dissabte, 21 d’octubre del 2017

Incendis contra l´odi

Fa massa temps que pense que no em representen. Que no visc a “Luchente”, que no he estudiat a “Onteniente”, que no agafe el tren a “Játiva”. No, ni tan sols “Alcoy”, “Gandía” o “Valencia”. Fa massa temps que veig com ens menyspreen per utilitzar la llengua dels nostres avis. Fart, d'observar a la gent que es burla dels qui tenen problemes per a parlar en castellà per haver nascut parlant valencià. Avorrit, dels seus arguments tacats de feixisme contra les nostres terres.
Tinc por en veure com als carrers de les nostres principals ciutats s´ha perdut la cultura que ens ha acompanyat durant segles. És fàcil pensar, hui a dia, que la seua castellanització ha sortit bé. Que les aules on els nostres xiquets es formen són xarxes de veritats a mitges i missatges d'odi. Perquè si, hui a dia, a la nostra Terra, l'odi floreix com les cama-roges a les vores dels camins.
I pot ser, del que més fart estic és de l'expressió “los extremos se tocan”. I segur que en algun moment de la història han tingut raó, però no ara, no hui. No és el mateix alçar el puny contra “los maricones”, “los negratas”, “los rojos de mierda” o “las feminazis esas”, que alçar-lo en contra d’eixes coses. Que no, no és el mateix alçar banderes cosides amb morts, sang i repressió o cantar consignes nazis, que avançar amb banderes que sols busquen votar i elegir el seu futur o cridar consignes d´alliberació. No, no és el mateix.
Horrible, és veure com el fantasma de Hitler es passeja per la plaça de l´Ajuntament com si estiguera a casa. Por és la que va passar la gent el 9 d´octubre, tant els que allí estaven com els que patíem per ells. Tristesa és la que m´arrossega quan els balcons perlats del seu menyspreu i odi inunden València. Ràbia, en veure que la meua universitat no té grups en valencià, i si els té, els negligeix fins que ho deixen de ser. Cabreig, quan em censuren la meua eterna llengua a terra meua.
No vulgueu fer-se els cecs. Està passant: estem perdent. I plorarem, quan a La Vall d´Albaida, La Safor, La Costera, L´Horta, L´Alcoià... els únics que parlem valencià siguem els octogenaris que ens mosseguem els llavis per no haver lluitat. I ens esgarrarem, quan les pròximes generacions hagen canviat totalment a Babalà per qualsevol monyicot guiat per l´estat. I s´acabarà, quan l’últim “Adéu” sorgisca de la tomba de l’últim de nosaltres.
No obstant això, hi ha motius per estimar. Estimar als que componen i escriuen amb el nostre idioma. Estimar, a les persones que sense saber parlar valencià, el respecten i ens mostren que l'opressió no naix de tants com ens volen fer creure. Estimar a la gent que ix al carrer per defensar-nos. Estimar als historiadors que eviten que el nostre passat siga una deixalla manipulada. Estimar tots els “Bon dia” i tots els “Bona nit”. Estimar estimar, perquè ells no ho saben fer.
No ho negueu. No farem res estiguen quiets. Ell ens han provocat. Ells ens han fet ser tres voltes rebels, ens han fet caminar per la desobediència. Ells són els que ens busquen trencar i destruir per tornar a construir com els done la gana. Ells són els que crien i protegeixen al feixisme que tan d´odi està vomitant. El pacifisme està bé, el pacifisme és el millor. Però el pacifisme s´utilitza amb humans i animal. Amb monstres que sols coneixen l´idioma de la violència no ens queda més que lluitar.

Farem foc de les nostres ferides, de les del 9 d´octubre fins a les de 1707. Encendrem les nostres llàgrimes, els nostres somnis trencats. Farem flames amb la nostra ràbia contesa, amb la tristor que ens han clavat durant segles. Cremarem els nostres records amargs, els nostres passats abaixant el cap. Farem esclatar tanta opressió, tant de menyspreu i tant de fàstic. I en eixe moment, ho podrem tot. Perquè hem sigut l´espurna que ho ha aguantat tot, serem l´incendi que creme el seu odi.

diumenge, 15 d’octubre del 2017

Green hunters (ludicrum): Árbol de algodón

                Menfis se concentra. Visión futura. El primer ataque será Mercurio: fuego. Ver el futuro no es solo ver un camino claro, el aura de Menfis le permite ver los diferentes caminos y los resultados dependiendo de la acción. Y todo esto en cuestión de segundo. La bola de fuego se acerca, ligeramente desviada a la derecha. Menfis la esquiva por la izquierda. Aunque el viejo acueducto es gigante, no le deja mucho espacio. Pero lo consigue.
                El turno de Venus. Se acerca y Menfis simplemente utiliza el ojo izquierdo para proyectar su aura. La representación en miniatura explota. La Tierra es aún más fácil de esquivar. Una bola de rayos es desviada por la vara de acero que Menfis lanza al vacío. Un lanzamiento bien calculado. Marte quizás es más difícil. La bola roja empieza a masificarse. La gravedad aumenta. El acueducto cruje y parece empezar a abombarse. Menfis no puede hacer nada contra eso. Aunque el planeta desaparece.
                Júpiter estalla en un enorme vendaval. Menfis mete una vara de metal en un surco del acueducto. Por los pelos es arrastrada, pero ni ella ni la vara ceden, tal como lo había previsto. Saturno, convertido en una gran sierra circular es desviado con la misma vara, que Menfis usa como escudo. Urano no es un problema: es el primero que aprendió a esquivar. Una gran plancha circular indestructible se acerca a ella. Menfis simplemente pone la vara contra la barrera y se deja arrastrar hasta que el planeta pierde impulso. Neptuno no hace nada. Solo analiza. Plutón llega por la derecha, y la pequeña masa de aire frío se para a escasos centímetros de su cara, casi matándola. Entonces desaparece.
                Mazatlán aparece caminando por el otro lado del acueducto. Plutón se acerca volando a él y orbita a su alrededor, junto a los otros ocho planetas, como si fuera el sol del Sistema solar. Los planetas titilan durante unos segundos y desaparecen. Mazatlán siempre había sentido una pasión desbordante por la astronomía, por eso, cuando su aura se manifestó en nueve elementos diferentes, decidió utilizar las plantas del sistema solar como forma de representarlos. Incluso Plutón, aunque los textos de la primera humanidad dicen que en realidad era un planeta enano. La única pega, es que si Mazatlán utiliza un planeta, tiene que utilizar los otros de forma cíclica y acabar el ciclo para poder volver a empezar eso. Es decir, si empieza con Urano, debe seguir con Neptuno, Plutón, Mercurio…
-          Has mejorado mucho – dice con su potente voz alegre –, aunque Marte y Plutón siguen siendo tus puntos débiles.
Menfis se acerca a él y lo besa antes de responderle.
-          Creo que ya tengo la solución para Plutón. Pero Marte es simplemente imposible. Mis poderes son demasiado limitados.
Mazatlán niega con la cabeza mientras la abraza con afecto.
-          Te equivocas. Tienes un gran poder, pero aún no sabes cómo usarlo bien.
Ahora es ella quien niega con la cabeza y con una medio sonrisa de resignación. Va a responder cuando para en seco. El terror se dibuja en sus facciones.
-          Tenemos que salir de aquí. Estamos en peligro.
El acueducto se tambalea. Un siseo horrible emerge de la parte baja de los pilares que lo sostienen. Un río de metal candente hace que las rocas se quiebren. Los arcos empiezan a desmoronarse y todo el acueducto empieza a caer hacia la derecha.
Menfis y Mazatlán saltan a la vez antes de perder pie. Los nueves planetas se manifiesta y Júpiter se convierte en una gran corriente de aire que los lanza contra al suelo, lejos de la riada de calor que engulle los últimos restos del acueducto. Apenas tienen tiempo de reaccionar antes de darse cuenta que todo a su alrededor es metal candente. Todo excepto una cueva. Saben que es un suicidio meterse ahí dentro, pero no hay otra salida.
Mazatlán utiliza a Saturno para parar algunos proyectiles. Sin embargo, el planeta no vuelve. Mazatlán ruge mientras entra en la cueva, siguiendo a Menfis. Le costará meses y cantidades desbordantes de aura para poder regenerar el planeta.
-          ¡Es Siracusa! –grita Mazatlán mientras corren. El halo de la linterna de Menfis apenas es una punto de luz frenético que no para de moverse -. ¿Por qué coño nos quiere mata? Si hace apenas unas horas, en la misión de ciudad Fera, me ha salvado la vida.
Menfis se muerde el labio. Sabía que Siracusa era muy inestable, pero no la veía capaz de aquello solo por venganza o por volver con ella. El final de la cueva se materializa ante ella y apenas les da tiempo a frenar antes de chocar.
-          Es culpa mía – dice Menfis -. Siracusa no quiere aceptar que la haya dejada. Aún peor, no acepta mi bisexualidad, no quiere asumir que también me gustan los hombres.
Urano se despliega y bloquea el metal, que empieza a acumularse sobre la barrera y a empujarla hacia ellos. Morir aplastados, quemados o asfixiados por la falta de aire. Que perspectivas más bonitas.
-          ¿Qué os pasó? – pregunta Mazatlán. No es el momento ni el lugar. Joder, es la peor situación como para ponerse a preguntar esas cosas. Sin embargo, al ver la muerte como única opción, endulza la voz y solo quiere centrarse en ella. Urano empieza a debilitarse.
Menfis traga saliva.
-          Al principio todo fue bien. La quería mucho. Aún la quiero – dice Menfis, serena -. Pero todo cambió. Ella se volvió muy posesiva y manipuladora. Yo quería ser más libre. Y lo peor fue cuando le dije que quería una relación abierta. Casi me pegó. Ahí decidí que no tenía nada más que hacer con ella. Sin embargo, creo que lo que más le molesta es que también me gusten los hombres. Joder, Mazatlán, creo que solo quiere matarte a ti, aunque tenga que llevarme a mí por delante.
-          Ojalá algún día la bifobia solo sea algo del pasado.
Pero Menfis ya no lo escucha. Ante sus ojos, la realidad se desdibuja. Todas las cosas a su alrededor empiezan a adquirir más profundidad. Varias líneas las recorren, como si fueran cortinas superpuestas sobre varias réplicas de la misma cosa. Menfis coge una de esas líneas y se abre. Una salida se materializa ante ella, en forma de túnel amorfo.
-          Mazatlán – susurra ella – cógeme la mano. Mi poder ha encontrado una salida. Creo que tengo más recursos de los que creía.
Mazatlán toca su mano pero simplemente la atraviesa. Menfis ya no está en esa realidad al 100% y, al parecer, las otras realidades están tirando de ella, ya que está desapareciendo. Urano es tragado por el metal fundido, totalmente debilitado. Mazatlán utiliza rápidamente a Neptuno para poder lanzar a Plutón y utilizar el frío para detener el flujo. Solo por unos segundos más.
-          Escúchame Menfis – dice él con la voz más dulce que nunca ha podido usar. No sabe que está haciendo, pero no hay tiempo para pensar. Solo para actuar -. No puedo ir contigo. No sé qué estás haciendo, pero he visto a través de Neptuno que ese poder te quita meses de vida. Rápido, vete. Por favor
Menfis niega con la cabeza e intenta resistirse. El tirón aumenta. Desaparece a toda velocidad.
-          No, no, no ¡No joder! – todo su brazo ya ha sido tragado por esas líneas difusas -. ¡Te quiero!
Mazatlán sonríe y le acaricia la mejilla. Sus dedos simplemente pasan a través de su cara. Aunque el gesto es lo que cuenta.
-          Te quiero – le dice entre susurros él.
Al segundo, Menfis aparece al otro lado de la montaña donde está la cueva. Apenas puede moverse y respirar del cansancio. Ni siquiera puede llorar. Simplemente se arrastra para huir lejos. Sin plantearse ni siquiera a donde. Solo huir.

Plutón también desaparece. Solo le quedan seis planetas y no decide utilizar ninguno. No le quedan esperanzas. Cuando el calor empieza a lamerle lentamente la piel, sabe que la muerte no va a ser rápida. Ropa, pelo y piel empiezan a consumirse lenta y dolorosamente. Se deja caer al suelo entre chillidos esperando a que el metal le cubra. Pero no lo hace.
Los últimos minutos de vida de Mazatlán se convierten en una sonata de penuria, gritos y sollozos. Su piel se derrite sobre sus huesos. Siente sus ojos y sangre hirviendo. Al final, su cuerpo es solo una momia gelatinosa y negruzca en una postura horrible y grotesca. Después de morir, el metal lo cubre como si fuera un ataúd. Un ataúd de sufrimiento.


diumenge, 8 d’octubre del 2017

Green hunters VI: Manzanilla de la muerte

Como pájaros mecánicos que se derriten en bolas de rojo candente, los proyectiles de Siracusa se estrellan en el bosque como bombas de calor puro. Los árboles prenden en llamas o simplemente se volatilizan mientras los pájaros de piel y hueso intentan huir antes de convertirse en esferas de fuego vivientes. Menfis apenas tiene tiempo de huir. Estaba explorando la debacle de cuerpos que había dejado la lucha cuando el cielo se convirtió en una lluvia de metal candente. Su única posibilidad había sido invocar su habilidad de ver en el fututo inmediato, lo que le daba la capacidad de prever donde caerían los meteoritos. De momento le funciona.
                Los árboles caen a su alrededor mientras pisa un manto de huesos. En su mano derecha lleva varias fotos y en la izquierda varios botecitos con un líquido rojizo ¿Sangre? Menfis jadea, lleva horas sin dormir y ha luchado demasiado, presionando su aura contra esa otra que le nubla la visión y la limita en demasiados aspectos. Escupe con frustración, cuando la pequeña fortaleza que es el castillo del Borreguet se abre ante ella. Suspira con alivio mientras abre la puerta para entrar. Los proyectiles chocan contra los muros, haciendo que siseen y tiemblen las piedras que lo componen. El castillo resistirá, pero no mucho. Menfis observa la montaña de al lado, coronada por las ruinas del viejo convento de la Cassalleta, el que es la base del grupo cuando están los ocho reunidos. Demasiado lejos para llegar.
                Menfis entra en el castillo y descansa durante unos segundos. La piedra se quiebra y se oyen los primeros derrumbes. Siracusa está cerca, y Menfis está sola y asustada. Aunque es la jefa y siempre ha sido el pilar del grupo, la piel negra de Menfis se tensa por los nervios y se perla por el sudor. Tiene miedo, demasiado. Ya ha perdido a Elefantina y a Cusae y desconoce que es de Dendarah y Tebas, donde deberían estar solo hay una gran capa de metal fundido. Va a entra en shock mientras el castillo se derrumba en una oleada de calor y acero candente. Inseguridades y reprimendas pasadas empiezan a florecer en su espíritu. No parece haber salida cuando unas palabras resuenan en su cabeza, llevadas por un fantasma del pasado. Un querido fantasma del pasado: “Siracusa te puede sobrepasar en poder, quizás no haya nadie como ella en el mundo. No obstante, tampoco lo hay como tú. Combate táctico es lo que te define. Menfis, eres mejor.”
                Respira con mucha fuerza y traga saliva. Se relaja rápidamente. Es hora de moverse.

Siracusa ni siquiera se plantea abrir la puerta de forma normal: lanza una capa de metal candente y ve como la madera de las dos hojas de la puerta se reduce a cenizas. Aunque el castillo tiene muchas estancias y habitaciones, Siracusa no necesita buscar mucho. Detecta el aura de Menfis en la que parece la habitación más grande y llena de aparatos. Entra lentamente, sin pavonearse pero mostrando la gran seguridad que tiene en sí misma. La bala viene por la derecha. Siracusa simplemente mueve la cabeza para esquivarla. Menfis salta para tener un mejor ángulo, pero Siracusa ya ha levantado un muro de metal líquido, que atrapa las balas y las funde en su baile irregular de espirales candentes.
Siracusa apoya el dedo índice sobre el gordo y dispara pequeñas gotas de metal rojo que, al impactar en las armas de Menfis, las dejan inutilizadas. Siracusa se mueve rápido y crea dos paredes de metal candente que dejan a Menfis atrapada entre ellas por los lados y un pilar a sus espaldas. La batalla apenas ha durado segundo y Menfis ya está acorralada. Intenta buscar una alternativa en el futuro, pero no puede. Encima, el calor le penetra en la piel y la hace desfallecer. Siracusa se acerca hacia ella por la única vía de escape que tiene. Es altísima, con la piel blanca y el pelo larguísimo y rubio grisáceo suelto, bamboleándose mientras anda. Desde lejos, parece un par de alas de ángel plegadas.
-          ¿Ya has acabado con este intento patético?- dice Siracusa cuando sus caras están a apenas dos palmos.
Menfis intenta mantenerse en pie, pero el calor la está debilitando. Eso sí, se niega a apartar la mirada, aunque tenga que mirarla desde abajo por su baja estatura. Se concentra.
-          No quiero matarte. Por nuestro pasado, por lo que pasó entre nosotras – dice mientras posa sus ojos en los de ella -. Pero esto es trabajo. Tú debes entenderme.
Pasa de repente: los ojos de Siracusa estallan como dos tomates en un microondas. Proyección de aura con las pupilas. El as en la manga de Menfis. Aunque también causa daños en sus ojos, sus células ultra-mejoradas los regeneran enseguida. Siracusa ahoga un grito mientras bloquea el dolor como puede.
-          ¿De verdad crees que dejándome ciega te va a salvar? – dice a gritos, pero extrañamente calmada -. Sigo percibiéndote.
El cuerpo de Siracusa estalla proyectando una cantidad ingente de metal candente hacia el pilar. Menfis desaparece en una marea roja refulgente. Siracusa jadea mientras recupera el aire. Ha ganado.
El aura de Menfis aparece a su izquierda, en perfecto estado. Aunque confundida, lanza otra oleada de metal hacia ella, ahogando su aura. Vuelve a percibirla, esta vez en el techo, sobre ella.
-          ¿Qué coño estás haciendo? – dice mientras lanza un pilar de metal magmático que quiebra el techo en una lluvia infinita de escombros.
No obstante, no sirve de nada. El aura de Menfis vuelve a aparecer una y otra vez. Cada vez que la hace desaparecer en una oleada de calor y metal vuelve a aparecer. Parece que pasan horas mientras el cuerpo de Siracusa no deja de expulsar material. El Castell del Borreguet desaparece, convertido en una rosa de metal retorcido y amorfo.
-          ¿A que – jadeo- cojones- resoplido- estás – respiración acelerada – jugando?
Siracusa se da cuenta: no puede emitir más metal, se ha quedado sin energía y sin casi aura. Las balas llegan: dos en cada muslo, una en cada gemelo y otra por cada articulación de cada brazo. Siracusa cae de espaldas. Menfis aparece ante ella.  También está agotada y sin casi aura. Dos lagrimones de sangre seca le caen de cada ojo. Empapada en sudo y sin casi poder articular palabra del cansancio. Pero se obliga.
-          Mi habilidad me permite ver a través de la realidad – coge aire –. Aunque la explicación es un poco burda, básicamente lo que hago es “plegar” esa realidad para esconderme en ella y poder moverme sin ser percibida a un lugar cercano. Cualquier humano con mi visión podría hacerlo. Aunque el precio energético es muy grande y, por lo que se, mis telómeros se ven también acortados: pierdo meses de vida cuando uso esta habilidad.
Siracusa sonríe, lo que es un poco macabro con su cara empapada de sangre y sus ojos siendo dos agujeros palpitantes y chorreantes.
-          Siempre has sido muy imaginativa – su faz se vuelve seria –. Podríamos haber sido felices.
Menfis niega con la cabeza, aunque sabe que ella no puede verla.
-          No, no podríamos. Siracusa, tú nunca aceptaste la realidad y lo mataste – coge aire - . Joder, lo mataste. Y yo le quería.
Una lágrima hace que la sangre seca de Menfis recupere su fluidez. Siracusa sonríe, pero sin ser sarcástica o burlona. Es una sonrisa melancólica.
-          Siempre he sido muy impulsiva.
Menfis saca una pistola y le apunta a la cabeza. Tiembla. La pistola parece resbalársele de entre los dedos. Duda. Siracusa vuelve a sonreír.
-          Al final de tu vida, no te arrepentirás de tus asesinatos, sino de los que no llegaste a cumplir.
-          Te quise una vez – dice Menfis.

El disparo resuena con fuerza. Una rosa, esta vez de sangre, nace en la frente de Siracusa. Su sonrisa, inmortalizada en su piel blanca hasta que se vuelva polvo. Menfis, simplemente se desmaya, exhausta.