24/06/2017
No sé si alguien va a leer este
diario algún día, ni siquiera sé si lo puedo llamar diario, ya que ha sido la
recopilación de varias notas que he ido haciendo durante dos años. En todo
caso, da igual. Querido lector, que el título de esto no te haya hecho pensar
que te voy a hablar sobre mis problemas con las drogas. No. No lo es porque no
los he tenido. Va sobre como sumí en las drogas a mi mejor amigo.
De hecho, hoy ha sido su entierro. Hace unas
pocas horas. El calor era mortal y algunas de las personas que allí había
preferirían haber estado nadando en la playa. Yo incluido. Su madre no lloraba,
en cierto modo se lo esperaba. Su padre me miraba raro. Sospecha que yo fui
quien sumió a su hijo en el sórdido mundo del que nunca salió. Me da igual. No puede
demostrar nada.
El cadáver de Alejandro fue
encontrado hace dos días en el nuevo cauce del Turia, reseco y lleno de
hierbajos del tamaño de elefantes. Llevaba una semana pudriéndose al sol.
Muerto por sobredosis. Los médicos dijeron que pocas veces habían visto tal cantidad
de droga en un organismo. Por lo tanto, lo consideran un suicidio. Y yo sé que
lo causé. Es más, yo fui la última persona con la que habló.
No te voy a destripar nada más.
Prefiero que hable mi yo antiguo. De algún
modo, mucho más sabio que yo.
16/09/2015
Estoy demasiado alterado para
hablar con serenidad. Y aunque pudiera hacerlo no tengo con quien hacerlo. Por
lo tanto, voy a hacer lo que hacía cuando me daba ansiedad durante los cuatro
años de la E.S.O.: escribir como si esto lo fuera a leer alguien en concreto.
Te pongo en situación: yo estudio
en el colegio más elitista de toda València capital y alrededores. Este nido de
pijería y burguesía se llama “Centre estudiantil Nostra Senyora de la Asunció”.
El nombre en valenciano es un vestigio del pasado. En la vida van a utilizar
estos el catalán. En este centro hay estudios desde los 3 años hasta la
universidad, incluyendo másteres y Formación Profesional. Lo tiene todo, pero
solo hecho para los más ricos.
Sin embargo, este estricto
sistema elitista tiene una brecha: los hijos de los trabajadores pueden
estudiar gratis en el centro. Tanto el padre de Alejandro como mi madre
trabajan en este lugar: él como cocinero y mi madre como conserje. Ambos éramos
de clase media-baja, los únicos que no habían entrado aquí por el dinero de sus
padres, sino por el trabajo. Ambos acercándonos cada vez más a la pobreza y marginados
por las clases altas. Era inevitable que nuestra amistad se forjará fuertemente
ya en primero de primaria.
Nuestra amistad ha llegado a tal
punto que nos consideramos hermanos (ambos somos hijos únicos). Llevamos diez
años haciéndolo absolutamente todo junto. Creo que ni por mí familia he llegado
a sentir algo tan profundo como el amor que me une a Alejandro.
Sin embargo, hay una cosa más en
la que nos parecemos un montón. Una cualidad que después de lo que me han dicho
hoy en clase me ha trastornado. Me ha llevado a la disyuntiva en la que estoy
ahora.
Verás, desde el principio,
Alejandro y yo nos hemos adaptado muy bien al sistema educativo. Eso ha dado
pie a que tengamos las mejores medias de toda nuestra clase, desde primero de
primaria hasta cuarto de la E.S.O. la chica que nos sigue en este ranquin de
mierda está a casi un punto de nosotros. No obstante, Alejandro es mejor. Solo
un poquito, pero lo suficiente.
Hasta ahora eso no me había importado
mucho. Soy el segundón, pero por detrás de mi mejor amigo. Eso me llena de
orgullo, o mejor dicho, me llenaba.
Hace poco que hemos empezado
segundo de Bachillerato y hoy nos han dado un comunicado importante: la persona
con la mejor media de la promoción al finalizar segundo tendrá una beca
completa para la carrera que quiera en la universidad del Centro. Dejando de
lado de que es una de las mejores universidades privadas de todo el país con
gran variedad de grados, es mi única opción.
Mi padre es un gañan y solo sobrevivimos
con el mísero sueldo de mi madre. Las universidades públicas en este país no
son una opción ya que tengo posibilidades nulas de conseguir muchas becas. Y
ahora peor, que llegan con retraso o no llegan. Irme del país es imposible y
una privada aún menos. Entrar gratis en la UNI del centro es mi única
posibilidad de labrarme un futuro y ser alguien. Sin embargo, Alejandro está en
las mismas.
Sé que, aunque lo intente, no voy
a poder superar la media de diez de Alejandro y sé que él no va a bajar el
ritmo. Llevo toda la tarde machacándome buscando una solución. Trabajar (casi imposible),
ir a clases privadas (no hay dinero), pedir prestado dinero (no tengo casi
familia y la que tengo es tan o más pobre que la mía)… Mi única opción es
superar a Alejandro y optar a la beca. Y solo puedo hacerlo de una forma:
destrozándolo.
Destruir a la persona que más
aprecio en este mundo por un futuro mejor. Dejando de lado las emociones, sé
que es la mejor opción. Lo más rastrero del mundo. Debo tener rasgos de
psicópata para planteármelo. No obstante… ¿Qué puedo hacer? ¿Dejar pasar la
oportunidad y quedarme estancado siempre? ¿Ser pobre y sin ningún tipo de
estudios en este mundo tan competitivo?
Decidido. Debo hacerlo, aunque no
sea ético. Siempre he tenido un lado muy frívolo y calculador y voy a
explotarlo. Voy a aprovecharme de sus sentimientos hacia mía y de la confianza
que siempre ha depositado en mí. Voy a manipularle hasta el punto de llevarlo a
la locura.
Sé que no puedo matarle
directamente, corro riesgo de acabar entre rejas y eso sería el fin. Fingir un
accidente también es muy arriesgado. Debo destruirlo como persona, atacar a su
cerebro. Debo convertirlo en un drogadicto.
Será lento y complicado, pero es
mi única opción. Me resigno a intentar superarlo en primero, pero en segundo
puedo. Y voy a hacerlo.
¿Seré capaz de sumir en las
drogas a mi mejor amigo por una carrera universitaria?
Claramente sí.
Y sé por dónde empezar: el
alcohol.
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