dijous, 28 de gener del 2016

Aire

A veces quiero ser aire, otras pienso que estaría bien ser agua para poder desbordarme y arrasar con todas. De vez en cuando quiero ser fuego para poder incinerar mis penas o arder utilizando de combustibles mis problemas. Incluso hay días que tengo la necesidad de ser tierra para poder absorberlo todo, para ser el generador de la vida y la cama de la muerte, o también siento ser metal para que me den formas y me moldeen hasta ser cuchillo y poder cortar todo lo que me es odioso.
Pero sobretodo quiero ser aire, librarme de todo lo que me oprime y me hace sentir pequeño, hacer que mi locura lo sondee todo. Quiero ser aire para poder estar en todo el mundo a la vez, para verlo todo y ser capaz de acariciar las nubes con mi cálida brisa. Para poder recorrer el firmamento en las noches despejadas y pasar mi etérea mano sobre las estrellas…
Deseo ser aire para transformarme en el huracán, ciclón o tifón que lo arrasa todo, para ser el viento que alza el mar y lo embiste contra la costa, destruyendo acantilados, arruinando playas y arrastrando a barcos y marineros hasta las profundidades oscuras de las aguas. Ambiciono ser la ventisca que cubre de nieve las tundras y los glaciares sin dejar rastro de vida, solo un espeso manto blanco de desdicha y destrucción. Quiero ser el aire que remodela el desierto cada día, que crea las tormentas de arena más aterradoras que construyen sus castillos sobre las tumbas de los más ignorantes. Ser el aire que arrastra la erosión, el que reduce los mayores anhelos de la humanidad en un montón de polvo…
Pero sobretodo quiero ser aire para ser efímero, para ser ese ser invisible que te mece el cabello con sus dedos de frio, para poder agitar tu ropa y desplazarme sobre tu piel como una descarga eléctrica, para que no puedas captarme con ningún sentido a excepción del tacto. Para ser el aire que respiras y se convierte en tu ardiente aliento, que deseo sentir a diario. Quiero ser el aire que necesitas para vivir, con el cual no puedes ni moverte, por el que lucharías hasta el final.
Poder envolverte en mis torbellinos de gases y de emociones, permitirte sentirlo todo: frio, calor, júbilo, miedo… Quiero ser ese que te acompaña cuando lloras, cuando la enfermedad te acompaña, o cuando el mundo se te cae encima, pero también para ser el que este a tu lado cuando ríes, compartiendo tu felicidad y tu dicha, formando parte de tus alegrías.

Quiero serlo todo y por eso quiero ser aire. 

dimecres, 20 de gener del 2016

Tres

No hace mucho que me encuentro en esta situación, no sé el tiempo exacto, cuesta bastante calcular correctamente los minutos en mis circunstancias. Es difícil de definir, al principio recuerdo vagamente llegar a un pasillo difuso, que no mostraba signos de peligro, es más, incluso daba gustito entrar. Me deje llevar por una falsa situación de placer que sólo podría acabar en un final feliz. Que equivocado estaba, o mejor dicho, que estúpido fui.
El calor empezó a aumentar paulatinamente, como un día de primavera. No me sentí incomodo con ese aumento de temperatura, pero todo cambió demasiado rápido. El pasillo se convirtió en un verdadero infierno. Empecé a sudar a mares y ya no pude parar, el vapor de agua candente lo llenó todo y empezó a despellejarme la piel. De hecho, hasta caminar se me hizo imposible. El suelo y las paredes de puro metal se convirtieron en potentes conductores del calor. Mis zapatillas se fundieron hasta el punto que sentí  como la piel de mis pies se derretía con ellas. Desde ese día no me he mirado de cintura para abajo, no me atrevo.
Algo dentro de mí me dice que estoy muerto, aunque yo sé que estoy vivo. Debería estar muerto.
Intente volver por donde había venido, pero no pude, estaba atrapado. Al principio me quedé perplejo, era imposible no encontrar la salida en una línea recta que acababa de recorrer. Ahora sé que este no es un camino que se pueda hacer marcha atrás. Y eso me ha llevado hasta donde estoy, una encrucijada. Una encrucijada cuando apenas oigo, casi no veo y no huelo nada. Aunque, se dice, que a veces es mejor no sentir. No sé si estoy de acuerdo. En realidad, no sé nada.
Mientras el aire caliente me calcina los pulmones y me cuartea la tráquea, observo mis posibilidades. Dos caminos, dos salidas, dos pozos de tristeza. Entonces ¿Qué es lo que les diferencia? Muy fácil: uno es lo que deseo y no puedo conseguir, y lo otro no lo deseo pero lo puedo conseguir. Sobre eso recae todo, tan fácil, tan llanamente. Si voy hacia la derecha será como tirarme al vacío sin cuerda ni paracaídas. Estaré intentando conseguir lo que quiero, pero eso me llevará a estrellarme contra el suelo.
Sin embargo, si escojo la izquierda me perderé a mí mismo. Acabaré teniendo un vida pero no será la que deseo. Por lo tanto, podre vivir pero sin ser feliz. Y pensando que el único propósito de los humanos es ser feliz, será como vivir una vida que no es vida. Como una crisálida sin mariposa. Como un cadáver sin alma…
Pero ahí no acaba. Tengo un tercer problema, si no avanzo y salgo pronto de aquí,  terminaré muriendo de calor, me derretiré, el suelo me consumirá como a mis pies o acabaré deshidratándome.
No tengo escapatoria, o muevo ficho o el tablero me engulle. Intentar y morir,  vivir sin vivir o morir por no intentar. 
Siento que la mejor solución es ir hacia la izquierda, el instinto me dice a gritos que corra hacia allá. Por lo que se ve los humanos no hemos perdido nuestro afán de supervivencia como se cree. En mi caso es sólo una piedra más, porque mi corazón quiere que corra hacia la derecha.

Ser sensato, valiente o cobarde, no hay más, y pese a todo, es demasiado para que yo pueda afrontarlo.

diumenge, 17 de gener del 2016

Tesoro

¿Os habéis dado cuenta que hay gente que repite mucho un refrán o una frase hecha? Gente que dice que es su refrán favorito o que le encanta leerlo en cualquier parte. Pues mi caso es particular, aunque parezca raro, tengo un refrán favorito, o al menos su significado me llega a lo más hondo. Lo curioso es que no suelo usarlo mucho, tengo más presentes otros refranes que son más fáciles de intercalar en conversaciones o los que utilizo para chinchar a mis compañeros. Pero, a lo mejor por eso no lo utilizo mucho, porque, al fin y al cabo, no es solo un refrán, es una idea que se ha ido formando durante toda mi vida. He visto series y películas, he leído libros que me la han demostrado, pero no hay nada como sentirlo en vida real para saber de lo que hablan. Esa idea es la idea de amistad. Es una idea que ha tomado demasiadas formas en mí, ha tomado muchos caminos, algunos han llegado incluso a la playa o a un circuito de motos…, pero son caminos que siempre conducirán a lo mismo. Es eso, saber que tienes a alguien ahí que te comprenda y te entienda, que te hable cuando te sientas hundido y te sepa hacer sonreír. Personas que no ves en mucho tiempo, porque no quieres o no puedes, pero cuando las vuelves a ver salta la vieja chispa que sabes que nunca se apagará, sea la noche de fin de año o el segundo día de Navidad. Amigos con los que discutes y cuando crees que todo ha llegado a su fin vuelve a empezar, y entonces es cuando sabes que nunca se había acabado, porque lo que tienes con ellos es más fuerte que cualquier tontería. Amigas con las que discutes el nombre de un grupo cuando en realidad eso es lo de menos, lo único que vale es que bajo ese nombre estemos juntos. Personas a las que conviertes en bibliotecas muy queridas, personas con las que te irías a escalar montañas sin importar que puedes encontrar en la cima, o personas que no has visto a la cara pero sabes que te puedes apoyar en ellas. Podría poner miles de ejemplos para definir “amigos” que siempre se referirían al mismo grupo de personas, ese grupo de personas que ves poco o en situaciones tediosas. Esas personas que son tu segunda familia, la familia que has elegido. Son algo por lo que vale la pena luchar, son mi sueño, parte de mi pasado, mi presente y espero que de mi futuro. No sé, son esas personas por las que vale la pena arrasar ciudades. Es tener una relación de violencia pero que sabes que cada golpe tiene un poco de amor, aunque acabe doliendo. De bromas que nunca llegan a ser muy pesadas, por muy bestias que sean. De poner motes estúpidos y ridículos y que no te importe que te los digan en medio de mucha gente. Son las personas con las que hacer el tonto se traduce en un día genial, por muchas caras raras que os rodeen. Es eso, es sentirte lleno, completo. Puede, que no tenga dinero, que no sea ni guapo ni fuerte, que tampoco destaque por mi inteligencia ni por mi coordinación, que no sea el más animado en la fiestas ni el más tranquilo en situaciones serias, que no sepa elegir siempre las mejores palabras ni que sepa cuando parar, que sea arisco, seco y poco expresivo. Pero hay una cosa que puedo afirmar: soy rico, ya que quien tiene un amigo, tiene un tesoro, y yo tengo unos cuantos que valen millones.