Creatio ex nihilo. Desde algunas
mitologías arcaicas a las fantochadas bíblicas, se supone que debemos creer que
el todo fue creado de una nada vacía e inmensa. Se supone, que debemos acatar
que una especie de señor poderoso e increíblemente viejo cogió la profunda
falta de “algo”, la moldeo (no se sabe cómo porque no había nada para moldear)
y surgió el universo. Al menos, los griegos creían que los dioses crearon la
existencia con los elementos que había esparcidos por el caos.
Dejando de lado los pensamientos religiosos,
es difícil concebir como construir algo de la nada. Desde fundar una colonia en
el norte de África en el año 100 hasta abrir un bar a mitad de camino entre
Ciudad Real y Cuenca con los ahorros justos para escapar del nido de los
padres. Al fin y al cabo, fabricamos una realidad a partir de algo que no
existe. Vale, sí que es verdad que siempre partimos de algo material para poder
dar vida a nuestras creaciones. Pero esa materia prima de la que partimos es
tan cercana a la nada como lo es el 0,1 al 0.
Demasiadas
veces creemos que lo que vemos ha estado ahí siempre. Incluso cuando vemos su
proceso de crecimiento o construcción, olvidamos todo el esfuerzo que se
necesitó para erigirlo. Nuestro egoísmo e ignorancia llegan hasta estos puntos,
despreciando el trabajo de tantos y tantas.
Y esto
no solo se aplica a lo material. Construir una relación de amistad o amor es
como elevar un castillo con ladrillos de aire. Partimos de la nada para fundar
lazos afectivos. Al fin y al cabo, somos seres independientes y, por tanto,
individuales. No obstante, al mismo tiempo, somos gregarios y sociales,
necesitamos de cariño y relaciones para vivir. Y no es fácil. Cuando nos
acercamos a alguien, dispuestos a abrir el camino para relacionarnos, lo
hacemos sin base ni fundamento. La amistad y el amor se forjan ex nihilo.
Sí que
es verdad que, hoy en día, las cosas son más fáciles. Se ha conseguido que
podamos estar en Nueva York en apenas unas horas. La distancia en estos días es
algo difuso i endeble. También, las redes sociales e internet nos han permito
formas de moldear la nada más rápida y sencillamente. Decir un hola a través de
una pantalla es menos complicado que hacerlo a la cara. No obstante, esa combinación
de ceros y unos que forman las palabras escritas a ordenador también surgen de
la nada.
Y no
solo las relaciones positivas. El asco y el odio también pueden surgir de la
nada. Aunque es mejor pensar que siempre partíamos de los sentimientos “bonitos”,
muchas veces no sabemos explicar porque alguien nos cae mal o lo despreciamos. Simplemente,
la mala sensación ha brotado de la “ausencia”.
De todas
formas, como ya hacemos con las cosas materiales, también acabamos despreciando
las relaciones. Ignoramos que hemos forjado vínculos desde la mismísima nada. Parece
que no queramos ver lo débil que puede ser un lazo de unión y que al mismo
tiempo sea necesario para nosotros. No, acabamos bañándonos en toxicidad. Queriendo
o sin querer, abandonamos a alguien cuando nos necesita, lo ignoramos cuando
solo busca un poco de compresión o simplemente le hacemos daños. Ni siquiera
cuando nos humillan a nosotros nos damos cuenta de lo tontos que somos.
Creemos que creatio ex nihilo es algo ilimitado. Que aunque destruyamos algo
siempre habrá otra cosa detrás. Pero no. Aunque parezca ilógico y paradójico,
la nada es finita. Llegará un momento en que no brotarán más nexos de unión o
hilos del destino que nos unan a otras personas. En esos instantes,
descubriremos algo más vacío, oscuro y profundo que la nada: la ausencia de
relaciones. La soledad.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada