Con una
guadaña negra y llena de pulseras de colores en la izquierda y con una espada
hecha de su sangre turbulenta e inestable en la derecha, Alana salta y recorre
la montaña dejando atrás el castillo de Carrícola. Su cerebro no ha sufrido
daños en la última caída, por tanto, aún conserva sus nuevas habilidades y,
mejor aún, sabe perfectamente dónde está Nudus. El cielo se va anaranjado y
enrojeciendo a medida que el sol desaparece a su espalda. Está surcado de nubes
algodonosas que lo recorren como los cisnes que viajan por un mar de oro
candente.
Apenas tarda
unos minutos en ver como el punto más alto de la Vall se alza ante ella
imponente. Aunque corre una ligera brisa fría en la cima del Benicadell y Alana
va desnuda, apenas siente las bajas temperaturas mordiéndole en la piel como
una jauría de ratas. Está muy cerca, el suelo de tierra y vegetación pardusca
se convierte en peña pura y blanca. Los primeros obstáculos se abalanzan sobre
Alana.
Trece excursionistas
caen sobre ella enloquecidos: siete mujeres, dos hombres y cuatro niños. Alana
deja de moverse para observar a sus forzados enemigos. Quiere herirlos en lo
más mínimo. Se mueve veloz. No pudo hacer esto en Roma por la cantidad de
enemigos que había pero aquí es diferente. La empuñadura de Falç y la parte trasera de Corbella se estrellan contra las trece
nucas de los pobres desgraciados que la rodean. Al momento caen desmadejados e inconscientes,
arropados por la piedra caliza.
En menos
de un minuto llega al encuentro de su hermano. Nudus se encuentra de pie sobre
el punto geodésico y parece observar la inmensidad de las tierras que se abren
pacíficas a sus pies. Se gira y Alana lo puede ver bien. Su cuerpo desnudo está
ligeramente musculado sin pasarse. Su pecho está cubierto por una fina capa de
pelo. Pero lo mejor es su rostro, cubierto por una barba negruzca de tres días
y con unos relucientes ojos pardos. Alana, aunque jamás había sentido atracción
por un hombre, se queda anonadada por la belleza que transmite, ya no
físicamente, sino desde dentro. Parece irradiarla.
-
Alana- Nudus sonríe y le habla con una dulce voz
-. Me has sorprendido, no esperaba que pudieras escapar de Imao. Te he
subestimado.
Algo llama la atención de Alana:
el cuerpo de su hermano está recubierto por millones de cicatrices que brillan
con un color plateado, como si hubieran sido selladas con metales. Una vibración.
Las partículas de polvo y arena a su alrededor se agitan y Alana se ve rodea al
momento por un segundo. Al segundo siguiente, ha saltado de la cerca de muerte
que se había formado a su alrededor. Corbella
sale despedida de su mano y, girando, se dirige a Nudus. Este la esquiva fácilmente
saltando.
No obstante, en el aire está
Alana esperándole. Nudus, aunque sorprendido, consigue bloquear la peligrosa
hoja rojiza de Falç con una lanza de grava.
Sin embargo, es el brazo izquierdo de Alana quien busca atacarlo. Pese a ser su
primera arma, Alana jamás pudo utilizarla, ya fuera porque no le hizo falta o
porque no le dio tiempo. El caso es que dieciséis hilos negruzcos brotan del
codo de Alana. Los hilos recorren rápidamente el antebrazo hasta juntarse en un
único punto en la palma de Alana. De repente, la atmosfera huele a metal y la
cara de Alana se convierte en un ictus de concentración. Los vasos sanguíneos
se marcan en el brazo de Alana. Trabuc
estalla sobre el pecho de Nudus lanzándole una fuerte corriente eléctrica que
lo lanza hacia atrás.
Nudus rueda sobre las rocas hasta
quedarse inmóvil cerca del borde. En su pecho, una horrible marca negra y
humeante. Ese ataque hubiera matado a cualquier humano normal, pero Nudus no es
normal, y Alana lo sabe. Él ríe fuertemente
mientras se levanta. En su mano derecha empuña la guadaña. Alana se maldice, no
había esperado que el impacto de Trabuc
sería tan fuerte como para lanzar a Nudus tan lejos.
-
Lo siento, solo ha sido un ataque desesperado de
alguien que sabe que ya no tiene nada que hacer. Me rindo – Alana se queda
perpleja. No se esperaba para nada esa reacción.
-
Si esperas que sea tan tonta como para caer en
tus manipulaciones…
En ese momento un grito atronador
de millones de personas nace de La Vall d´Albaida y escala el monte hasta llegar
a los oídos de Alana. Es horrible y al momento impone. Todos gritan un mismo
nombre al unísono: Nudus.
-
Me imagino que tú también puedes oírlo. Este es
mi poder, Alana, si pudiera someterte ya lo hubiera hecho. Tú estás preparada
para resistirnos. Eres nuestro sistema inmunológico. Y lo estás haciendo bien,
pero al mismo tiempo horriblemente mal.
Alana se acerca a él.
-
¿Qué quieres decir?
Nudus vuelve a reír, pero esta vez lo hace
de forma resignada y cansada.
-
Comprendo, quieres respuestas – Nudus mueve a Corbella de forma magistral -. Yo no te
las voy a dar. Lo siento hermanita. Por favor, ahora que te estás quedando sin
enemigos, te toca buscar al peor de todos.
La hoja le raja de arriba abajo destruyendo
su hermoso cuerpo. Nudus se deja caer y se precipita al vacío. Alana grita de
impotencia y se abalanza detrás de él, cazando a Corbella al vuelo. Utilizando
a sus hilos para bajar la empinada pared caliza Alana consigue llegar a una
parte relativamente baja de la montaña totalmente ilesa.
Tarde.
Nudus ha caído de cara, aunque el
golpe le ha roto el cuello hasta hacerlo girar 180º, lo que da la apariencia de
que este mirando al cielo. Alana puede ver como el cielo se va volviendo negruzco
reflejado en los ojos lechosos de su hermano. Las nubes ya no se ven blancas,
ahora solo son manchas grisáceas. Alana suspira. Aunque totalmente confusa por
las últimas palabras de su hermano ahora ya solo le queda un blanco.
Quarantamaula.
¿Quién acompañará a Alana?
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