El mundo
se oscurece. El tupido velo del terror y la desesperación nos envuelve convirtiendo
nuestras esperanzas en fuegos fatuos que se consumen. Nuestros sueños se
desvanecen como el fuego de una vela en medio de una ventisca ártica. Apenas quedan
segundos de felicidad a los que recurrir.
Los caminos
de libertad se llenan de escombros y piedras de antiguos muros que antaño
contenían todo el dolor de nuestros corazones rotos. Los árboles y las plantas
se retuercen hasta volverse cenizas orgánicas que no alimentarán nada, solo, si
eso, a nuestro horror. Las vetustas montañas que solían acariciar las nubes con
sus dedos juguetones se deshacen en polvo y arena fina que llena los ríos y
lagos de arena hasta volverlos desiertos áridos.
Ya nada
nos da calor. Toda superficie se siente fría y dura como el mármol de algún
templo perdido en los albores del tiempo. Nuestra piel, que siempre había sido
cálida, húmeda y salada se resquebraja, rompiéndose en centenares de teselas de
un mosaico roto.
Todo perdido.
Hundidos en la negrura fría e infinita…
Sin
embargo, siempre hay algo más.
Nuestra
propia voluntad de luchar, nuestras ganas de vivir y ser libres y felices. Nuestra
pequeña llama interna que nos hace brillar como las estrellas de Casiopea o
Andrómeda. La misma fuerza que hizo perder a los romanos en Teutoburgo, nos
hace a nosotros seguir hacia adelante. Y no estamos solos. Las manos de luz de
aquellos que nos quieren. Esas voces cantarinas y dulces que nos ayudan a
levantarnos. Cada uno de sus ojos amistosos son motivos para seguir existiendo.
Que los
muros se pueden volver a construir. Y las teselas las pondremos para formar el
dibujo que más nos guste, sin la necesidad de normas obsoletas y reprimidas. Que
las montañas volverán a salir y rascarle la barriga al cielo. Que la lluvia
limpiará y purificará los ríos y los lagos. Que las sonrisas siempre vuelven.
Y si,
la vida es una puta mierda. Pero ahí está la gracia, en tantear la fría
oscuridad hasta encontrar los momentos y las personas que nos hagan el camino
más llano, cálido y feliz. En romper la tela que nos ahoga. En darle hostias a
capazos a las adversidades.
Sonríe.
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