diumenge, 28 de maig del 2017

Almas de hogar. Alana X.

                El sol de verano cae a plomo sobre la tierra pese a ser aún por la mañana. El calor y la luz anaranjada típica de los días de julio llena el pueblo de bochorno y camisas sudadas. Llutxent está vivo: la piscina municipal está llena de niños y gente nadando, mientras que las calles de asfalto casi líquido son recorridas por gente que va en busca de una cerveza o un refresco.
                Alana y Floresta están inmóviles ante un gran cartel en blanco y negro. Siete miradas inocentes e infantiles les acosan desde la distancia del tiempo. El papel está desgastado y rasgado. Hace ya nueva años. Un “Se buscan” gigante y en negrita parece burlarse de ellos.
-          No es justo – murmura Alana al pensar en las siete familias que se quedaron rotas para siempre.
Mientras camina hacia un camino que le lleve a la sierra, Alana no puede evitar fijarse en las caras de las personas con las que se cruza, buscando rostros familiares que la miraran como una extraña. De hecho, las personas la miran evaluandola, juzgándola de forastera con sus ojos acostumbrados a ver siempre a la misma gente. Forasteros en sus propios hogares. Una lágrima solitaria cae al suelo y se evapora rápidamente.
El alquitrán se convierte rápidamente en grava y tierra, y estás a su vez derivan en sendas serpenteantes de matorrales verdes y amarillos inundados de insectos, réptiles y algún que otro conejo. El paisaje medio pelado se vuelve rápidamente en un bosque de alcornoques y pinos que dan sombra. Alana no suda, no puede hacerlo. El Surar llena la mente de Alana de los recuerdos de su segunda infancia. También fue feliz, a su manera. Engañada, pero feliz. Cuando llega a una curva bordeada de helechos gigantes, Alana sale de la pista forestal para meterse entre los árboles.
En unos minutos llega. Una puerta parece emerger del suelo como una boca. Está oxidada y cubierta casi al completo de parras. Floresta se estremece en el hombro de Alana al ver algo. Ello mira a su alrededor alerta. Entonces los ve, escondidos por la maleza: huesos. Las calaveras deformes y el resto de huesos asoman de la tierra como si hubieran sido cultivados. Un escalofrío producto del asco sube despiadado por la espalda de Alana. En los dos años que había estado fuera de su casa su “madre” parecía haber intentado volver a criar.
Alana ni siquiera intenta abrir la puerta, esa cortesía se la deja a la hoja de Corbella. El metal resquebrajado cae al suelo y el frescor encerrado detrás de él escapa abofeteando a Alana. El pelaje negro de Floresta se eriza como cuchillas.
El tramo de escaleras se hace corto. Debajo hay otra puerta, aunque esta está abierta y la luz mortecina que sale de ella acuchilla la oscuridad débilmente. Aunque la estancia del lugar es la más grande, Alana sabe que el laboratorio de Pandora no es el único lugar que hay allí abajo. Una puerta se mueve ligeramente y Alana se pone en guardia. La habitación es un cubículo no muy grande donde un día, 102 meses atrás siete infantes perdieron sus vidas. A partir de ese día fueron muchos los seres vivos que también la perdieron entre esas cuatro paredes pintadas de sangre y gritos.
Alana se ve abrumada por los recuerdos y un pequeño mareo la ataca. La guadaña le sirve de apoyo.
-          Mis queridos hijos inmortales – la voz insufriblemente afable le llega a Alana desde detrás de una especie de autoclave gigante -. Parece que al final me habéis descubierto.
La furia inunda a Alana, pero sigue paralizada por los traumas. Sus rasgos se crispan tanto que un hilillo de saliva escapa por las comisuras de su boca.
-          ¿Por qué? – aunque lo ha dicho susurrando, su voz suena afilada y amenazadora.
Pandora Eva-Lilith se acerca, con su rostro alegre y su sonrisa amable marcada a fuego en la cara.
-          Lo siento mucho, de verdad que lo siento. Pero ¿acaso no es más importante la humanidad que la vida de unos pocos niños?

Aunque creía que era imposible sentir más rabia, Alana la siente. Aún está un poco débil, No obstante, se decide a atacar. Sin embargo, la falta de peso en el hombro le hace detenerse de golpe, aterrada.
-          ¡NOOOO!
Floresta sale volando, convertido en una bola de furia. Sus ojos multicolores emiten de todo menos ternura. En teoría, como ha renacido no debería ser capaz de recordar a esa mujer, de acordarse del odio que le profesa. No obstante, Alana sabe de sobra que las cosas no son tan fáciles. Los traumas siempre prevalecen.
Las lianas de parra de la mano derecha de Pandora actúan rapidísimo y envuelven a Floresta como si fuera un regalo, intentando ahogarlo. Pero el gato no es tan débil. Una de sus cinco colas se alarga como una serpiente fusionándose con el suelo. Al momento el laboratorio se vuelve contra su ama. Trozos de pared salen despedidos contra ella.
La cabeza de Floresta se estrella brutalmente contra el suelo. Aún es demasiado pequeño como para manejar su cuerpo en estado semisólido. Su ataque se ve inmediatamente frustrado. Las parras lo levantan y los estampan contra la pared. Seguidamente se mueven hacia atrás, apretando a Floresta contra la pared hasta soltarlo y mandarlo a volar contra una campana de extracción de gases al final del laboratorio. En la pared, solo queda una estela en forma de grieta como testigo de la batalla.
Alana grita y se precipita como una loca contra su madre. Se rasga la piel del muslo para hacer que Falç crezca como nunca, mientras que utiliza a Corbella para cortar las parras y que no la ataquen. La punta de la espada parece ir directa al ojo de Pandora cuando la mano izquierda la para, sin inmutarse.
Entonces, la sangre que forma el filo de Falç empieza a volverse negruzca, a secarse y a podrirse. Alana anula rápidamente al arma. La sangre sigue pudriéndose en el suelo hasta volverse una masa negra y verduzca.
Pandora sonríe:
-          Siempre se me ha dado mejor destruir la vida que crearla – dice mientras que de la palma de su mano izquierda surge una vara de punta afilada, hecha de hueso y cubierta de jirones de piel quemada y maloliente.


¿Quién le abrirá la puerta de casa a Alana?

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