dilluns, 19 de febrer del 2018

Manos de luz

                El mundo se oscurece. El tupido velo del terror y la desesperación nos envuelve convirtiendo nuestras esperanzas en fuegos fatuos que se consumen. Nuestros sueños se desvanecen como el fuego de una vela en medio de una ventisca ártica. Apenas quedan segundos de felicidad a los que recurrir.
                Los caminos de libertad se llenan de escombros y piedras de antiguos muros que antaño contenían todo el dolor de nuestros corazones rotos. Los árboles y las plantas se retuercen hasta volverse cenizas orgánicas que no alimentarán nada, solo, si eso, a nuestro horror. Las vetustas montañas que solían acariciar las nubes con sus dedos juguetones se deshacen en polvo y arena fina que llena los ríos y lagos de arena hasta volverlos desiertos áridos.
                Ya nada nos da calor. Toda superficie se siente fría y dura como el mármol de algún templo perdido en los albores del tiempo. Nuestra piel, que siempre había sido cálida, húmeda y salada se resquebraja, rompiéndose en centenares de teselas de un mosaico roto.
                Todo perdido. Hundidos en la negrura fría e infinita…
                Sin embargo, siempre hay algo más.
                Nuestra propia voluntad de luchar, nuestras ganas de vivir y ser libres y felices. Nuestra pequeña llama interna que nos hace brillar como las estrellas de Casiopea o Andrómeda. La misma fuerza que hizo perder a los romanos en Teutoburgo, nos hace a nosotros seguir hacia adelante. Y no estamos solos. Las manos de luz de aquellos que nos quieren. Esas voces cantarinas y dulces que nos ayudan a levantarnos. Cada uno de sus ojos amistosos son motivos para seguir existiendo.
                Que los muros se pueden volver a construir. Y las teselas las pondremos para formar el dibujo que más nos guste, sin la necesidad de normas obsoletas y reprimidas. Que las montañas volverán a salir y rascarle la barriga al cielo. Que la lluvia limpiará y purificará los ríos y los lagos. Que las sonrisas siempre vuelven.
                Y si, la vida es una puta mierda. Pero ahí está la gracia, en tantear la fría oscuridad hasta encontrar los momentos y las personas que nos hagan el camino más llano, cálido y feliz. En romper la tela que nos ahoga. En darle hostias a capazos a las adversidades.

                Sonríe.  

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