dijous, 30 d’agost del 2018

Clavículas partidas


                Me tapo la boca para poder aguantar mejor la respiración. El hueco debajo del escritorio que hay bajo la ventana es angosto y está lleno de telarañas, pero no me quejo. El sudor frío, pese a estar en pleno agosto, cae por mi cuerpo a mares. Entonces, la primera pierna del ser asoma sobre el escritorio y en apenas unos segundos, está sobre el suelo. En un principio, son unas piernas normales de humano, pero mientras se acerca a la puerta, con paso errático, el horro llega a mí.
                Tiene el torso desfigurado por dos grandes cortes que le bajan desde la clavícula hasta casi al cadera, casi uniéndose, pero sin llegar a hacerlo, formando una v de vísceras y huesos. Gracias a luz de la Luna que se cuela por la ventana, puedo ver que hay hilos finísimos y brillantes en medio de los grandes cortes que le cercena el cuerpo. Los hilos unen trozos de carne, huesos y órganos de un lado al otro, pero sin cerrar la herida, lo que hace que el ser parezca ancho de espaldas. Debería ser imposible que un ser así estuviera vivo, pero ni siquiera sangra, por lo tanto, comprendo que no es humano.
                No sé de donde han salido. Simplemente, sobre las dos de la madrugada el pueblo donde he parado para hacer noche se ha inundado de gritos y chillidos horribles. Unos segundos después, se fue la luz. Sin embargo, gracias a la luna he podido ver al ser que se acercaba al hotel de una planta donde me hospedo y he podido esconderme bajo el escritorio.
                El ser está quieto en mi habitación, agitado por una respiración profunda. El aire escapando por sus pulmones destrozados hace una especie de sonido aflautado espeluznante. Observa la cama donde, hace unos minutos, estaba yo durmiendo plácidamente. Observo su cuerpo, esperando que no se gire y me encuentre. Intento no hacer nada, y la falta de aire en mis pulmones empieza a afectarme. Necesito coger aire, pero no quiero. No puedo.
                Ya pienso que me va a ver, cuando el ser decide seguir adelante y sale por la puerta. Para tener los brazos básicamente separados del cuerpo, los mueve muy bien. Para más horror mío, al moverse, un hilo que se ata a su clavícula partid hace que sobresalga y vuelva a su sitio al compás de su paso. Todo acompañado por un ruido gelatinoso y escalofriante.
                Me quedo solo en la habitación. Cuento hasta cinco y cojo aire a través de mis dedos. Decido actuar, no puedo quedarme aquí. Salgo de mi escondite y salgo por la ventana rota. Me destrozo las plantas de los pies con los cristales pero ni siquiera me permito gruñir y salto por la ventana. Una brisa fría choca contra mi cuerpo empapado de sudor y hace que me estremezca. Decido salir del pueblo y esconderme en los bosques profundos.
                Avanzo a oscuras, mirando hacia todos lados por si acaso aparece alguna criatura más. Deduzco que hay más por la cacofonía de gritos de dolor que recorre el pequeño municipio. Llego al final de la calle y voy a asomarme por la esquina para ver si está despejado pero no llego.
                Varias manos se aferran a mi cuerpo desnudo e indefenso y me inmovilizan. El agarre es tan fuerte que siento que me van a destrozar los huesos. Grito, más por miedo que por dolor. Forcejeo pero es inútil. Hay dos criaturas de esas sujetándome y otra se me acerca. Esta tiene atributos de mujer y lleva una gran sierra en su mano derecha. Me orino encima. No puedo evitarlo.
                La mujer, aparte de las dos heridas del torso, tiene la cara amoratada y abultada. Llena de costras y con los ojos hundidos pero brillantes como brasas ardientes. Cuando está delante de mí, pone la sierra sobre mi hombro izquierdo.
                A medida que empieza a serrarme la clavícula, un dolor que nunca he experimentado me posee. Siento como me desgarra y las lágrimas escapan de mis ojos a raudales. Me dejo la garganta gritándole que pare, que tenga piedad… pero nada le inmuta. El tiempo no pasa para mí. Cada vez que corta por una costilla, mi cuerpo se estremece y esquirlas de hueso salen volando. Espero a la muerte, pero esta no llega, ni siquiera sangro. Pasan los minutos y ya no grito, no me quedan fuerzas. Cuando llega a la altura del ombligo, saca la sierra con violencia. Un trozo de mi intestino asoma por la herida.  Entonces, empieza con el derecho. Pienso que va a doler menos, pero no. La tortura vuelve a ser la misma.
Cuando acaba, creo que han pasado horas. Serrar a un humano es largo y el sol ya está saliendo. Me dejan caer al suelo. No me puedo mover. No por estar casi cortado en tres trozos, sino porque no me quedan fuerzas por el dolor. Uno de los que me sujetaba, saca un ovillo de hilo finísimo y agujas.
                Siento las puntadas que da en mis entrañas y en mi piel desgarrada. Siento como manosea los huesos y como se mueven en mi interior, desgarrándome por dentro. Pero ni así consigo morir. A medida que siento como repunta las heridas, caigo en un sopor profundo. Se, que para cuando acabe de coserme, ya no seré yo mismo. Sé que me voy a volver en uno de ellos. No sé cómo funciona ni porqué. Pero nunca he estado tan seguro de algo en mi vida. Ese es el motivo por el cual no me puedo morir. Quiero resistirme e intentar morir, pero estoy tan exhausto, que ya no me importa. Solo me dejo atrapar por el sueño.
                Mis dedos empiezan a moverse, lo noto aunque no sea yo quien está haciendo el movimiento. Siento escozor en mi cara y como se hincha. El último estímulo que siento en esta vida propia, es una fuerte quemazón detrás de los ojos y se expande por toda mi cabeza. Después nada.

divendres, 17 d’agost del 2018

Mirall trencat


És fàcil caure en la temptació de l'apatia. Tot i que no ho desitgem, sempre ens pot sobrevenir la fatiga al món, eixe punt on la rutina macabra, barrejada amb el terror normalitzat que sorgeix d'aquesta societat malsana, ens porta un pas enrere. Ens fa tancar-nos en nosaltres mateixa, en un pou de fàstic que, massa vegades, és més profund del que pensem.
No ajuda gens que ens hagen ensenyat a buscar l'aprovació de tothom i que ens hagen introduït la dependència gregària a força de tortura psicològica. És dur sentir que eres un pes per als teus, una molèstia innecessària. És dur descobrir com “el teu món” segueix d'amagades a tu, deixant-te fora d'un joc en el qual t'han obligat a participar.
Sempre intentem refugiar-nos en la indiferència. Fer-nos pensar que un dolor no ens afecta és sols una cura a curt termini. Un cura terroríficament inútil. Com voler parar el sagnat d'una amputació amb tiretes. Al final, la torrentada de sang acaba eixint. Amb els sentiments és igual. Podem apartar-los a un costat, deixar la ment en blanc per a no pensar. Amb un poc de sort, una experiència traumàtica acaba en els abocadors del nostre oblit. Però no sol passar, per no dir mai. Més prompte que tard, el dolor i l'angoixa s'obrin pas com un esbart d'ocells bojos.
Pense, en tots aquells moments que m'he vist reflectit als ulls d'una persona estimada i he vist una imatge esperpèntica de mi. Com si escorcollara en un mirall trencat, he vist el que l´altra persona veu de mi: tots els problemes que li cause, el llast que supose per a la seua vida. Hui a dia, les coses són pitjors. En aquests moments, el mirall trencat poden ser paraules escrites a una pantalla de cristall líquid. En llegir saps que l'altra persona vol tallar la conversa i oblidar-se de tu. Saps, que vol tirar-te a la foscor de la seua ment.
De fet, el món al complet és un mirall esberlat. Tots els llocs estan replets de miralls que han deixat les persones del teu voltant perquè veges tot el mal que causes. Sí, tu i jo també ho fem. Moltes vegades, ho fem sense pensar i sense voler, no obstant això, la ignorància no ens fa innocents del dolor que causen.
Si som mínimament forts, veure’ns en aquests miralls metafòrics no ens afecta massa. Com ja he dit abans, un parell de sentiments es poden apartar. El problema ve quan tot al teu voltant són reflexes, caricatures deformes, que tot i que pareixen irreals, són la millor imatge de tu mateixa. En eixos moments, quan ens sentim com atrapats a una casa de miralls rajats, és quan ens sumim en l'apatia, quan més profund es fa el pou.
Podem pensar que, a mesura que passa el temps i acumulen experiències dolentes, ens tornem més resistents a elles. Tal vegada, sols tal vegada, hi ha un poc de raó. Per una altra banda, per cada colp que acumulem és més senzill abocar-nos a la desesperació. Cada vegada, ens resulta més fàcil caure al forat que eixir d'ell. Fins que arribe el moment en el qual mai podrem eixir.

dimecres, 8 d’agost del 2018

Serres


Ningú ho esperava. Qui ho faria? Qui pensaria que els nostres somnis de passat i de futur anaven a desaparéixer en poques hores? Qui pensaria que un xicotet foc convertiria la verdor de la nostra casa en un paratge de negror infinita? Qui pensaria que eixe monstre de fum i foc ens reduiria a simples espectadors de desgràcies tan esgarrifoses?
Pense en bons moments i no puc evitar veure aquella vesprada que sols amb Google maps i ganes d´aventura, ma tia, el meu germà, la meua cosina i jo ens dedicarem a buscar el Castell de Pinet. Escalar l'Alt dels Castellet va ser llarg i cansat, però quan vam trobar les ruïnes ens va inundar l'alegria. Les vistes dels barrancs, les muntanyes i el poble de Pinet eren tan reconfortants... Recorde que vam deixar una gorra trencada com a marca d'on estava el castellet. Supose que ja no estarà, com tot en aquests dies.
Com oblidar la vegada que, un grupet de gent del poble, va organitzar una ruta a la Penya Llarga. Jo esperava una gran lloma seca, però la Penya amagava dues coses: unes grans vistes del nostre espectacular terme i un xicotet bosc d'ensomni ple de secrets i misteris dels quals ara sols podrem parlar amb melancolia.
Abans, recórrer el Pujol i la Poletana era com recórrer el poble. Els bancals i les casetes dels llutxentins custodiaven els camins i ens servien de guia...
Ningú ens va dir que les flames posarien en perill el nostre benvolgut Rafal. Quasi tots hem nadat en el seu estany, tot i paréixer un pantà ple de monstres imaginaris. Tots, hem begut de les seues aigües fresques i revitalitzadores...
Ara és més difícil. Ja que ficar-ho per escrit és haver-hi d'acceptar-ho. Parlar del Surar durant aquestes hores de terror és fer-ho amb llàgrimes als ulls. No puc recordar la primera vegada que hi vaig muntar, però sí que puc recordar que ho he fet moltes vegades. He observat les hedres escalant els pins i les sureres creant una imatge màgica. He escorcollat les aigües de la Basseta en cerca dels amfibis que l'habitaven. Sempre dolç serà el record de voreu tot blanc i congelat per la neu. Neu que a partir d'ara sols podrà posar-se sobre cendres i cremats.
A la ment em ve la primera vegada que vaig anar als Miradors. Era una ruta nocturna per veure l'eixida del sol. Des del seu cim també he pogut gaudir de pluges d'estrelles. Pensar en aquella vegada que volia portar als meus als Miradors però acabarem a l'Alt de la Lletera. Un error, però un error preciós que ens va fer gaudir del punt més alt de les nostres terres. La Barraqueta de Pedra ja no li donarà refugi a ningú... El Cap de l'Ase ara és simplement una bola de vegetació negra i moribunda...
A Llutxent i a Pinet ens toca acomiadar-nos de vosaltres, de les nostres Serres. Ens acomiadem amb la soledat que ens produeix veure que els ocells han fugit, sense possibilitat de poder tornar a fer nius en vosaltres. Ens acomiadem amb un rèquiem de rotors d'helicòpters i sirenes d'emergències. Ens acomiadem amb el nerviosisme, el dol i la por que produeix veure com ta casa es crema i desapareix. Ens acomiadem amb l'esperança que els pròxims habitants de les nostres viles vos puguen gaudir i veure com hem fet nosaltres.
Adéu...

dijous, 2 d’agost del 2018

Pan duro


                La ciudad de Brașov se hundía en la noche. La oscuridad más profunda de sus peores callejuelas ahogaba los jadeos estertóreos de Rodolfo que, sumido en un intenso terror, corría por estos estrechos pasajes. Su vida dependía de que sus pasos lo llevaran lejos. Sin embargo, unas horas atrás, su vida era totalmente diferente.
                Había salido de fiesta cuando, un chico muy guapo, le había entrado de forma muy bestia. Él, que llevaba una racha bastante mala, decidió dejarse llevar por una vez en la vida. El otro chico, llamado Velkan, le llevó a su casa. Resultó ser panadero y vivir sobre su establecimiento. Rodolfo mentiría si no dijera que había sido una de sus mejores noches. Eso sí, le había parecido muy gracioso el tatuaje en forma de cacahuete que tenía Velkan en la baja espalda.
                No obstante, durante la madrugada, Rodolfo había despertado sumido en la inquietud. A su lado, Velkan ya no estaba. Lleno de curiosidad, había decidido bajar a la panadería a buscarlo: tenía ganas de repetir.  Nada más pisar la tiendecita, el olor a pan de ajo le había despertado el apetito. Buscando el dulce manjar, su pie chocó dolorosamente contra algo metálico en el suelo: la argolla de una trampilla. En un principio decidió ignorarla, pero siempre había sido más curioso que cauto.
                Al levantar la trampilla, una apertura oscura se abría como la boca de un lobo. Unas simples escalerillas se escurrían por la negrura hasta algún lugar imposible de distinguir. Cogiendo aire, Rodolfo decidió bajar hasta el fondo. En apenas 12 o 13 peldaños, la escalera desembocaba ante una puerta.
Rodolfo la abrió y una gran sala tenuemente iluminada apareció ante él. Solo había una mesa redonda sobre la cual había muchos papeles y las paredes llenas de retratos de personas con una túnica blanca. De hecho, casi todas las caras le sonaban. Muchos de ellos eran vecinos de Brașov, pero también había gente famosa. Youtubers, instagramers… influencers en general. Rodolfo pudo reconocer a Salaida, una influencer española que  no paraba de quedar mal en las redes.
                Entonces leyó la palabra: Illuminati. Las letras estaban grabadas sobre la mesa, la cual tenía muchos papeles sobre finanzas y bolsas económicas del mundo. También información de líderes mundiales y elecciones. Rodolfo comprendió al momento que se había metido en el seno de una especie de secta u organización de tarados. Empezó a dar la vuelta para irse cuando la voz de Velkan lo paralizó:
-          Ahora no puedes irte. De hecho, nunca podrás. Deberías haberte quedado durmiendo.
Estaba vestido con una de las túnicas blancas y con dos personas más a su lado. Todos tenía agujeros en la túnica que mostraban una porción de su piel donde se distinguía algo: un tatuaje en forma de cacahuete.
-          ¿Qué sois? – preguntó tartamudeando Rodolfo.
-          ¿No es obvio? – dijo Velkan burlón- Somos la división rumana de los Illuminati. Somos lo que dirigimos el destino del país y del mundo entero. Aquí, en las paredes, puedes ver a algunos de nuestros mejores representantes.
Rodolfo tragó saliva. Mientras, siguió retrocediendo. Sin embargo, su espalda chocó contra algo. Más personas vestidas con la túnica blanca.
-          ¿No me has entendido? No vas a salir de aquí.
Rodolfo comprendió que iba a morir. La desesperación ya lo estaba atenazando cuando, de repente, uno de los encapuchados de sus espaldas empujó a sus compañeros y dejó la salida libre.
Rodolfo no entendía que pasaba y sabía que era muy egoísta abandonar a su salvador, pero el instinto de sobrevivir ganó la partida contra la consciencia. Rodolfo salió corriendo.
Y había seguido corriendo hasta perderse por los barrios bajos de Brașov. No obstante, sus perseguidores no lo habían perdido a él. Podía escuchar sus pasos apresurados a su espalda.
El horror de Rodolfo aumento al percatarse de que había entrado a una calle sin salida. Ya estaba a punto de dar marcha atrás cuando vio un bar al fondo de la calle: Castillo de Drácula. Entró a prisas, esperando que sus perseguidores no lo hubieran visto.
El barucho daba pena: solo tenía una barra con un chico detrás. Las sillas y los taburetes estaban vacíos. Rodolfo se acercó hasta la barra para pedir un vaso de agua. Entonces, se dio cuenta de que conocía al camarero que, sudoroso y cansado, estaba chupando un polo de fresa. Era un antiguo compañero de instituto: Jenica, aunque todos los llamaban Drácula porque, una vez, estando con un chico, le había hecho sangre con los dientes en el pene.
Drácula lo miraba con los ojos abiertos de par en par mientras las gotas de sudor recorrían su rostro. De hecho, parecía muy asustado.
-          Ayúdame – murmuró Rodolfo.
El chirrido de la puerta abriéndose ocupó el bar. Pero Drácula no dudó, cogió una de las botellas de alcohol que tenía en el mostrador y la lanzó. La botella estalló en una gran bola de líquido amarillento y cristales al estrellarse contra la cara del illuminati.
-          Ven conmigo – gritó Drácula mientras se dirigió a la puerta de atrás.
La puerta daba a otra calle donde había un coche aparcado. Drácula subió dentro y Rodolfo lo siguió. Justo cuando el coche salía despedido, sus perseguidores asomaban por la puerta y empezaban a dispararles.
Rodolfo no dijo nada durante varios minutos. Solamente estaba embobado observando como Drácula conducía. En Drácula y en su cuello. El tatuaje de un cacahuete se asomaba por encima del cuello de la camisa. Rodolfo ató cabos pero no habló. Solo cuando se dio cuenta de que estaban saliendo de Brașov, decidió preguntar:
-          ¿Por qué?
Drácula tragó saliva:
-          En el instituto estaba enamorado de ti. Nunca te dije nada ya que mi fama me convirtió en una especie de apestado. Te burlabas de mí y me humillabas al igual que todos. Me amargasteis. Aunque, por desgracia, a ti no te puedo guardar rencor – mientras Drácula hablaba, una furgoneta se acostaba a ellos a gran velocidad -. En verdad, estaba muy colado por ti. Pensé que te había olvidado hasta que te vi en la panadería. No sé porque, pero te ayudé. Ellos no sabían quién era el traidor, ya que la capucha de la túnica nos tapa la cara. Por eso, cuando entraste al bar, supe que estaba perdido. Ya se podían imaginar que era yo el traidor, aunque solo ha sido una estúpida casualidad.

La silueta del puente que cruzaba el río Bârsa se dibujó ante ellos.
-          Podrías haberme entregado en el bar, como si no pasara nada – siguió Rodolfo, intrigado.
En ese momento, Drácula lo besó en la boca.
-          Supongo que el sentimiento es más fuerte que la acción.
Todo pasó a la vez y muy rápido. Drácula se había acercado al máximo a la derecha de la calzada y mientras besaba a Rodolfo, había abierto la puerta del copiloto. Al mismo tiempo que empujaba a Rodolfo fuera del choche, frenaba en seco.
Rodolfo se golpeó las piernas con la barandilla, no obstante, cayó hasta al río. Mientras tanto, en la superficie, la furgoneta de los Illuminati, que iba a más de 100, chocaba violentamente contra el coche de Jenica.
Rodolfo se hundió en las negras y frías aguas del río. Mientras la corriente tiraba de él, pudo salir a tomar aire. Apenas podía mover la pierna izquierda, así que supuso que se la había roto. Aunque no le importaba. Su atención estaba fija en la gran bola de fuego que había sobre el puente y calcinaba los dos vehículos. Quería sentir algo más de pena por Jenica pero no pudo.

Al tiempo que el agua lo arrastraba mansamente, se percató de lo mala persona que era. De que era un ser vacío, egoísta y cobarde. También se dio cuenta de que no quería cambiar: esas cualidades le habían salvado la vida. Entonces, recordó unas de las últimas palabras de Jenica: “estaba perdido” y no “estábamos perdidos”. Curiosa la sentencia que se había autoimpuesto.