diumenge, 21 de desembre del 2014

Oportunidades

Ella, con su pelo color castaño claro como las hojas de los árboles en otoño, con destellos de rubio. Sus ojos de color almendras, o mejor dicho como las nueces, tampoco, sus ojos eran del color de los frutos secos, de la comida de otoño, con la piel blanca como las nubes que encapotan el cielo de noviembre. A su lado su amigo, con el pelo negro azabache, formando ondas como un mar en medio de una tormenta. Del mismo negro era su barba a medio formar. – ¿Y si no quiere? – susurra ella con voz melodiosa. El esboza una media sonrisa. – Ya, pero ¿y si quiere? – deja que el viento se lleve sus palabras y se dirige hacia el bosque, perdiéndose entre las ramas de un sauce llorón. Lo último que capta ella de él, es un destello de alegría en sus ojos negros como una noche sin luna. Ella deja escapar un suspiro y se adentra en la mansión, no hay luz, solo penumbra y alguna mota de luz titilante producida por alguna vela esporádica con olor a frambuesa y arándanos. Se adentra en la mansión y su vestido ocre absorbe todo el polvo que encuentra a su paso. Llega hasta una escalera de caracol que parece arrastrarse hasta el infinito, pero cuando sus ojos se acostumbran se ve el piso superior. Mientras sube por las escaleras, su vestido deja una estela de polvo que refleja la luz de las velas, parece un hada. En el piso superior solo encuentra un pasillo largo y al final una habitación con la puerta entreabierta, de allí, sale una lenta melodía que lo envuelve todo. Recorre el pasillo con pasos vacilantes, un montón de cuadros la observan. Todos ellos muestran a mujeres mucho más hermosas que ella, pero ahí acaba su encanto. Ellas solo tiene belleza, la chica del otoño encierra misterio en su interior, un corazón que vale por mil y mil armas que encandilarían a cualquiera antes que esas bellezas vacías. Cuando llega a la puerta se atreve a meter la cabeza por la puerta, en la habitación está él. El color de su pelo es similar al de un campo de trigo recién cortado tostándose al sol, sus ojos color chocolate y su cuerpo musculoso del color de la arena de playa. Cualquiera vería el deseo reflejado en sus ojos, o el amor que exhalan todo los poros de su piel, cualquiera menos ella. Él le sonríe. Ella también. Esta confusa, ¿Qué va a decir? ¿Cómo decirlo? ¿Qué responderá? Por un segundo parece que lo va a decir, pero no, de su boca sale una simple invitación al baile de primavera, o mejor dicho, el baile de los amigos… El deseo desaparece de los ojos de él, machacado por una falsa realidad creada por la cobardía de ambos. Allí, en medio de un bosque de sauces llorones, en una mansión oscura que huele a primavera, y en una habitación donde la música todo lo domina, murió la única oportunidad que tenían ambos de ser felices…

diumenge, 14 de setembre del 2014

La veleta- parte 2 (la primera parte justo abajo)

Dejo la nota al lado del cadáver sin corazón, al igual que la tal Clara. En sus ojos sin vida veo marcado a fuego el sufrimiento, no ha sido una muerte rápida, las manchas de sangre de la pared lo demuestran, al igual que las heridas de su cuerpo, que son más horribles aun de cintura para abajo. Con el índice y el pulgar le cierro los ojos, pienso en enterrarlo, pero me dan arcadas solo de verlo las piernas y la entrepierna. Salgo de la casa donde lo he encontrado. He llegado hasta aquí porque he oído sus gritos, lo que sea que lo ha matado no puede estar muy lejos. Me quito esos pensamientos de la cabeza y observo la veleta, la luna pasa justo por detrás de ella y puedo verla a la perfección, tiene forma de pájaro y su pico apunta a la derecha. Delante de mí hay dos calles, una recta y otro a la derecha. Decido que la veleta me guie. En el momento en el que giro me fijo en que la veleta apunta ahora hacia arriba. Mientras sigo la veleta voy encontrando algún que otro cadáver por el suelo, en diferentes estados de descomposición, pero todos con el pecho abierto. Supongo que al igual que yo, todos ellos fueron a una aseguradora llamada Veleta que guía, que ironía, y vieron el anuncio que daba dinero por “una aventura inolvidable que marcara vuestra vida para siempre”, si, inolvidable. Sin darme cuenta he llegado a la plaza de la iglesia, aquí hay por lo menos 7 cadáveres. Me fijo en la veleta y el desasosiego inunda mi cuerpo, la cruz plateada es la base de la veleta. Miro la torre del campanar, está llena de agujeros y torcida, básicamente al borde del derrumbe, no hay puertas, así que decido entrar en la iglesia. Dentro hay más cadáveres, el más alejado está a los pies de una puerta que cuadra con la ubicación de la torre por fuera. Noto que un aire frio inunda la estancia. Me giro y lo veo. En el umbral de la puerta hay una figura de dos metros de alto. Su mano derecha tiene los dedos larguísimos, la izquierda no tiene dedos, solo cinco guadañas afiladas. Viste una túnica echa de retazos de tela multicolor y una máscara de pingüino manchada de sangre. Calza tacones de aguja aunque está claro que es un hombre. Pero lo peor es el collar de corazones palpitantes que le da varias vueltas al cuello y manchan sus ropas. No grito, solo corro hasta a la puerta, sé que me sigue porque oigo sus pasos. Mientras esquivo bancos medio quemados, tozos de vidrieras y santos con los rostros deformados el pánico me trastorna. Abro la puerta y en ese momento siento cinco filos arañar mi espalda y grito, pero no me dejo controlar por el dolor, me doy la vuelta y le doy un derechazo en la máscara, esta se rompe al momento. Me pongo a subir la escalera como una loca. Encuentro un cadáver más a mitad camino pero lo ignoro y sigo subiendo. En ese momento a través de los varios agujeros de la torre veo que la luna se está moviendo al mismo ritmo que yo, dirigiéndose al horizonte para ponerse. Llego a la parte superior, no hay campanas, solo una escalera de mano que sube a una trampilla, pero está bloqueada por un ente multicolor. Las cinco cuchillas se precipitan sobre mí y yo salto hacia atrás en el momento justo. Pero es rápido, su mano derecha se aferra a mi cuello y me estampa la cabeza contra la pared. Los bordes de mi visión de oscurecen pero no lo suficiente para ver las cinco guadañas apuntando a mi cara. Le sujeto la muñeca izquierda, es como si tocara papiro viejo y mohoso. Por suerte, el asesino no destaca por su fuerza pero me estoy quedando sin aire. Los corazones palpitantes me manchan de sangre fresca y negruzca, mientras que la careta del pingüino agrietada se acerca lentamente hacia mí. No me permito pensar y le lanzo una patada a la entrepierna. Al momento suelta mi cuello y yo aprovecho para escapar. Subo corriendo las escaleras, pensando en mi hijo. Un dolor agudo me destroza el tobillo izquierdo. Lo miro, su dedo índice se ha clavado en mi tobillo. Veo la sangre gotear sobre su máscara. Él saca el dedo de la herida y en ese momento me dejo caer sobre él. El impacto hace que me escuezan los cortes de la espalda. Ambos nos levantamos, pero esta vez soy yo más rápida. Le doy un empujón que lo hace atravesar la puerta y caer escaleras abajo. Entre sollozos subo peldaño a peldaño y por primera vez en días el sol está saliendo por el este. Sin permitirme ni siquiera pensarlo cojo la cruz y arrojo la veleta a la plaza. El palpitar de los corazones me hace dar la vuelta y me topo con la máscara del pingüino. Me alejo entre sollozos, pero él niega con la cabeza y extiende la mano. Yo le doy la cruz y el a cambio me da su macabro collar, aunque ahora ya no está formado por corazones palpitantes, ahora esta echo por fajos de billetes, si no me equivoco, hay una trentena y cada uno con 2 millones de euros. - ¿Para qué quieres el dinero? No sería correcto decir que su voz da miedo, porque más bien un coro de treinta voces es el que ha hecho la pregunta. Casi sin pensarlo le cuento que por culpa de una negligencia de mi ex marido, los servicios sociales quieren llevarse a mi hijo. Aunque si consigo demostrarle al jurado que soy una buena madre mi hijo volvería conmigo, el problema estaba en que yo no tenía dinero para pagar a un abogado. El asiente, se quita los tacones y se sienta sobre las tejas azules manchadas y descoloridas. El me señala las afueras del pueblo, donde se puede distinguir un par de coches. – Gracias- murmuro entre dientes y salgo corriendo. Cuando llego a la plaza él ya no está sentado en lo alto del campanar. Con mi pie herido y la espalda lanzándome sacudidas de dolor me cuesta llegar hasta los coches. Cuando llego el sol ya está muy alto y distingo a un hombre joven y guapo vestido informalmente, flanqueado por una mujer altísima y rubia y un hombre extremadamente musculado, ambos vestidos de rojo. También hay un médico y uno de los coches es una ambulancia. El joven habla: - Como nos alegra verte sana y salva – dice, y luego le echa una mirada llena de avaricia al collar de billetes - . También nos alegramos de ver eso, claro. – Gracias, pero ahora me vendría bien descansar… - Pero por desgracia no llevas la cruz de plata. Yo me quedo de piedra. – Pero… - No hay pero que valgan, sin cruz, no hay dinero – su sonrisa perfecta me da ganas de vomitar-. Chicos. Al momento sus guardaespaldas sacan una pistola cada uno y me apunta. En ese momento una estela multicolor pasa por mi lado y le corta la cabeza a la chica y parte por la mitad al chico. El joven se gira con horror y saca un arma que no llega a disparar. Cae al suelo con la cruz clavada entre los ojos. – Aquí tienes la puta cruz – en ese momento se gira hacia el medico que ha caído al suelo llorando y con los pantalones mojados de orina -. Cúrala. El medico asiente entre sollozos. Con el coro de voz más bonito, triste y reconfortante que he oído nunca me dice. – Nadie te quitara nunca a tu hijo. En ese momento me desmayo.

La veleta- parte 1

Yo he corrido durante horas, escondiéndome detrás de cada puerta carcomida y de cada muro derruido, huyendo de algo que desconozco, con la sensación de que el pueblo iba a derrumbarse sobre mí como acompañante. Seguramente no me hubiera dado cuenta realmente de la existencia del perseguidor si la mujer que llevaba días huyendo conmigo no estuviera muerta. Si estás leyendo esto estas perdido o perdida, al igual que a mí te prometieron dinero fácil, para ser más exactos, 2 millones de euros, solo por llegar a la iglesia de este pueblo abandonado y coger una cruz plateada. En un principio es fácil, muy fácil, el problema es que el pueblo es una trampa, las casas derruidas mueven sus paredes para bloquear las calles y las salidas del pueblo. No intentéis escalarlas, porque las estaréis escalando durante todo vuestra vida y jamás podréis romperlas, por mucha pinta de escombros que tenga. Yo llegué aquí hace dos semanas. Al pasar tres días me encontré con Clara, una policía de Cádiz que necesitaba el dinero para salvar la casa de sus padres. Desde el primer momento decidimos ir juntos y compartir el dinero. Pasábamos horas recorriendo las calles y cuando nos aburríamos hacíamos el amor, si digo el amor porque nos enamoramos, o por lo menos yo. Ella murió cuando después de manifestar nuestra pasión fui a mear, cuando volví ella estaba abierta en canal y sin corazón. De eso hace ya tres horribles y malditos días, buenos, creo, porque aquí es siempre de noche y lo único que ocupa el cielo es una luna casi llena. Lo oigo, está viniendo. Como me esperaba voy a morir. Bueno, querido amigo o amiga, hasta aquí llega mi intento de conseguir la cruz de plata. Mi conclusión es que no hay escapatoria, pero es la conclusión de un hombre sin esperanza, un hombre muerto en vida. Si todavía tienes la más mínima esperanza, fíjate en la veleta…

divendres, 29 d’agost del 2014

Aire de tristeza

La esencia musical lo envolvía todo, intentado dar a la noche sin luna algún sentido, un motivo para sonreír, para intentar seguir luchando, pero la música de fiesta que era un sinsentido de cantos ingleses, sonidos de instrumentos y ruidos electrónicos no podía ni por asomo encubrir ese aire ponzoñoso que lo intentaba cubrir todo de tristeza. El ambiente savia a esos momentos en los libros donde todos son felices y no para de repetirse que todo saldrá bien, si, esos momentos que acaba una saga, donde un protagonista del cual nos hemos enamorada acaba siendo asesinado por un macabro escritor. Pues el aire que impregnaba todo lo que me rodeaba sabia a eso. Nada podía quitar esa sensación de desasosiego puro, ni la música estridente, ni las luces de colores que se colaban tímidas por las persianas medio bajadas, ni siquiera el tequila barato o la cocaína que corrían por nuestra sangre enmascaraban la pena que se había empeñado en pasar la noche con nosotros. Ambos desnudos, ambos en un estado deprimente, pero teníamos algo diferente, yo el contrato más difícil de mi vida y el las ganas de que no lo concluyera. Me había convencido para que nos acostáramos una vez más, pero lo nuestro no era vicio, era amor, un amor nacido entre los pupitres de una clase vacía de un instituto ya cerrado. Ni siquiera mi matrimonio con Robin, ni el suyo con Sarah habían detenido la necesidad de estar juntos. Los falsos matrimonios eran la perfecta tapadera para algo que muchos rechazarían, algo que destruiría mi futuro en mi trabajo, y algo que le quitaría credibilidad a él a ojos de tradicionalistas por muy puro y sincero que fuera nuestro amor. Él era el jefe de una gran internacional muy famosa en Europa. En cuanto a mí, el motivo por el cual sigo dentro del armario es que trabajo en una empresa mucho más discreta, por decirlo así. Mi trabajo es matar, así de simple, bueno, a veces también implica robar o torturar, pero lo normal es solo matar sin dejar pistas. Como es de suponer, este trabajo es cobrado en negro, y para blanquear y para quitarme las sospechas de encima me hago pasar por librero, si amigos, la próxima vez que vayan a comprar cualquier cosa, cuidado con el dependiente, puede ser vuestro verdugo. Bueno, sigo con la historia que plasmo hoy aquí para no enloquecer de culpabilidad. Recuerdo sus palabras a la perfección: - Tengo dinero y amor de sobra – dijo con esa voz que tan loco me volvía -. Escapemos juntos, a Cuba, a Jamaica, a Nueva Guinea, a donde tú quieras, pero vámonos, deja tu horrible trabajo y vámonos. Él era el único conocedor de mi secreto. – No puedo – le dije – me encontraran y no abra final feliz. El me miro con una ternura sobrehumana. – Cualquier final es feliz si estoy junto a ti. Solté una brutal carcajada. – Eso no es tuyo. – Ya – se puso serio -. Pero igualmente no va a ver final feliz, tu trabajo es matarme porque la puta de Sarah quiere quedarse con todo lo que tengo. Pues por lo menos intentemos… JODER, como escuecen los arañazos que me has hecho, nunca habías estado tan fogoso. La sonrisa murió en mis labios, al igual que el grito en mi garganta, observe mis uñas, llenas de un líquido azul amoratado. Lo bese con furia, con deseo, con pasión y con el amor más puro y prehistórico que he conocido jamás. Él me correspondió al principio, pero después se fue apagando poco a poco, como una vela dentro de una caja, quedándose poco a poco sin oxígeno, murió en mis brazos, sin sufrir, que es lo que yo quería evitar, el sufrimiento que habríamos sufrido si nos hubiera encontrado la organización, y lo hubiera hecho. Como ya dijo, no habría final feliz, pero hay peores finales que otros. Y así quedamos, dos cuerpos desnudos, uno inmóvil y cada vez más frio y otro latente, sollozando en un silencio aterrador, con una soga de dolor que nunca dejaría de asfixiarle y un aire de tristeza tan oprimente que hasta la oscuridad lloraba.

divendres, 28 de març del 2014

Panteón

Subo corriendo las escalinatas desgastadas mientras esquivo a los turistas y doy empujones a algún que otro guía que lleva un ridículo palo con algún llamativo trozo de tela. Pasa por debajo del umbral por el cual debieron pasar romanos hace más de 1800 años. Me quedo anonadado cuando veo la enorme cúpula terminada en un agujero por donde se cuela la lluvia sin miramientos. Todo me abruma, la gran cantidad de mármol, las estatuas y sobretodo la gran cantidad de personas, eso es los mejor, muchas personas. Miro a un lado y hacia otro y como ambos me parecen iguales decido correr hacia la izquierda. Atravieso decenas de visitantes, alguno me insulta en italiano o en español, pero lo ignoro y sigo corriendo hasta detenerme debajo de la fría mirada de un negro busto, es Rafael, su tumba. Me apoyo en la pared debajo de Rafael y recupero el aliento. La gente me mira mal por tratar con tanto desdén el patrimonio romano pero yo les ignaro y comienzo a llorar. La he perdido, para siempre, una maldita bala en el corazón y todo se acabó, ni siquiera me dio tiempo a despedirme. Recapacito, estábamos viviendo felices en San Petersburgo cuando un día descubro que debemos dinero al banco, y peor aún a la mafia rusa. Ella lo había perdido todo en apuestas, era ludópata y yo ni siquiera me lo imagina. Cuando me lo conto ya era demasiado tarde, venían a matarnos. Dejamos a nuestro bebe con mi madre, en Bielorrusia, no sé si los habrán localizados espero que no. Todavía recuerdo la cara de mi madre cuando le dije que quizá no la volvía a ver, fue horrible. Después de eso, hace unos siete meses huimos a Italia, aun pequeño pueblo llamado Assisi, tuvimos que conseguir pasaportes falsos, ya que nos acusaban de colocar un coche bomba en la Plaza Roja de Moscú, cabe decir que es mentira, una ocurrencia de la mafia para pillarnos con más facilidad. Yo antes era rubio y ahora tengo el pelo negro azabache. Una vez en Assisi, nos instalamos en un albergue de monjas muy simpáticas y baratitas y conseguí trabajo en una tienda de suvenires, tuve que enseñarme italiano en tan solo dos meses. Pero hace solo 12 horas aparecieron en el albergue, mataron a las monjas indefensas y a los demás alojados, nosotros huimos, pero en plena huida ella recibió un disparo delante de la basílica de San Francisco. Yo llegue a Roma por los pelos, un autobús me ha dejado en la Plaza Venecia. Pensaba que estaba a salvo pero un hombre con gabardina me disparo con silenciador. Hui, subí por la Fontana di Trevi hasta la Plaza de España, pero allí me desoriente y volví a aparecer delante de la Fontana. Corrí hacia abajo hasta llegar al Panteón y sin pensármelo dos veces entre… Me cae arenilla en la cabeza, levanto la cabeza y veo un agujero al lado del busto de Rafael, sigo la trayectoria del disparo y lo veo, con esa tonalidad dorada del Panteón, un arma con un silenciador asomando entre la gente. - Joder – susurro y me lanzo a la carrera. Otro disparo, esta vez me hubiera dado a la cabeza si no hubiera corrido. Sigo corriendo hacia los bancos y paso por pisando muchos pies. Oigo un grito de mujer y veo caer a una adolescente rubia delante de mí, no me lo pienso, la salto e ignoro a todo el mundo. Sigo corriendo, puede que lo vaya a conseguir, la puerta está cerca y además hace rato que no veo ningún disparo. Tropiezo con una pierna y caigo de morros al suelo. Me sale sangre de la nariz. Voy a levantarme y de pronto veo el cañón apuntándome a la cara. - Has costado, pero aquí termina la huida. Una persona le pide que baje el arma en italiano, tiene un pinganillo en la oreja, es un carabinieri de incognito, ¡Estoy salvado ¡ O eso creo, mi verdugo no se lo piensa dos veces antes de apuntar y disparar al carabinieri. Mientras que el policía italiano cae al suelo veo la culata de una pistola. No dudo, voy corriendo hacia él y en el momento que cae al suelo mi mano se enrosca al arma, quito el seguro y disparo. El sonido del disparo es ensordecedor y todos se giran hacia mí. La pistola silenciada cae al suelo, observo a mi asesino cogerse el pecho con incredulidad. Cuando se da cuenta de que esta herido empieza a respirar con dificultad y a retrocedes tambaleante, todos se apartan a su paso y este atraviesa el circulo de curdas de terciopelo que rodea la zona del suelo donde esta mojado por el agujero de arriba. Cae al suelo húmedo y chapotea hasta morir mientras que su sangre se mezcla con el agua. El sol ha salido y un rayo de luz desciende verticalmente sobre el cadáver como si Dios lo recibieron con los brazos abiertos, al bastardo ese. La gente me observa con expectación, miedo y admiración, todo a la vez, yo le lanzo el arma al cadáver y salgo corriendo hacia las frías y poco acogedoras calles de Roma

dimarts, 4 de març del 2014

Ilusión

Hay algo que tiene la humanidad que siempre me ha perturbado; esa cualidad que tenemos que nos hace ver la vida desde dos puntos completamente distintos: o todo bien o todo mal. Si no somos capaces de crear una linea de vida regular donde igualar felicidad y tristeza, no podemos. Siempre encontramos una faceta de una que desdibuja a la otra, o blanco o negro, jamas gris. Bueno, pues este razonamiento lo tube yo hace algunos meses mientras recorría las calles de Estocolmo, intentando olvidad mis errores y mis problemas. Me sentía extraño, fuera de lugar en un mundo muy acelerada en el cual si te quedabas quieto, te eliminaban. Siempre veía la faceta mala de todo, nunca la buena. Veía una casa en construcción y solo pensaba en nuestra manía de cubrirlo todo de cemento y acero. Observaba una fuente decorativa y me imaginaba la cantidad de gente que muere de sed. En esos tiempos de depresión, llegue incluso a pensar que solo había venido al mundo a molestar. Ya no quería pedir más limosna a gente que me miraba con desprecio como si yo hubiera elegido estar en esas condiciones. Me sentaba por las noches en algún callejón oscuro y observaba con desinterés los horrores de la noche, robos, atracos, violaciones... Me acurrucaba en las sombras y pensaba que los gritos de ayuda solo eran voces del pasado que querían volver, hacerme sufrir. Pero todo eso cambio, un día de diciembre o puede que enero, no se, cuando no tienes motivos para ser feliz, el tiempo se vuelve irreal, como algo que no valga la pena contar, puede que en cierto modo haya algo razón en esto. Volviendo a mi pasado, recuerdo a la niña, tan rubia que la oscuridad no se atrevía a tocarla, con sus ojos verdes, como si atraparas millones de primaveras en una cara. Era lo más bonito que había visto en meses. Recuerdo como paso a mi lado y siguió andando, recuerdo haber dormido bien esa noche, no llegue a notar siquiera el frío. Al día siguiente, volví a deprimirme, pero no tenia comida y debía pedir dinero, aunque no me gustara. Me levante y en ese momento la volví a ver, a ella, pero también vi al autobús, a segundos de arrasar a la niña de las mil primaveras. Me levante y salí a la carrete, recuerdo lanzarme, sentir el aire frío en mi rostro, rodear a la niña mientras tocaba el suelo. El autobús paso como una bala y despareció en la niebla mañanera. La niña no me dio las gracias, nadie se digno a ayudarnos y nunca me llegue a recuperar del hombro dolido, pero me daba igual, porque gracias a eso descubrí que servia para algo,podría haber sido el destino, pero no, fui yo. Aunque había tocado fondo, ahora tocaba remontar. Tenia ilusión, y detrás de un gran cambio siempre hay una gran ilusión.

dimecres, 12 de febrer del 2014

Acantilados de sombra, para Paula López

Observo el mar embravecido escupir espumarajos blancos y su choque continuo contra las afiladas rocas del precipicio. Me siento en el con las piernas colgando, observando el negro cielo mientras llora lagrimas heladas y blancas. A mi derecha la supuesta punta más al norte de Europa, el cabo del Norte. Gracias a que ahora estamos en una de esas noche de seis meses típicas de esto lugares y de que estamos a mucho más de 20 bajo cero, estoy solo, como yo quería. Recibo un empujón de parte del viento helado que me incita a adentrarme hacia el continente pero me niego. Mientras que mi culo se vuelve un carámbano de hielo y mi cara está siendo congelada por el viento recuerdo el porqué de mi visita al hasta aquí. Yo soy natural de Andorra la Vella, donde viví hasta el pasado agosto, ¿O puede que julio? No lo recuerdo bien. Lo que si recuerdo es la cara de ese gilipollas, desnudo, debajo de mi novia, la primera, y al parecer también la última. Recuerdo pasar una semana peleados y cuando yo por fin asumí que la amaba y que no importaba que hubiera hecho, ella me dice que lo nuestro no puedo funcionar. Joder, dos años tirados a la basura, ella me quito la virginidad y yo a ella, ¿Cómo había olvidado que me amaba en tan solo 7 días? No se lo pregunte. Simplemente me escape de mi casa dejando una nota donde ponía que me iba a vivir solo y que no me buscaran. O sí, me buscaron, pero en el sitio equivocado, se fueron al sur y eso gracias mi sueño de irme a vivir a Marbella, España. Además, escapar de los sistemas de detección europeos no es muy difícil, te dejas barba (que a mi edad cuesta lo suyo), te tintas el pelo y caminas un poco encorvado y ya no hay nadie que te reconozca, aunque haya un puto cartel de se busca a su lado. No sé a qué día estamos, cuando estuve en Helsinki era diciembre, pero no sé exactamente qué fecha. Esperaba ver una aurora boreal antes de saltar pero supongo que no podrá ser. Me levanta y miro el agua salada chocar contra las rocas, si tengo suerte moriré aplastado, sino, ahogado, pero la verdad, eso me da igual. Abro los brazos como si me fueran a crucificar, no sé, queda más dramático. Y doy un paso hacia el vacío. Mi pie derecho ya no toca suelo, y el resto del cuerpo va a hacer lo mismo. Esperaba ver una película completa de mi vida, pero solo veo lo que de verdad importa, mi familia, mis amigos, mi primer beso, el nacimiento de mi hermana, ella… Siento la mano coger el anorak con fuerza antes del tirón, pierdo el mar de vista y con él, el cielo. Caigo de cabeza contra la fría nieve y me quedo así tumbado. Cuando me levanto, la veo arrodillada delante de mí, con una lágrima congelada en la mejilla izquierda. No sé qué decir, me quedo quieto muy quieto. –Daniel, soy yo – me lo dice tan tierno y con tanta dulzura-. Acerca su mano a la mía, yo me aparto como un perro apaleado y ella la retira. -¿Cómo lo has sabido? – es lo único que se me ocurre decir -. Ella me mira extrañado - ¿El qué? – El lugar dónde me encontraba, es decir, este-. Ella me lanza una sonrisa torcida. – Una vez me dijiste que este era un buen sitio para morir. Me quedo callada, ¿Cómo puede acordarse si no me acuerdo ni yo? - ¿Qué haces aquí? Le espetó sin piedad. Un trozo de mi corazón cae a mi estómago cuando le veo la cara de olor. – Daniel, el día que desapareciste me trastorne y empecé a buscarte como loca – dice ella -. Me recorrí Marbella, fui a investigar Barcelona cuando alguien dijo que te había visto por ahí. Al principio pensé que era culpabilidad, pero luego me di cuenta que era amor. Te quiero Daniel, maldita sea, estoy dispuesta a tirarme por el acantilado solo para acompañarte. Le observo sus ojos, verdes como la primavera, salvajes. En algún momento ella me preguntó que si le escucho. Me tiro hacia ella y le doy un beso, el mejor de mi vida, donde se derriten nuestras almas para formar una. – No puedo volver a Andorra- le digo cuando nos separamos -. Ella me sonríe. – Lo sé, ¿Te gusta Australia? La abrazo con fuerza y la levanto en volandas mientras me alejo de la que iba a ser mi tumba submarina. - ¿Nos fugamos? – le pregunto- . – Juntos - . Eso me basta, sigo corriendo, hundiéndome en la nieve y huyendo de la realidad pero corriendo hacia la felicidad, la libertad y el amor…