dissabte, 15 de juliol del 2017

Green hunters I: Sauce

                Dendarah recorre el bosque que tan bien conoce a altas velocidades. Aunque la presencia es difusa, aun consigue captarla y seguirla más o menos o bien. Sin embargo, los arboles de esta reserva también emiten mucha aura como para establecer una posición exacta. Decide contactar con la Capitana Menfis con el trasmisor.
-          Capitana, soy Dendarah ¿me detecta?
El silencio inunda temporalmente la línea,
-          Perfectamente. ¿Qué necesitas? – su voz es fuerte y decidida.
-          No consigo cuadrar bien la posición de los intrusos…
-          Bien – le corta -. La mujer que estaba luchando contra Elefantina ha huido a la ruinas del castillo de Bondia. El otro, un hombre, está bastante lejos aún.
Dendarah corrige ligeramente la trayectoria y aprieta el paso.
-          Recibido.
Un libro de aura se materializa en su mano derecha. Él ya conoce una a una las páginas del libro así que lo abre y marca una página con el dedo sin mirar. Al segundo, el cuerpo del chico parece revitalizado y su velocidad aumenta bastante. El aura es una energía natural que surge de todos los seres vivos. Además, algunos de ellos son capaces de entrenarla y modificar sus cuerpos con ella, crear materiales, liberal energía… todo depende de la persona y su imaginación.
Al levantar la cabeza detecta las ruinas de Bondia: apenas cuatro muros y dos torres semiderruidas. Con sorprendente agilidad emprende la subida de la colina hasta llegar a la estructura. Ni siquiera se para al llegar a la base de uno de los muros. Coge impulso y salta. Solo con apoyar la mano derecha en la parte superior y balancearse con ella consigue sortear el obstáculo y caer en el patio de esa antigua construcción. La mujer no está escondida: rodeada por algunos árboles y zarzas, la mujer está en el centro de la plaza del castillo.
Dendarah se acerca a ella sonriendo. Como le enseñaron, primero agotar la vía del diálogo:
-          Hola, buenas tardes. Siento decirle esto: pero está en una reserva privada y no puede estar aquí.
La mujer se gira lentamente. Es alta y esbelta, con el pelo negro y desecho. “Como un pájaro bañado en chapapote”, piensa Dendarah, divertido.
-          Dámelo – dice ella sin inmutarse.
Dendarah tuerce el gesto. Como ya había reportado Elefantina, se trata de cazadores furtivos o ladrones botánicos.
-          Lo siento, pero tienes que abandonar este lugar inmediatamente.
La mujer empieza a moldear su aura hasta materializar una cuchilla gigantesca en cada mano. Dendarah se pone en guardia. No tiene heridas, eso significa que Elefantina no ha podido hacer mucho contra ella o que algo la ha entretenido. El libro vuelve a materializarse en la mano derecha de Dendarah. El rostro de la mujer se agita ligeramente.
-          Eres el coleccionista de habilidades. Vaya, me esperaba algo más de ti.
Dendarah sonríe y levanta su mano izquierda.
-          Es gracioso que me esté infravalorando alguien que ya ha tenido de huir de un combate.
La mujer salta sobre él. No sabe si sus palabras le han afectado porque el rostro de ella no ha cambiado. Lo que sí sabe es que va a por todas: matar o morir. La mano izquierda de Dendarah se ilumina ligeramente mientras que el susurra:
-          Metamorfosis.
La cuchilla derecha de la mujer está a punto de partirlo por la mitad cuando la boca de un rinoceronte la bloquea mordiéndola. Sin dudar, la mujer intenta cortarlo con la mano izquierda pero Dendarah salta y le pega una patada en la cara haciendo que retroceda. La sangre le cae por la nariz y tiene un ojo cegado. Pero la mujer puede ver como la cabeza de la bestia se deshace hasta volver a ser una mano normal.
Esta vez le toca atacar a Dendarah. Mientras se pone en acción, la mano se le convierte en la cabeza de un pez espada. La mujer interpone la cuchilla delante de la punta pero no siente el impacto. Un tacto resbaladizo y siniestro le recorre el cuerpo. Antes de poder reaccionar siente la constricción de una anaconda oprimiéndole el pecho.
Una bonita serpiente gigante de colores verduzcos oscuro brota desde el brazo de Dendarah rodeando la mujer. Esta, se ve incapacitada para mover sus brazo, y por ende, sus cuchillas. De no ser capaz, no es capaz ni de respirar.
-          Puedes estar feliz, tu maravillosa habilidad pasará a formar parte de la selecta colección de un servidor.
La boca del animal se abre y se cierra sobre la cara de la mujer. Al mismo tiempo que se ahoga por el profundo abrazo de la serpiente, siente como los colmillos le desgarran la piel de las mejillas y los ojos. Un dolor agudo le recorre todo el cuerpo mientras que los colmillos cada vez están más y más profundos…
Dendarah, que está al lado del cuerpo destrozado de la mujer saca un pequeño aparatito blanco de un bolsillo trasero. Lo encara a la “cara” de la mujer y una foto emerge de una ranura del objeto. Coloca la foto sobre una página en blanco del libro de aura mientras que con el dedo meñique coge un poco de sangre de la víctima y la esparce por la página en blanco.
-          Tributo completo – susurra mientras siente el aura robada entrando en el libro y en su propia aura.
Aunque lo percibe no le da tiempo. Mientras Dendarah se va dando la vuelta, una mano envuelta en llamas busca estamparse en su cara. “El otro” piensa mientras que el calor de la mano comienza a abrasarle la piel. Una mano surge de la nada, sin embargo, esta toca suavemente el cuerpo del otro hombre.
El pobre sujeto sale despedido hasta chocar con el árbol más cercano. El crujido de sus huesos al romperse desgarraría los tímpanos de cualquiera. Antes de tocar el suelo ya está muerto. Ni siquiera sabe cómo ha pasado.
-          ¡Elefantina! – dice Dendarah, acelerado aún por la proximidad de su muerte.
Elefantina ni siquiera le da tiempo a decir más.
-          Vámonos, corre.
-          Espera que le robe la habilidad a este hijo de puta – dice mientras saca la cámara de nuevo.
No obstante, Elefantina le coge del brazo y tira de él.
-          No hay tiempo, Menfis nos ha llamado de urgencia. Hay una invasión masiva acercándose a la Puerta de Xaloc.

Dendarah asiente y le sigue corriendo, abandonado los cuerpos de los dos infelices para que el bosque se alimente de ellos. Si Menfis les ha metido tanta prisa, es que el problema es serio de verdad. 

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