la mirada para observarle bien. Tiene la cara artificial, como de plástico. La mitad superior izquierda de su rostro está cubierta con un trozo de papel con el dibujo infantil de algún animal. No, el papel no le cubre, está directamente cosido a él. El Gycklare sonríe de forma demoniaca, enseñando unos dientes redondeados y llenos de pequeños pinchos, como diminutas motosierras. Cada vez que mueve la cabeza, los cientos de cascabeles que tiene atados al pelo suenan como un réquiem: quien la oye muere. Así de simple.
                No tiene tiempo a reaccionar. El payaso deforme se mueve a alta velocidad. Alana siente el impacto de la cabeza decapitada. Los dientes de la muerta le arañan la mejilla. El Gycklare aprovecha la distracción para blandir sus manos como cuchillas y sesgarle los brazos como si fueran chocolate fundido. Alana sale despedida contra el torso enorme y peludo de un putero cualquiera y se queda quieta como una marioneta sin hilos.
                Gycklare se carcajea con una cacofonía siniestra y cavernosa. Tiene más hambre. Se dirige despacio hacia el cuerpo de la pequeña muchacha desmadejada, chasqueando los dientes. La Pesadilla de Estocolmo se deleita con el pensamiento de devorarla cuando su amorfo brazo izquierdo sale despedido hasta caer al lado de Alana que se ha vuelto a poner en pie.
                Su brazo derecho vuelve a estar en su sitio y empuña una extraña arma: una guadaña negra, con bultos y llena de cintas de festivales y fiestas atados a ella. La cuchilla es una especie de acumulación de cristales blancos que brillan como rosas por el cartel de neón. De su muñón izquierdo salen unos hilos de color rojo negruzco que se adentran en su otro brazo y lo atraen hasta él. Alana vuelve a estar completa y disfruta con la cara de miedo y perplejidad del Gycklare. Nunca hubiera pensado que la sonata de muerte de sus cascabeles sería dedicada a él mismo.
-          No eres el único monstruo aquí, It de pacotilla – dice mientras salto y corta a la altura del pecho al esperpéntico payaso.
Alana ríe a carcajadas como una verdadera loca. Mientras se aleja lamiendo la sangre de su irregular cuchilla, brilla. No, es su alma reflejando la luz de neón. Un alma podrida y llena de recovecos oscuros.

¿Quién reirá con Alana?

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada