Menfis
se concentra. Visión futura. El primer ataque será Mercurio: fuego. Ver el
futuro no es solo ver un camino claro, el aura
de Menfis le permite ver los diferentes caminos y los resultados dependiendo de
la acción. Y todo esto en cuestión de segundo. La bola de fuego se acerca,
ligeramente desviada a la derecha. Menfis la esquiva por la izquierda. Aunque el
viejo acueducto es gigante, no le deja mucho espacio. Pero lo consigue.
El turno
de Venus. Se acerca y Menfis simplemente utiliza el ojo izquierdo para
proyectar su aura. La representación
en miniatura explota. La Tierra es aún más fácil de esquivar. Una bola de rayos
es desviada por la vara de acero que Menfis lanza al vacío. Un lanzamiento bien
calculado. Marte quizás es más difícil. La bola roja empieza a masificarse. La gravedad
aumenta. El acueducto cruje y parece empezar a abombarse. Menfis no puede hacer
nada contra eso. Aunque el planeta desaparece.
Júpiter
estalla en un enorme vendaval. Menfis mete una vara de metal en un surco del
acueducto. Por los pelos es arrastrada, pero ni ella ni la vara ceden, tal como
lo había previsto. Saturno, convertido en una gran sierra circular es desviado
con la misma vara, que Menfis usa como escudo. Urano no es un problema: es el
primero que aprendió a esquivar. Una gran plancha circular indestructible se
acerca a ella. Menfis simplemente pone la vara contra la barrera y se deja
arrastrar hasta que el planeta pierde impulso. Neptuno no hace nada. Solo analiza.
Plutón llega por la derecha, y la pequeña masa de aire frío se para a escasos
centímetros de su cara, casi matándola. Entonces desaparece.
Mazatlán
aparece caminando por el otro lado del acueducto. Plutón se acerca volando a él
y orbita a su alrededor, junto a los otros ocho planetas, como si fuera el sol
del Sistema solar. Los planetas titilan durante unos segundos y desaparecen. Mazatlán
siempre había sentido una pasión desbordante por la astronomía, por eso, cuando
su aura se manifestó en nueve elementos
diferentes, decidió utilizar las plantas del sistema solar como forma de
representarlos. Incluso Plutón, aunque los textos de la primera humanidad dicen
que en realidad era un planeta enano. La única pega, es que si Mazatlán utiliza
un planeta, tiene que utilizar los otros de forma cíclica y acabar el ciclo
para poder volver a empezar eso. Es decir, si empieza con Urano, debe seguir
con Neptuno, Plutón, Mercurio…
-
Has mejorado mucho – dice con su potente voz
alegre –, aunque Marte y Plutón siguen siendo tus puntos débiles.
Menfis se acerca a él y lo besa
antes de responderle.
-
Creo que ya tengo la solución para Plutón. Pero
Marte es simplemente imposible. Mis poderes son demasiado limitados.
Mazatlán niega con la cabeza
mientras la abraza con afecto.
-
Te equivocas. Tienes un gran poder, pero aún no
sabes cómo usarlo bien.
Ahora es ella quien niega con la
cabeza y con una medio sonrisa de resignación. Va a responder cuando para en
seco. El terror se dibuja en sus facciones.
-
Tenemos que salir de aquí. Estamos en peligro.
El acueducto se tambalea. Un siseo
horrible emerge de la parte baja de los pilares que lo sostienen. Un río de
metal candente hace que las rocas se quiebren. Los arcos empiezan a
desmoronarse y todo el acueducto empieza a caer hacia la derecha.
Menfis y Mazatlán saltan a la vez
antes de perder pie. Los nueves planetas se manifiesta y Júpiter se convierte
en una gran corriente de aire que los lanza contra al suelo, lejos de la riada
de calor que engulle los últimos restos del acueducto. Apenas tienen tiempo de
reaccionar antes de darse cuenta que todo a su alrededor es metal candente. Todo
excepto una cueva. Saben que es un suicidio meterse ahí dentro, pero no hay
otra salida.
Mazatlán utiliza a Saturno para
parar algunos proyectiles. Sin embargo, el planeta no vuelve. Mazatlán ruge
mientras entra en la cueva, siguiendo a Menfis. Le costará meses y cantidades
desbordantes de aura para poder
regenerar el planeta.
-
¡Es Siracusa! –grita Mazatlán mientras corren. El
halo de la linterna de Menfis apenas es una punto de luz frenético que no para
de moverse -. ¿Por qué coño nos quiere mata? Si hace apenas unas horas, en la
misión de ciudad Fera, me ha salvado la vida.
Menfis se muerde el labio. Sabía que
Siracusa era muy inestable, pero no la veía capaz de aquello solo por venganza
o por volver con ella. El final de la cueva se materializa ante ella y apenas
les da tiempo a frenar antes de chocar.
-
Es culpa mía – dice Menfis -. Siracusa no quiere
aceptar que la haya dejada. Aún peor, no acepta mi bisexualidad, no quiere
asumir que también me gustan los hombres.
Urano se despliega y bloquea el
metal, que empieza a acumularse sobre la barrera y a empujarla hacia ellos.
Morir aplastados, quemados o asfixiados por la falta de aire. Que perspectivas
más bonitas.
-
¿Qué os pasó? – pregunta Mazatlán. No es el momento
ni el lugar. Joder, es la peor situación como para ponerse a preguntar esas
cosas. Sin embargo, al ver la muerte como única opción, endulza la voz y solo
quiere centrarse en ella. Urano empieza a debilitarse.
Menfis traga saliva.
-
Al principio todo fue bien. La quería mucho. Aún
la quiero – dice Menfis, serena -. Pero todo cambió. Ella se volvió muy
posesiva y manipuladora. Yo quería ser más libre. Y lo peor fue cuando le dije
que quería una relación abierta. Casi me pegó. Ahí decidí que no tenía nada más
que hacer con ella. Sin embargo, creo que lo que más le molesta es que también
me gusten los hombres. Joder, Mazatlán, creo que solo quiere matarte a ti,
aunque tenga que llevarme a mí por delante.
-
Ojalá algún día la bifobia solo sea algo del
pasado.
Pero Menfis ya no lo escucha. Ante
sus ojos, la realidad se desdibuja. Todas las cosas a su alrededor empiezan a
adquirir más profundidad. Varias líneas las recorren, como si fueran cortinas
superpuestas sobre varias réplicas de la misma cosa. Menfis coge una de esas líneas
y se abre. Una salida se materializa ante ella, en forma de túnel amorfo.
-
Mazatlán – susurra ella – cógeme la mano. Mi
poder ha encontrado una salida. Creo que tengo más recursos de los que creía.
Mazatlán toca
su mano pero simplemente la atraviesa. Menfis ya no está en esa realidad al
100% y, al parecer, las otras realidades están tirando de ella, ya que está
desapareciendo. Urano es tragado por el metal fundido, totalmente debilitado.
Mazatlán utiliza rápidamente a Neptuno para poder lanzar a Plutón y utilizar el
frío para detener el flujo. Solo por unos segundos más.
-
Escúchame Menfis – dice él con la voz más dulce
que nunca ha podido usar. No sabe que está haciendo, pero no hay tiempo para
pensar. Solo para actuar -. No puedo ir contigo. No sé qué estás haciendo, pero
he visto a través de Neptuno que ese poder te quita meses de vida. Rápido, vete.
Por favor
Menfis niega con la cabeza e
intenta resistirse. El tirón aumenta. Desaparece a toda velocidad.
-
No, no, no ¡No joder! – todo su brazo ya ha sido
tragado por esas líneas difusas -. ¡Te quiero!
Mazatlán sonríe y le acaricia la
mejilla. Sus dedos simplemente pasan a través de su cara. Aunque el gesto es lo
que cuenta.
-
Te quiero – le dice entre susurros él.
Al segundo, Menfis aparece al
otro lado de la montaña donde está la cueva. Apenas puede moverse y respirar
del cansancio. Ni siquiera puede llorar. Simplemente se arrastra para huir
lejos. Sin plantearse ni siquiera a donde. Solo huir.
Plutón también desaparece. Solo le
quedan seis planetas y no decide utilizar ninguno. No le quedan esperanzas. Cuando
el calor empieza a lamerle lentamente la piel, sabe que la muerte no va a ser
rápida. Ropa, pelo y piel empiezan a consumirse lenta y dolorosamente. Se deja
caer al suelo entre chillidos esperando a que el metal le cubra. Pero no lo
hace.
Los últimos minutos de vida de
Mazatlán se convierten en una sonata de penuria, gritos y sollozos. Su piel se
derrite sobre sus huesos. Siente sus ojos y sangre hirviendo. Al final, su
cuerpo es solo una momia gelatinosa y negruzca en una postura horrible y
grotesca. Después de morir, el metal lo cubre como si fuera un ataúd. Un ataúd
de sufrimiento.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada