dissabte, 2 d’abril del 2016

El resurgir de la noche

Aviso. La primera parte de esta entrada es Cosas de la noche, la primera de este blog. Es una entrada especial por ser la 50.
Me muevo como un fantasma, como una sombra al amparo de la noche, por otro lado, el único amparo del que puedo disponer. Salto de tejado en tejado buscándola, intentando encontrar esos ojos rojos como la sangre, como dos brasas ardientes, lívidos y mortales. Me jodió la vida hace ya demasiado tiempo, un tiempo indefinible. Cuando no puedes dormir, toda tu vida se convierte en un puto día interminable, el tiempo como lo perciben los humanos es una estupidez para mí. Para todos los que son como yo, supongo.
                Recuerdo la noche que la zorra me atacó. Primero mató a mi perro Rapaz y después se tiró sobre mi pobre cuerpo desnudo y comió de mí, para después follarme. Fue la última noche que dormí. A la mañana siguiente me desperté tirado en el cuchitril que era mi piso, con una profunda quemadura producida por un resquicio de luz que se coló por la cortina raída de la ventana de mi cocina-salón. Aún no está curada, y duele horrores.
                Pero no solo me chupo la sangre y me pego un polvo. Encima ella me convirtió en un vampiro. Un jodido vampiro que antes era un simple divorciado depresivo, escéptico y pobre. Lo único bueno es que ya no tengo que comer, eso que me ahorro. Bueno, eso y las facultades sobrehumanas. En cambio, el no poder salir bajo el sol jode mucho. Y todavía jode más el hambre eterna que tengo dentro. Muerto en vida, los únicos instintos humanos que me quedan son comer y follar.
                Al principio intenté huir de lo que era, pero rápidamente me resigné y empecé a alimentarme. La primera fue mi exmujer y después el gorrón y el vago de su novio. Ahorrarme la pensión también fue un puntazo. Dejé vivo al niño que ella intentó hacer pasar como mi hijo porque el chaval no tenía ninguna culpa y porque parecía bueno. A veces me siento mal por haberle jodido la vida, pero bueno, así crecerá más fuerte, o se matará, quien sabe.
                El olor dulzón de la vampiresa me llega como un puñetazo en toda la nariz. Me quedo completamente quieto sobre el tejado de una finca de 15 plantas. Mis colmillos se agitan violentos y noto como mis pupilas se expanden al máximo. Me lanzo a la velocidad del rayo detrás de ese caminito de migas de pan que me deja.
                Desde el día que me convertí, todas las mujeres con las que he estado han muerto por mí. Todos los amigos que he hecho han sido devorados por mí, incluso he matado animales. Suerte que ya no me quedaba familia. Sus muertes en parte me dan igual, pero me molesta que por su culpa haya tenido que cambiar radicalmente mi vida, que me haya vuelto un puto asesino sádico y que mi corazón quieto cada día sea más gélido. Yo me aseguro que mis comidas acaben bien muertas. Ella me dejó vivo para casi violarme (ahora sé que me empalmé porque es el efecto que tienen los vampiros y vampiresas en los varones humanos) y no se aseguró que muriera, condenándome a algo peor que la muerte.

                Veo su largo cuerpo ceniciento, el esmoquin que llevaba puesto cuando me atacó, sus largas pestañas, sus ojos quebrados por la locura de la eternidad… Ella también me mira y sonríe de forma cruel y brutal, enseñándome todo su arsenal dental. Enloquezco y caigo sobre ella como una fiera desbocada. 

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