Las voces
se expanden por toda la calle como una onda expansiva destructiva. Muchas gritan
al unísono palabras de libertad y de fuerza, otras balbucean de los nervios,
como una cacofonía de cuervos moribundos; y otros no dicen nada, solo hacen
sucumbir el mundo. La gente corre sin sentido, buscando algo para destruir,
algo que rompa las cadenas de la pobreza y la opresión que los envuelven como zarcillos
de muerte. Están hartos. Hartos de vivir para que les pasen por encima, hartos
de morir para llenar las bocas de los monstruos que lo dirigen todo. Si preguntas
uno por uno cada uno te dirá que destruye esa ciudad frívola y degenerada por
uno o varios motivos, todos diferentes, pero con un origen común.
Están los que luchan por la
tolerancia. Irónico. Cansados de los insultos y el desprecio que los baña cada
día cuando salen a existir. Cansados de las palizas de los infra seres
intransigentes que pretenden que todos seamos iguales. Normal, un rebaño con
solo cabras blancas es más fácil de llevar.
Otros luchan
por algo tan simple como comer. Porque es tan potente la aspiradora de los
peces gordos que al final solo quedan ratas y hierba mustia para alimentarse. Claro
está, hasta que algún loco invente platos de primera con tales ingredientes. Aunque
yo prefiero comer ratas que obligar a otros a hacerlo. Es más digno.
También
están los que luchan por la cultura. Imperdonable es ver teatros cerrados a
calicanto. Cines deshabitados por precios desorbitados. Libros arder y acumular
polvo en las librerías. Puede que la piratería tenga mucha culpa en esto, pero
la culpable es la especulación.
Money, como toda la vida.
Lo que
está claro es que todos luchas por el futuro. Para no ver a los jóvenes de hoy
siendo los adultos amargados y recluidos en trabajos injustos y esclavizadores,
con jornadas manipuladas, que ellos
quieren. Para no tener que contemplar a los niños siendo jóvenes sin esperanza,
sin ilusión por el mañana. Para que los bebés que hoy nacen no sean los niños
rodeados de hambre y desolación que nos esperan a la vuelta de la esquina, más
cerca de lo que creemos.
Corren y
gritan, destruyen y queman, lloran y suplican, piden un futuro. Piden algo que
todos tenemos al nacer pero que las circunstancias nos quitan. Piden simplemente
que nos les compliquen la vida. Pero claro, para que unos vivan en castillos de
nubes la mayoría deben arrastrarse en el fango.
Y la
falsa ilusión del estado de bienestar se desgaja trozo a trozo.
Y cada
día la justicia es más endeble y la humanidad más corrupta.
Y lo
peor de todo es que solo hace falta un error para convertir unos disturbios en
una guerra entre hermanos. Aunque siempre hay quienes lo prefieren.
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