dilluns, 4 d’abril del 2016

Retrato

                Hay muchísimas formas de cerrar rotundamente una conversación. Maneras que posiblemente puedan llevar a cerrar también una amistad o directamente perder la oportunidad de pasar toda una vida junto a la mejor persona. Yo soy partidario de decir las cosas a la cara, sin rodeos, o con el silencio. El potente vozarrón del silencio que puede llevar a callarlo todo.
                Pero estas formas no suelen gustar. La sinceridad asusta y es rehuida y el silencio es muy difícil de mantener, por no decir imposible. Por desgracia para mí, hoy en día es preferible utilizar una retahíla de cadencia en apariencia armoniosa y divertida, pero que suele esconder más secretos que la Biblia. Un letanía de la misma consonante con la misma vocal repetidas hasta el hastió. Una burrumballa que va desde dos silabas hasta el infinito.
                Y pese a tener el alma negra, fría y podrida se puede intentar ser simpático, intentar alcanzar al prójimo con la mano y establecer un pequeño vinculo. Pero todos tenemos un límite, y en especial las alma oscuras y álgidas. Pocos comprenden hasta qué punto puede llegar a trastornar el rechazo o la manipulación, y cuando alguien intenta salir de esa pompa de negrura, fétida y roñosa, encuentra aún más desprecio.
                Coño. Y luego se tiene que soportar la subnormalidad que le digan antisocial o callado. Que poco sales. Que poco hablas. Que pocos amigos tienes. Que poca sensibilidad. Que poco amor. Que poco cariño. Gilipolleces de personas que no pueden o no quieren comprender el mundo.
                Y lo mejor es la brillante justificación que se les ocurre para hacerse sentir superiores o más inteligente que nadie. Es que se auto margina, nosotros intentamos ser su amigo y él nos rechaza. Como ya se ha dicho, magnificas gilipolleces.
                Claro que hay gente que huye del tacto ajeno, pero hay que ver que se les ha hecho anteriormente. Pequeñas bromas en plan: no nos reímos del sino con él. Tomarla con una persona por ser diferente, por pensar diferente o por un solo día haber hecho algo diferente por error o en nombre de la innovación, que todos somos de mente abierta pero después, de los 90 nadie nos mueve.

                Finalmente, cuando el damnificado intenta cruzar esa barrera e intenta olvidarlo todo, se encuentra con un muro de insinceridad e indiferencia. Porque para los bromistas no les vale joder, también tienen que ser ellos los que tiendan la mano, porque no solo son los más bromistas y los más inteligente, también deben ser los más “caritativos”. Ahí es cuando se llega al punto del tan mal acuñado término de la auto marginación, ya que después de tanto odio, nadie se fía ya de un poco de amor. 

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