diumenge, 25 de febrer del 2018

Cançó de la mort

                Es fa el miracle de les notes mel·líflues i suaus. Una melodia que em permet tancar un instant en el temps, sols per gaudir. Moments que permeten establir una connexió perfecta. No té res a veure amb sentiments frívols com l'amor o l’amistat. Tampoc amb res fastigós com una abraçada o el sexe. No, és el millor contacte que sols podem gaudir uns pocs.
És el nexe que es crea entre el metall gelat i esmolat del meu ganivet i les entranyes de les meues sòrdides víctimes. Sentir el soroll dolç i esgarrifós que fa quan pille amb alguna costella, eixa sensació de victòria quan es trenca baix la meua pressió. Una balada d’èxtasis pur quan els músculs es desfan com cotó de sucre al pas d'eixa arma que es converteix en una part més del meu cos.
El rumor de la sang gotejant i escapant dels seus cors accelerats per la presència immensa de la mort. La sensació que em produeix en veure que la calor escapa de les seues pells cada cop més rígides.
Alguns m'acusen de boig quan em compare amb Vivaldi o Chopin. Però és el mateix, tant ells com jo creem partitures. Ells ho feien amb tinta i paper. Jo preferisc utilitzar cossos i que cada punyalada es transforme en una nota. No és fàcil veure el ritme en les meues obres, ja que no utilitze pautes o normes tedioses. Simplement deixe que el meu art es plasme de forma temporal. De totes maneres, no és el mateix observar la meua feina quan ja l'he acabada que escoltar-la. Mai òbric els ulls quan cree art. Les melodies que crea un cos quan s'esgarra s'han de gaudir en la completa obscuritat. En la foscor dels sorolls viscerals és quan un humà de veritat arriba al clímax.
Hi ha vegades que els meus pentagrames no col·laboren. Es dediquen a llevar-se la mordassa amb la llengua i cridar de forma infantil. Altres demanen pietat o que no els lleve la vida, de forma tan egoista. No entenc fins a quin punt ha arribat la degradació humana que no poden entendre que l'art està per damunt de les seues existències irrisòries i irritants. De fet, el meu somni és acabar a les mans d'un vertader artista. He sentit, que hi ha gent que utilitza la sang per pintar o les parts dels cossos per crear escultures del nivell de Fídies. Tant de bo jo.
La remor de la pell obrint-se al pas invicte del meu ganivet. La sonata que fan els intestins i els budells en caure sobre el terra i escampar-se en un oceà d'orquestres sanguinolentes. L'esclafit harmoniós dels ulls explotant dins de les seues conques. La banda de les extremitats tallades...

En definitiva, la cançó de la mort.

dilluns, 19 de febrer del 2018

Manos de luz

                El mundo se oscurece. El tupido velo del terror y la desesperación nos envuelve convirtiendo nuestras esperanzas en fuegos fatuos que se consumen. Nuestros sueños se desvanecen como el fuego de una vela en medio de una ventisca ártica. Apenas quedan segundos de felicidad a los que recurrir.
                Los caminos de libertad se llenan de escombros y piedras de antiguos muros que antaño contenían todo el dolor de nuestros corazones rotos. Los árboles y las plantas se retuercen hasta volverse cenizas orgánicas que no alimentarán nada, solo, si eso, a nuestro horror. Las vetustas montañas que solían acariciar las nubes con sus dedos juguetones se deshacen en polvo y arena fina que llena los ríos y lagos de arena hasta volverlos desiertos áridos.
                Ya nada nos da calor. Toda superficie se siente fría y dura como el mármol de algún templo perdido en los albores del tiempo. Nuestra piel, que siempre había sido cálida, húmeda y salada se resquebraja, rompiéndose en centenares de teselas de un mosaico roto.
                Todo perdido. Hundidos en la negrura fría e infinita…
                Sin embargo, siempre hay algo más.
                Nuestra propia voluntad de luchar, nuestras ganas de vivir y ser libres y felices. Nuestra pequeña llama interna que nos hace brillar como las estrellas de Casiopea o Andrómeda. La misma fuerza que hizo perder a los romanos en Teutoburgo, nos hace a nosotros seguir hacia adelante. Y no estamos solos. Las manos de luz de aquellos que nos quieren. Esas voces cantarinas y dulces que nos ayudan a levantarnos. Cada uno de sus ojos amistosos son motivos para seguir existiendo.
                Que los muros se pueden volver a construir. Y las teselas las pondremos para formar el dibujo que más nos guste, sin la necesidad de normas obsoletas y reprimidas. Que las montañas volverán a salir y rascarle la barriga al cielo. Que la lluvia limpiará y purificará los ríos y los lagos. Que las sonrisas siempre vuelven.
                Y si, la vida es una puta mierda. Pero ahí está la gracia, en tantear la fría oscuridad hasta encontrar los momentos y las personas que nos hagan el camino más llano, cálido y feliz. En romper la tela que nos ahoga. En darle hostias a capazos a las adversidades.

                Sonríe.  

dissabte, 17 de febrer del 2018

Green hunters XVI: Alcornoque

                La oscuridad se desgaja como una naranja podrida. A medida que la tranquilidad se deshilacha como una manta raída, millares de motas blancas y brillantes van apareciendo en el campo de visión de Tebas. La nube vaporosa de los narcóticos se desvanece y, como si fuera un meteorito entrando en la atmósfera, cae en la realidad.
                Durante los primeros segundos, al ver a Dendarah y a Xois incómodamente dormidos en unos sillones, cree que todo está bien. Pero entonces ve al fantasma de su brazo derecho. No queda nada de él, solo un muñón rodeado de vendas blancas y suaves. El pitido de las máquinas le molesta. Hay demasiadas. En verdad, todas son necesarias para monitorizar a Luxor, que está en la cama de al lado. Está increíblemente flaco y sin vida.
                Antes de poder decir nada, unos brazos conocidos le rodean con delicadeza. Dendarah hunde su cabeza en el cuello de Tebas.
-          Por unos segundos pensamos que ninguno de los dos despertaríais.
Xois, con unas ojeras horrendas, se pone a su lado y le besa la mejilla. La calidez de sus labios es tranquilizadora.
-          ¿Dónde estamos? – pregunta dubitativo.
Dendarah se aparta de él, pero no mucho.
-          En una de las tres ciudades que sobrevivieron al fin del mundo.
Tebas lo mira, extrañado.
-          Este es el Hospital de los Foros – dice Xois -. Estamos en Roma.
Unas ligeras migrañas le atacan detrás de los ojos.
-          Pero ¿Cómo?
Dendarah y Xois le cuentan toda la lucha contra Sarmizegetusa desde que él había caído inconsciente. Cuando Xois había perdido la conciencia y casi caen al mar, había sido Menfis quien los había transportado a todos hasta la playa. Ninguno de ellos sabía cuántas horas habían pasado allí hasta que habían despertado. Decidieron usar una lancha rápida para llegar hasta las Islas de María la Coca dónde consiguieron salvarles la vida a ambos de milagro. Después de eso les llamaron a Roma.
-          ¿Y Luxor?
Tanto Dendarah como Xois bajan la cabeza.
-          Básicamente está bien – dice Xois -. La herida del pecho ya ha sido curada. El problema es que al caer se golpeó la cabeza. Está en coma. No sabemos cuándo despertará o si lo hará.
Tebas vuelve a observar el cuerpo maltrecho de Luxor.
Pero no hay tiempo para regodearse en la tristeza. Menfis entra en la habitación. Está rara, vestida con un traje negro en lugar de su típica ropa cómoda para luchar. Nada más entrar le sonríe a Tebas y le da un corto abrazo. Ella no está hecha para las muestras de cariño excesivas.
-          Estamos despedidos – dice sin más rodeos.
-          ¿Qué? – pregunta Dendarah.
Menfis se sienta sobre la cama.
-          Nos han llamado de incompetentes para arriba por haber dejado que la mitad del Santuario se destruyera.
-          ¿Pero de que van? – dice Dendarah cabreado -. Desde un primer momento les dijimos que éramos demasiado pocos para una incursión a gran escala. La culpa es de ellos, por ratas.
-          Bastante hemos hecho matándolos a todos – dice Xois
Menfis asiente.
-          Ahí está lo bueno – dice -. Siracusa, Sarmizegetusa y Jericó estaban muy bien valorados. Haber acabado con ellos nos ha dado mucha fama. Ahora se nos considera un grupo de mercenarios de los buenos. Si todos queréis, claro está.
Todos se quedan pensando. Sopesándolo.
-          Somos una familia – dice Tebas -. No veo bien que nos separemos ahora después de cinco años.
Xois asiente.
-          Sería una vergüenza para la memoria de Elefantina, Cusae y Edfu.
Dendarah sonríe.
-          Parece que estamos todos de acuerdo.
-          Bien – dice Menfis -. Entonces, Dendarah y Xois, cambiaos, tenemos una reunión.
Ambos se miran. Extrañados.
-          ¿Para qué? ¿Con quién?
Menfis sonríe.
-          Para nuestra primera misión como el grupo de mercenarios Green hunters. Vamos, Roma, la reina del Marquesado de Roma, nos espera.


Dos figuras observan la salida del sol desde las murallas de un Santuario reducido casi a cenizas. La sombra del barco hundido es como una mancha perpetua en las aguas. Una pizca de aura aún sigue emanando de él.
-          ¿Cómo has conseguido sobrevivir? – le pregunta Tesalónica a la otra.
Apamea coge aire.
-          Cuando esos dos brutos reventaron el casco del acorazado, me rodeé en una bola de aire sólido. Como es menos denso que el agua, floté. Bastante fácil en verdad. ¿Y tú?
Tesalónica se encoge de hombros.
-          A mí me lanzaron fuera del barco bastante pronto, la verdad.
El silencio se vuelve a instalar entre ellas.
-          La verdad es que me asusta que hayamos sido controlados así por ese monstruo…
Tesalónica para su discurso al ver como Apamea niega con la cabeza.
-          Dilo por ti. Yo esto lo he hecho por dinero.
Si le ha sorprendido, Tesalónica lo disimula muy bien.
-          ¿Y ahora qué?
Apamea se pone en pie.

-          No sé tú, pero yo quiero venganza. 

dilluns, 5 de febrer del 2018

Ascensor

Zero. Les portes corredores s'obrin amb un crit metàl·lic i esgarrifós. L'interior és xicotet i una mica aclaparador, tot i no ser claustrofòbic, la sensació d'angoixa es fa una realitat. Entre dins, sol. Mentre dirigisc la mà al botó amb el número set, la idea de completa solitud que em produeix eixe cubicle minúscul aparta l'angoixa. Les portes es tanquen i comença el lent ascens.
Primer. És curiós pensar la diferència que suposa utilitzar un ascensor amb altres persones que sol. El trajecte es fa reialment llarg. Es fa pesat inclòs pensar.
Segon. Comença a pertorbar-me respirar. No és igual aquest ascensor que el del meu bloc de pisos. Aquest és horrible. Més xicotet, més lent, més sorollós... No és tan còmode.
Tercer. Com a totes aquestes màquines hi ha un espill. El meu reflex em fa pena. El jo del món dels miralls em mira, acusant-me d´errors que ja no puc solucionar, sols aprendre.
Quart. Tot i que intentem dissimular-ho, la idea de la mort sempre ens rodeja. Sempre ens han venut la idea que aquesta mena de serp escaladora és molt segura, però vulguem o no, la sensació que serem assassinats per ella ens envaeix. Pensar que el sol s´obrirà i ens tragarà la foscor d'un patí brut i trist, i que l'únic que ens rebrà al final serà un terra encara més brut. I que potser no s'adona ningú, sols el gos del veí del primer, que lleparà la sang dels nostres caps trencats.
Quint. O, encara pitjor, pensar que les portes no s'obriran i que l'insecte de deixalles mal soldades es quedarà quiet, mort, atrapat. Que el botó d´ajuda no funcione, un altre típic d´ascensor. I quan parem de cridar, perquè els nostres crits es queden atrapats a les quatre parets que de sobte pareixen insuficientment resistents. I la sensació de pensar que morirem allí, com un xiquet perdut a un pou abandonat. Que sols troben els teus óssos podrits. Per sort, la gossera de la nostra especie garanteix que sols tardarien dos minuts a descobrir que estem tancats.
Sext. I, tot i això, els ascensors són llocs també per a besar a algú. Per clavar-li la llengua a la boca i les mans a altres llocs. Lloc on insultar. On fer-te fotos ridícules. On deixar caure una llagrimeta per tota una vida de fracassos o, al contrari, d'alegries. Un lloc on pensar. Pensar massa, tal vegada.

Sèptim. Els jocs de taulells de colors blancs i floretes folklòriques que decoren els entre pisos s´acaben. L´ésser que anomenem ascensor para de sobte, com un cotxe que, pels pèls, aconsegueix frenar i no atropellar al xiquet. El monstre obri la seua primera boca i em permet l´honor d´obrir la segona, roja com la sang. En eixir i notar l´aire fresc que fa olor de falsa llibertat, col·loque el meu somriure, com si no haguera passat res. Els mals pensaments tornen al pis zero.