dimarts, 9 de maig del 2017

Almas de algodón. Alana VII.

                Con una guadaña negra y llena de pulseras de colores en la izquierda y con una espada hecha de su sangre turbulenta e inestable en la derecha, Alana salta y recorre la montaña dejando atrás el castillo de Carrícola. Su cerebro no ha sufrido daños en la última caída, por tanto, aún conserva sus nuevas habilidades y, mejor aún, sabe perfectamente dónde está Nudus. El cielo se va anaranjado y enrojeciendo a medida que el sol desaparece a su espalda. Está surcado de nubes algodonosas que lo recorren como los cisnes que viajan por un mar de oro candente.
                Apenas tarda unos minutos en ver como el punto más alto de la Vall se alza ante ella imponente. Aunque corre una ligera brisa fría en la cima del Benicadell y Alana va desnuda, apenas siente las bajas temperaturas mordiéndole en la piel como una jauría de ratas. Está muy cerca, el suelo de tierra y vegetación pardusca se convierte en peña pura y blanca. Los primeros obstáculos se abalanzan sobre Alana.
                Trece excursionistas caen sobre ella enloquecidos: siete mujeres, dos hombres y cuatro niños. Alana deja de moverse para observar a sus forzados enemigos. Quiere herirlos en lo más mínimo. Se mueve veloz. No pudo hacer esto en Roma por la cantidad de enemigos que había pero aquí es diferente. La empuñadura de Falç y la parte trasera de Corbella se estrellan contra las trece nucas de los pobres desgraciados que la rodean. Al momento caen desmadejados e inconscientes, arropados por la piedra caliza.
                En menos de un minuto llega al encuentro de su hermano. Nudus se encuentra de pie sobre el punto geodésico y parece observar la inmensidad de las tierras que se abren pacíficas a sus pies. Se gira y Alana lo puede ver bien. Su cuerpo desnudo está ligeramente musculado sin pasarse. Su pecho está cubierto por una fina capa de pelo. Pero lo mejor es su rostro, cubierto por una barba negruzca de tres días y con unos relucientes ojos pardos. Alana, aunque jamás había sentido atracción por un hombre, se queda anonadada por la belleza que transmite, ya no físicamente, sino desde dentro. Parece irradiarla.
-          Alana- Nudus sonríe y le habla con una dulce voz -. Me has sorprendido, no esperaba que pudieras escapar de Imao. Te he subestimado.
Algo llama la atención de Alana: el cuerpo de su hermano está recubierto por millones de cicatrices que brillan con un color plateado, como si hubieran sido selladas con metales. Una vibración. Las partículas de polvo y arena a su alrededor se agitan y Alana se ve rodea al momento por un segundo. Al segundo siguiente, ha saltado de la cerca de muerte que se había formado a su alrededor. Corbella sale despedida de su mano y, girando, se dirige a Nudus. Este la esquiva fácilmente saltando.
No obstante, en el aire está Alana esperándole. Nudus, aunque sorprendido, consigue bloquear la peligrosa hoja rojiza de Falç con una lanza de grava. Sin embargo, es el brazo izquierdo de Alana quien busca atacarlo. Pese a ser su primera arma, Alana jamás pudo utilizarla, ya fuera porque no le hizo falta o porque no le dio tiempo. El caso es que dieciséis hilos negruzcos brotan del codo de Alana. Los hilos recorren rápidamente el antebrazo hasta juntarse en un único punto en la palma de Alana. De repente, la atmosfera huele a metal y la cara de Alana se convierte en un ictus de concentración. Los vasos sanguíneos se marcan en el brazo de Alana. Trabuc estalla sobre el pecho de Nudus lanzándole una fuerte corriente eléctrica que lo lanza hacia atrás.
Nudus rueda sobre las rocas hasta quedarse inmóvil cerca del borde. En su pecho, una horrible marca negra y humeante. Ese ataque hubiera matado a cualquier humano normal, pero Nudus no es normal, y Alana lo sabe.  Él ríe fuertemente mientras se levanta. En su mano derecha empuña la guadaña. Alana se maldice, no había esperado que el impacto de Trabuc sería tan fuerte como para lanzar a Nudus tan lejos.
-          Lo siento, solo ha sido un ataque desesperado de alguien que sabe que ya no tiene nada que hacer. Me rindo – Alana se queda perpleja. No se esperaba para nada esa reacción.
-          Si esperas que sea tan tonta como para caer en tus manipulaciones…
En ese momento un grito atronador de millones de personas nace de La Vall d´Albaida y escala el monte hasta llegar a los oídos de Alana. Es horrible y al momento impone. Todos gritan un mismo nombre al unísono: Nudus.
-          Me imagino que tú también puedes oírlo. Este es mi poder, Alana, si pudiera someterte ya lo hubiera hecho. Tú estás preparada para resistirnos. Eres nuestro sistema inmunológico. Y lo estás haciendo bien, pero al mismo tiempo horriblemente mal.
Alana se acerca a él.
-          ¿Qué quieres decir?
Nudus vuelve a reír, pero esta vez lo hace de forma resignada y cansada.
-          Comprendo, quieres respuestas – Nudus mueve a Corbella de forma magistral -. Yo no te las voy a dar. Lo siento hermanita. Por favor, ahora que te estás quedando sin enemigos, te toca buscar al peor de todos.
La hoja le raja de arriba abajo destruyendo su hermoso cuerpo. Nudus se deja caer y se precipita al vacío. Alana grita de impotencia y se abalanza detrás de él, cazando a Corbella  al vuelo. Utilizando a sus hilos para bajar la empinada pared caliza Alana consigue llegar a una parte relativamente baja de la montaña totalmente ilesa.
Tarde.
Nudus ha caído de cara, aunque el golpe le ha roto el cuello hasta hacerlo girar 180º, lo que da la apariencia de que este mirando al cielo. Alana puede ver como el cielo se va volviendo negruzco reflejado en los ojos lechosos de su hermano. Las nubes ya no se ven blancas, ahora solo son manchas grisáceas. Alana suspira. Aunque totalmente confusa por las últimas palabras de su hermano ahora ya solo le queda un blanco.
Quarantamaula.

¿Quién acompañará a Alana?

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