dissabte, 3 de juny del 2017

Almas de podredumbre. Alana XI.

                Alana salta esquivando la vara putrefacta. La punta de esta se clava en el suelo hasta la mitad. Rápidamente, el suelo empieza a enverdecer y convertirse en polvo. No solo la materia orgánica, todo es envilecido por el contacto del arma de su madre. Incluso el aire que entra en contacto con ella se vuelve gris e irrespirable.
-          Te presento a Garrot, el arma destinada a defenderme de mis dos hijos inmortales. Fui previsora.
La sonrisa perversamente afable perfora el alma de Alana. Que vuelve a gruñir de rabia.
-          Te he dicho que no somos tus hijos – dice Alana mientras invoca a sus hilos para atar las molestas parras de la mano derecha de Pandora y dirige a Corbella hacia la cabeza de la científica.
Como era de esperar, Pandora interpone a Garrot, dispuesta a destruir la guadaña de su hija. Sin embargo, Alana deja caer a Corbella, y utiliza el hueco que ha abierto en el flanco izquierdo de su madre para empalarla con una Falç recién creada y pequeña por lo precipitado del ataque.
La punta roja de la espada apenas roza la bata blanca. Pandora utiliza una de sus parras escondidas en su espalda para redirigir a la vara. De nuevo, la sangre fresca empieza a secarse y corromperse. Alana, observa aterrada como la punta de Garrot se dirige hacia la empuñadora. En el último segundo, decide soltar a Falç, con la esperanza de recuperarla más tarde.
Rápidamente, se aparta de su madre mientras un manojo de hilos regeneradores recoge a  Corbella, fuera de peligro, del suelo. Si se hubiera dado cuenta un segundo más tarde, la vara le hubiera atravesado la cabeza como una sandía lanceada. Alana aparta la cabeza y mira, de reojo, como Garrot abre un boquete en su pelo rubio. Este rápidamente empieza a emblanquecer y deshacerse. No obstante, la cosa no acaba ahí. La putrefacción  sigue subiendo por el pelo de Alana. Un abanico de hilos emergen de la nuca de Alana cortan la cabellera tajantemente.
Ocho o siete lianas, que han conseguido escapar de los hilos aprovechando la distracción de Alana, se fusionan en un látigo de medio metro de diámetro y se estrellan violentamente en el estómago de Alana. Esta, sale despedida como una marioneta sin marionetista y se estampa, atravesando una estantería, contra la pared.
Alana ahoga un grito al sentir como se le rompen varios huesos y se le desgarran músculos y órganos. Los hilos se repliegan velozmente en ella para repararla justa antes de que Pandora la vuelva a intentar asestar. Aunque Alana aún conserva a Corbella, esta es inútil si no puede acercarse a su madre. ¿Cómo derrotar a un enemigo con una defensa y ataque tan perfectos? Ni Quarantamaula ni Dip ni Nudus se podían comparar con la bestia que ahora intenta destruir a su verdugo.
Garrot vuelve a intentar ensartarla y Alana lo esquiva como puede. Cuando la vara se vuelve a meter en el suelo lo ve. Un manojo de hilos sale de su espalda y rodea una enorme piedra del ataque anterior de Floresta. El pedrusco sobrevuela la cabeza de Alana y cae sobre la mano izquierda de Pandora, hundiendo a Garrot aún más en el suelo. Pero no es suficiente.
Alana salta sobre la piedra y la utiliza para elevarse en el aire. Mete a Corbella en el techo y la utiliza como punto de apoyo para dejarse caer sobre los hombros de Pandora, como si esta la llevara a caballito. Sin pensárselo dos veces, invoca la única arma que le queda. Trabuc se forma en ambas manos de Alana, que está dispuesta a volarle la cabeza a Pandora.
Las parras se mueven con una velocidad propia del miedo. Aunque Alana consigue retener a la gran mayoría de ellas, unas cuantas se enredan en sus brazos y tórax y se ponen en tensión. Alana desesperada, intenta ahogar con sus piernas a su madre al mismo tiempo que las parras le ahogan a ella. ¿Qué pasaría si se quedaba sin aire? ¿Se podría curar? Intenta pensar lo mínimo en ello. Un manojo más de hilo, surge de su espalda, enganchándose en el suelo, y tira, intentando encorvar tanto a Pandora como para romperle la espalda.
-          Es inútil – dice Pandora con su voz amable trastocada por el esfuerzo y el ahogamiento. Su mano izquierda ya está libre del suelo y Alana comprende que ha perdido al ver como la vara emerge de un suelo negro y maloliente.
Una Falç más fina que nunca, pero larga, cae del suelo atravesando la mano derecha y la vasija de Pandora, anclándola al suelo. El rostro risueño de ella se crispa por un momento al ver como unos ojos multicolores emergen de la oscuridad absoluta. Floresta ya no tiene forma de gato, ahora es un niño. Un niño con un corte horrible en el costado. Tributo para formar a Falç.
-          Félix – susurra Alana con lágrimas en los ojos. Llora de felicidad.
Sin embargo, las cosas aún no han acabado. Garrot sigue en pleno funcionamiento. Floresta esquiva los últimos coletazos de las parras y las utiliza como trampolín para llegar hasta Corbella. Con una voltereta, el niño coge la guadaña y desciende hasta cortar el brazo izquierdo de Pandora.
Garrot, empuñado por un brazo sin amo, asciende como un fantasma fatal, como un ángel negro, atravesando el pequeño cuerpo de Floresta.
-          Flo…resta quiere a  Ala…na – dice mientras su cuerpo se corrompe. Demasiado rápido.
Trabuc estalla a la vez en la mano derecha e izquierda de Alana reventando la parte superior de la cabeza de Pandora. Alana sale despedida por el retroceso gritando y llorando de tristeza y rabia.
Cuando llega junto al cuerpo de Floresta este está de lado, atravesado por Garrot. El brazo amputado no está, seguramente habrá salido despedido. Alana coloca la cabeza de Floresta en su regazo. Nada. Muerto. Su cara es hermosa, aunque cubierta por una capa de verde. Félix, Quarantamaula, Floresta… ya no importa. Su pequeño cuerpo de volatiliza hasta elevarse, convertido en una nube de polvo infinita que al cruzarse con un haz de luz que se cuela por el agujera que ha dejado Corbella, brilla con todos los colores habidos y por haber.
El cuerpo encorvado de Pandora gotea por su cabeza partida brutalmente a la altura de la nariz. Sigue sonriendo, aunque con una sonrisa invertida que perfora el espíritu de Alana.
Son tantos los cadáveres que hay fuera del laboratorio que Alana simplemente decide meterles en el laboratorio y dejarlos ahí, como un mausoleo de horrores. No tiene fuerza ni motivación para cavar tantas tumbas.
Simplemente, encuentra seis alcornoques en círculo y decide grabar una letra en cada uno: J, D, J, C, R y F.
¿Y ahora qué?

¿Quién enterrará a Alana?

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