Dendarah
recorre el bosque que tan bien conoce a altas velocidades. Aunque la presencia
es difusa, aun consigue captarla y seguirla más o menos o bien. Sin embargo,
los arboles de esta reserva también emiten mucha aura como para establecer una posición exacta. Decide contactar con
la Capitana Menfis con el trasmisor.
-
Capitana, soy Dendarah ¿me detecta?
El silencio inunda temporalmente la línea,
-
Perfectamente. ¿Qué necesitas? – su voz es
fuerte y decidida.
-
No consigo cuadrar bien la posición de los
intrusos…
-
Bien – le corta -. La mujer que estaba luchando
contra Elefantina ha huido a la ruinas del castillo de Bondia. El otro, un
hombre, está bastante lejos aún.
Dendarah corrige ligeramente la trayectoria
y aprieta el paso.
-
Recibido.
Un libro de aura se materializa en su mano derecha. Él ya conoce una a una las
páginas del libro así que lo abre y marca una página con el dedo sin mirar. Al segundo,
el cuerpo del chico parece revitalizado y su velocidad aumenta bastante. El aura es una energía natural que surge de
todos los seres vivos. Además, algunos de ellos son capaces de entrenarla y
modificar sus cuerpos con ella, crear materiales, liberal energía… todo depende
de la persona y su imaginación.
Al levantar la cabeza detecta las
ruinas de Bondia: apenas cuatro muros y dos torres semiderruidas. Con sorprendente
agilidad emprende la subida de la colina hasta llegar a la estructura. Ni siquiera
se para al llegar a la base de uno de los muros. Coge impulso y salta. Solo con
apoyar la mano derecha en la parte superior y balancearse con ella consigue
sortear el obstáculo y caer en el patio de esa antigua construcción. La mujer
no está escondida: rodeada por algunos árboles y zarzas, la mujer está en el
centro de la plaza del castillo.
Dendarah se acerca a ella
sonriendo. Como le enseñaron, primero agotar la vía del diálogo:
-
Hola, buenas tardes. Siento decirle esto: pero
está en una reserva privada y no puede estar aquí.
La mujer se gira lentamente. Es alta
y esbelta, con el pelo negro y desecho. “Como un pájaro bañado en chapapote”,
piensa Dendarah, divertido.
-
Dámelo – dice ella sin inmutarse.
Dendarah tuerce el gesto. Como ya
había reportado Elefantina, se trata de cazadores furtivos o ladrones botánicos.
-
Lo siento, pero tienes que abandonar este lugar
inmediatamente.
La mujer empieza a moldear su aura hasta materializar una cuchilla
gigantesca en cada mano. Dendarah se pone en guardia. No tiene heridas, eso
significa que Elefantina no ha podido hacer mucho contra ella o que algo la ha
entretenido. El libro vuelve a materializarse en la mano derecha de Dendarah. El
rostro de la mujer se agita ligeramente.
-
Eres el coleccionista de habilidades. Vaya, me
esperaba algo más de ti.
Dendarah sonríe y levanta su mano
izquierda.
-
Es gracioso que me esté infravalorando alguien
que ya ha tenido de huir de un combate.
La mujer salta sobre él. No sabe
si sus palabras le han afectado porque el rostro de ella no ha cambiado. Lo que
sí sabe es que va a por todas: matar o morir. La mano izquierda de Dendarah se
ilumina ligeramente mientras que el susurra:
-
Metamorfosis.
La cuchilla derecha de la mujer
está a punto de partirlo por la mitad cuando la boca de un rinoceronte la
bloquea mordiéndola. Sin dudar, la mujer intenta cortarlo con la mano izquierda
pero Dendarah salta y le pega una patada en la cara haciendo que retroceda. La sangre
le cae por la nariz y tiene un ojo cegado. Pero la mujer puede ver como la
cabeza de la bestia se deshace hasta volver a ser una mano normal.
Esta vez le toca atacar a
Dendarah. Mientras se pone en acción, la mano se le convierte en la cabeza de
un pez espada. La mujer interpone la cuchilla delante de la punta pero no
siente el impacto. Un tacto resbaladizo y siniestro le recorre el cuerpo. Antes
de poder reaccionar siente la constricción de una anaconda oprimiéndole el
pecho.
Una bonita serpiente gigante de
colores verduzcos oscuro brota desde el brazo de Dendarah rodeando la mujer. Esta,
se ve incapacitada para mover sus brazo, y por ende, sus cuchillas. De no ser
capaz, no es capaz ni de respirar.
-
Puedes estar feliz, tu maravillosa habilidad
pasará a formar parte de la selecta colección de un servidor.
La boca del animal se abre y se
cierra sobre la cara de la mujer. Al mismo tiempo que se ahoga por el profundo
abrazo de la serpiente, siente como los colmillos le desgarran la piel de las
mejillas y los ojos. Un dolor agudo le recorre todo el cuerpo mientras que los
colmillos cada vez están más y más profundos…
Dendarah, que está al lado del
cuerpo destrozado de la mujer saca un pequeño aparatito blanco de un bolsillo
trasero. Lo encara a la “cara” de la mujer y una foto emerge de una ranura del
objeto. Coloca la foto sobre una página en blanco del libro de aura mientras que con el dedo meñique
coge un poco de sangre de la víctima y la esparce por la página en blanco.
-
Tributo completo – susurra mientras siente el aura robada entrando en el libro y en su
propia aura.
Aunque lo percibe no le da
tiempo. Mientras Dendarah se va dando la vuelta, una mano envuelta en llamas
busca estamparse en su cara. “El otro” piensa mientras que el calor de la mano
comienza a abrasarle la piel. Una mano surge de la nada, sin embargo, esta toca
suavemente el cuerpo del otro hombre.
El pobre sujeto sale despedido
hasta chocar con el árbol más cercano. El crujido de sus huesos al romperse desgarraría
los tímpanos de cualquiera. Antes de tocar el suelo ya está muerto. Ni siquiera
sabe cómo ha pasado.
-
¡Elefantina! – dice Dendarah, acelerado aún por
la proximidad de su muerte.
Elefantina ni siquiera le da tiempo a decir
más.
-
Vámonos, corre.
-
Espera que le robe la habilidad a este hijo de
puta – dice mientras saca la cámara de nuevo.
No obstante, Elefantina le coge del brazo y
tira de él.
-
No hay tiempo, Menfis nos ha llamado de
urgencia. Hay una invasión masiva acercándose a la Puerta de Xaloc.
Dendarah asiente y le sigue
corriendo, abandonado los cuerpos de los dos infelices para que el bosque se
alimente de ellos. Si Menfis les ha metido tanta prisa, es que el problema es
serio de verdad.
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