Dendarah observa de reojo la cara de Elefantina, concentrada
en la conducción. Aunque hacía ya cuatro años que trabajan juntos en la
protección de ese santuario, aún le costaba mirar su rostro, surcado de
cicatrices rosadas y doradas. A ella no parecía importarle, porque aunque tenía
el cabello rubio y largo, siempre lo llevaba recogido y apartado de la cara.
-
Ya estamos- dice ella.
Es verdad, las grandes murallas
de unos 70 metros que rodean el santuario de Ahotep se levantan en el horizonte.
Dendarah puede ver a tres personas encima, sobre la Puerta de Xaloc.
Ya en la parte de arriba, Menfis,
de piel negra como el azabache y con el pelo rizado muy corto les da una severa
mirada desde la altura que le dan sus largas piernas.
-
Tres horas son muchas para venir desde el
castillo de Bondia – dijo.
Elefantina se encogió de hombros.
-
El coche estaba a unos cuantos kilómetros hacia
la otra dirección.
Las otras dos personas son un
hombre y una mujer. Ella se llama Cusae. Pequeña y entrada en carnes, siempre
está seria y lo analiza todo hasta la saciedad. Una buena asesina. El hombre es
Tebas: alto y un poco enclenque, misterioso y ajeno. Lo único que llama la
atención de él es la quemadura semicircular que le ha dejado una cicatriz en la
mitad izquierda de su cara.
Menfis les señala el horizonte,
donde una polvareda se alza violentamente. De ella emergen varios coches negros
y alguna que otra camioneta.
-
¿Solo son esos? – pregunta Elefantina
sorprendida – Tebas o tú solos sois suficientes para derrotarlos sin salir
heridos.
-
Esos imbéciles no son nuestras únicas
preocupaciones.
Menfis entorna sus extraños ojos.
Su aura los había moldeado hasta que
su pupila acabo rodeada de tres anillos concéntricos y partida por cuatro líneas
simétricas que convergen en su centro, como un punto de mira de un arma. Esta
modificación le permite ver a cientos de kilómetros, ver de noche, a través de
objetos, en 360º… incluso, forzando mucho la vista es capaz de escudriñar
durante unos minutos en el futuro cercano. Por eso es la jefa.
-
Otro destacamento se acerca también a la Puerta
de Garbí. Y no solo eso. Hay algo raro en la puerta de Llevant, que da al mar. Puesto
que Ponent, Migjorn y Tramuntana están selladas totalmente y no hay movimiento
en la de Gregal, solo queda Mestral, a la única donde mi vista no llega.
-
¿Cuál es el plan? – pregunta Dendarah. No está
sorprendido por la explicación de Menfis. No es la primera vez que alguien
intenta una incursión por varias puertas al santuario a la vez.
Menfis se acerca a uno de los
cobertizos que hay sobre la ancha muralla y abre la puerta. Señala una moto.
-
Tú irás a la Puerta de Garbí y te encargarás de
los que vienen por allí. No quiero supervivientes
Dendarah asiente y sin pedir más explicaciones
coge la moto y se va. Hacía ya muchos años que el benefactor de ese lugar le
había contratado para proteger el lugar. El santuario de Ahotep era rico en ruinas
de castillos, monasterios, ermitas, masías y cosas por el estilo. Pero lo que
de verdad custodiaban era la diversidad animal y, sobretodo, la vegetal de
aquel lugar. desconocen porque hay tanta gente intentando penetrar en él. Ellos
solo obedecen. El dinero es el dinero
-
Vosotras dos coged un coche e id a la puerta de
Mestral para evaluar la situación. Tebas y yo nos encargaremos de estos y luego
iremos a Llevant para verificar que no hay nada malo.
Las dos mujeres asienten y bajan
de las murallas
-
Ya están bastante cerca, jefa – dice Tebas que
está de pie sobre las almenas de la parte exterior de la muralla.
La capitana, saca un
francotirador de su bolsa y lo coloca entre dos almenas.
-
Pues ya estamos tardando.
El aura de Tebas es verdaderamente increíble. Es capaz de crear, pero
no crea algo, crea vida en forma de árboles. No puede crear otros tipos de
vegetación, solo árboles. Aunque estos árboles son estériles y de normal se
marchitan en 3 o 4 años.
Tebas señala un lugar en el
suelo. Al momento, una docena de pinos y abetos con un tronco grueso y fuerte
florecen del punto donde había señalado. Los conductores son incapaces de
reaccionar y tres o cuatro coches se estampan contra la barrera de madera. Algunos
estallan.
Mientras tanto, Menfis, que ha
entornado un ojo, dispara. Con cada bala que sale de la boca del arma, un
conductor muere. Su aura no le daba
una buena forma de luchar cuerpo o cuerpo, pero eso no le impedía matar a
cientos de personas sin que ellas la vieran. Con la estrategia seguida, apenas
tardan unos 20 minutos en limpiar Xaloc.
Dendarah baja rápidamente de la
moto. Aunque ha tardado dos horas y media en llegar, la puerta de Garbí aún no
ha caído. Los insignificantes que están a sus pies intentan tirarla utilizando
varios métodos. Solo la puerta, es veinte metros de altura y treinta centímetros
de anchura de acero, además de estar imbuida de aura de los ingenieros áuricos. De la misma forma las otras 7.
El libro aparece en su mano
derecha y Dendarah elige una página sin mirar. Al momento, el cañón de una bazuca
aparece en su palma izquierda. Una lluvia de misiles cae sobre los invasores. El
arma se vuelve a internar en la piel y esta vez emerge el cañón de una
metralleta. Cuando acaba de acribillarlos y sentir como todas las presencias
han desaparecido se asoma. No queda nadie vivo, no obstante, una máquina
similar a un tanque pero con un ariete mecánico sigue golpeando la puerta. Puesto
que los misiles no la han destruido y que la puerta empieza a abombarse decide
actuar.
Cambia la página del libro y se
dirige a la moto. Primero anula el peso del vehículo y después, apuntando con
mucho cuidado, se imagina la moto pensando 3000 toneladas. La moto cae a una
alta velocidad destruyendo la máquina, pero abriendo un gran boquete y creando
una onda expansiva que crea un ligero temblor. Dendarah sonríe. Se ha paso un
poco.
9 horas es lo que tardan
Elefantina y Cusae en llegar. No es solo que Ahotep sea enorme, el problema
también es que no hay carreteras, solo pistas forestales y caminos en muy mal
estado. Sabían que Menfis, Tebas y Dendarah habían tenido un éxito rotundo,
aunque no estaban tranquilas. Ya era de noche cuando Cusae frena de golpe.
-
¿Qué coño haces, loca? – dice Elefantina
mientras le dedica una mirada de rabia.
-
Mira – dice Cusae sin inmutarse y señalando al
frente.
Elefantina abre la boca sorprendida.
Las dos hojas de la Puerta de Mestral han sido arrancadas de sus fuertes y
pesados gozones. Las dos piezas de metal están llenas de golpes y abolladuras. Incluso
hay una con parte del acero fundido.
Elefantina enciende el trasmisor.
-
Tenemos problemas. Graves problemas.
Menfis responde rápidamente.
-
Lo sé. No sé cómo lo han hecho, pero hay siete
personas dentro y muy cerca de vosotras. Cuidado, son todas muy fuertes. Una de
ellas es Siracusa.
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