diumenge, 21 de maig del 2017

Almas de verdad. Alana IX.

                Siempre eran siete y como todos los días, cuando terminaban el colegio a las doce y media iban a la guardería a esperar a que sus hermanos pequeños acabarán las clases, una hora más tarde, para irse junto a sus padres a casa. Era Llutxent, podían estar solos un rato sin que nada les pasará. O eso pensaban sus padres.
                Ese día no parecía diferente. Jugaban al escondite en el parque junto a la guardería: seis chicos y una chica. Amigos. Alana recuerda mirar las caras de sus antiguos compañeros: están borrosas y no recuerda sus nombres. Aunque está feliz. Muy feliz. Hasta que un escalofrió les recorrió la espalda  a los siete.
                Una mujer altísima aparece ante ellos. La mujer vestía una gabardina blanca ¿o era una bata? También llevaba un jersey naranja de cuello alto y unos pantalones vaqueros normales y corrientes. Una señora normal. Excepto por sus manos. Su mano izquierda era negra: estaba quemada y entre los jirones de carne quemada aparecían los huesos blanquecinos. Su derecha, en cambio, estaba fusionada a una especie de vasija blanca rodeada por una parra que soltaba sus lianas por doquier. La mujer no dijo nada. Las parras se movieron y cayeron sobre ellos.
                Lo siguiente que Alana recuerda  estar sentada, cansada y llena de heridas en un zulo húmedo y lleno de aparatejos raros. Sus seis amigos estban junto a ella. Algunos gritaban y otros lloraban. Entonces la mujer apareció.
-          Quizás no seáis capaces de comprenderlo por vuestra tierna edad – la mujer tenía la voz dulce y maternal, como la de una abuelita -, pero estamos en peligro. La humanidad se dirige hacia su desaparición. Pero tranquilos, yo tengo la solución: vosotros.
Pandora Eva-Lilith se movió para colocarse en un punto cercano a todos los niños. Levantó su mano derecha y las lianas de parra empezaron a agitarse como serpiente furiosas.
-          Tú serás el Dip, el escudo de la humanidad – las parras salieron disparadas y atraparon al niño. Todos gritaban mientras veían como su amigo era arrastrado hasta dentro de la vasija que se ensanchó para tragárselo.
Jorge.
-          Tú serás el Gycklare, la lanza de la humanidad – su destino fue el mismo que el del otro niño.
Didac.
-          Nudus, serás el político de todos, el que ayude a los humanos a tomar el camino correcto.
Jordi.
-          Tu función, Imao Llorosa, será proteger las emociones humanas desde el arte.
Carles
-          Como Arquitecto, te encargarás de construir todo lo que necesitemos.

Raúl.
-          Quarantamaula, te fusionaras con la Tierra para protegerla desde dentro, evitando cualquier catástrofe- Alana reaccionó en ese momento, intentando cogerle la mano a su último amigo: no quería quedarse sola. Fue inútil. La vasija también lo tragó.
Félix
Pandora se giró hacia una asustada y aterrada Alana.
-          Finalmente, mi querida “hija”, tu será el sistema inmunitario, la que se encargará de corregir los errores que tus nuevos hermanos cometan – Alana no se movió.
Impotente, frustrada, triste, sola… demasiado para una niña de ocho años. Las parras la rodearon sin que ella se resistiera. La levantaron y la sumieron en la más absoluta oscuridad. Entonces un dolor atroz empezó. Sus gritos fueron acompañados por los de sus hermanos.
Victoria…

Alana está flotando en una oscuridad absoluta. Corbella y Falç giran a su alrededor, como si la velaran. Alana llora, las lágrimas recorren su rostro hasta que escapan de él y se alejan flotando en la oscuridad. No eran hermanos, simplemente amigos. Era suficiente.
-          ¿Qué pasó? – tiene la voz rota, embargada por la tristeza.
Unos ojos enormes se abren iluminando la oscuridad. El iris de Quarantamaula es multicolor, millones de tonalidades fusionadas y cambiantes. Sus pupilas son afiladas y blancas.
-          El experimento salió mal – dice -. Cuatro de nosotros desarrollaron tumores cerebrales o en el caso del Gycklare, además, “nació” con un cerebro poco desarrollado. Sólo Nudus, tú y yo salimos como ella quería. Sin embargo, Nudus fue una mala copia de Narciso, lo que le llevo a sumirse en la locura.
Alana asiente, pero aún no lo entiende todo. Quarantamaula parece leerle la mente.
-          Pandora, cuando vio lo que ocurrió intento matarnos, pero todos escapamos… todos menos tú: a ti te voló la cabeza para reiniciarte y enviarte a destruirnos. Te dijo que al último al que debías matar era a mí, porque yo tengo el poder de despertar la memoria.
-          Entonces... ¿soy una asesina? – la voz de Alana se ahoga en sollozos - ¿He hecho mal?
La oscuridad se arremolina alrededor de Alana, como si quisiera acunarla.
-          Si, eres una asesina, pero no hiciste mal. Estaban sufriendo y eran verdaderos monstruos sangrientos y desquiciados. Hasta ahí lo has hecho todo bien, pero desde una mala perspectiva.
Eso no consuela a Alana, que no solo había perdido a sus amigos, sino también a la que creía su madre y a toda su vida como Victoria. Pandora no era capaz de crear vida, solo de manipularla de una forma anormal y macabra.
-          Alana, entiendes...
-          Si – dice una Alana ya decidida, aunque con una herida incurable dentro de ella, una herida que sus poderes no pueden regenerar -. Debo volver a matar.
Quarantamaula parece sonreír.
-          Bien, ya puedo morir en paz – la oscuridad se estremece y se arremolina rápidamente sobre un mismo punto. Alana va a replicar pero Quarantamaula no le deja -. Tranquila, no dejaré que hagas esto sola.
Alana se despierta apoyada en un árbol. Ya no está en la catedral. Ahora está en un parque. Lo reconoce: está en el antiguo caudal del Turia. Corbella y Falç descansan a su lado. En ese momento Alana lo ve agitarse en su regazo: un gato. Un gato negrísimo. Pero no es un gato normal. Tiene alas y cinco colas rematadas en puntas blancas. Cuando el animal abre sus relucientes ojos, Alana sonríe. No era la única capaz de reiniciar.
-          Quarantamaula era un nombre horrible. Te llamaré Floresta.
Alana se levanta con el gatito entre sus brazos. Recoge sus armas, sus viejas amigas.
-          Ahora, vamos a ver a “mamá” – su voz suena entre aterradora y confiada-. Volvemos a casa, a donde nacimos. Volvemos a Llutxent.

¿Quién recogerá a Alana del colegio?


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