dijous, 27 de juliol del 2017

Green hunters III: Almendro.

-          El ataque a las puertas de Garbí y Xaloc eran solo para despistar y alejarnos de su verdadero objetivo: Mestral – dice Menfis a través de los transmisores -. Escuchadme: tenéis a tres personas muy cerca de vosotras, y otros cuatro no andan lejos. Son demasiados. Retirada.
Elefantina y Cusae se disponen a coger el coche para huir cuando el vehículo empieza a fundirse y convertirse en una masa de metal maloliente y chisporroteante. Un hombre joven aparece al lado. Aunque es de noche, la luz de la luna permite ver perfectamente al hombre lanzar una especie de líquido transparente de su mano. Elefantina reacciona rápido. Concentra su aura en las palmas de sus manos. Ella sabe que es imposible repeler el líquido al completo, por tanto, utiliza su carta de triunfo. Golpea el aire con su palma derecha el aire, creando una ligera onda de choque que empuja el líquido sobre un árbol, que al momento empieza a sisear y fundirse.
-          Así que puedes repeler cualquier cosa. Entonces la información era cierta – dice el hombre haciendo una pequeña reverencia -. Elefantina, yo soy Ávaris. Un placer.
Elefantina frunce el ceño.
-          Cusae, al parecer los invasores tienen información sobre nosotros. Yo me encargaré de este ya que tu poder no servirá contra él. Vete por detrás.
Cusae no discute. Ella piensa igual que Elefantina. Ávaris ni siquiera la mira, solo se concentra en Elefantina.
-          ¿Así que crees que tú puedes contra mi ácido? No me hagas reír.
Elefantina no duda. Al no poder acercarse al enemigo, lo mejor es atacarle desde lejos. Utilizando los árboles como balas, los lanza con solo rozarlos con la palma de la mano. Ávaris no se inmuta, los árboles que no puede esquivar los derrite con su aura convertida en un poderoso ácido.
Cusae consigue esquivar el puñetazo por poco, aunque siente un calor abrasador al pasar el puño cerca de su cara. Con un movimiento rápido de ojos detecta al otro sujeto. Al momento, su brazo izquierdo crece hasta diez veces más y lo dirige hacia el otro tipo. El otro, utiliza algo increíblemente duro y puntiagudo para frenarlo. Cusae, utilizando el puño del contrario como punto de apoyo se propulsa para alejarse de los dos tipos y poder evaluar bien la situación. Son dos hombres: uno está cubierto de cristales azules que brillan con un fulgor perturbador y el otro parece un horno con patas, el aire a su alrededor se ondula y la hojarasca bajo sus pies crepita hasta arder.
-          Holiiiiii – dice el hombre-horno -. Nuestra capitana nos ha enseñado a presentarnos ante las víctimas. Este bonito diamante se llama Cartago. Yo soy Cnosos. Es un gran placer conocerte, guapa.
Cusae gruñe. Le costará mucho atacar al tal Cnosos, ya que seguramente acabe con quemaduras severas. Así que solo le queda atacar al otro tío. Aunque al aumentar tanto de tamaño se vuelve un blanco fácil.
-          Ay bonita, deberías ser más educada. No te has presentado. Eso es de ser muy mala persona.
Cnosos empieza a correr. Cusae siente el calor desbordante que emana el pesado de mierda. Su mano izquierda se ensancha y es clavada en la tierra. Cusae embiste al intruso utilizando el montón de tierra que tiene cogido como escudo. Aunque el choque hace retroceder al enemigo, el calor empieza a traspasar la tierra. Al mismo tiempo, por el rabillo del ojo, un destello azulado le hace reaccionar. Su pierna derecha se vuelve gigantesca hasta reventar el zapato. Lanzando una patada en diagonal, Cartago sale despedido hasta estamparse contra un árbol. Ileso, gracias a su poder. Aunque es vergonzoso, Cusae decide escapar. No tiene posibilidades luchando contra los dos ella sola.
-          ¿A dónde vas, bonita? – oye la voz de Cnosos acercándose -. Ven a jugar más con nosotros.

Elefantina esquiva un reguero de ácido por los pelos. Ávaris lo lanza de sus manos como si fueran mangueras. Antes de darse cuenta, está acorralada. El suelo está lleno de ríos que corroen el suelo.
-          No tienes escapatoria.
Las cicatrices de la cara de Elefantina se tensan cuando ella sonríe. Ávaris le ataca aunque ella repele el aire haciendo que el ácido vuele hacia su creador. Este, apenas tiene tiempo de esquivarlo. Tiempo suficiente. Elefantina utiliza su mano izquierda sobre el suelo para propulsarse hacia el cielo.
Se eleva hasta que pierde fuerza y empieza a caer. Después de disfrutar levemente de las increíbles vistas saca una caja de clavos del bolsillo. Saca las cien piezas y las coloca apuntando con la punta hacia el suelo. Entonces, concentrando toda su aura en la palma derecha, empuja la cabeza de los clavos, que caen como una lluvia mortal.
Con movimientos rápidos de las manos, utiliza su poder para repeler el aire y reducir la velocidad de la caída poco a poco y, aunque el aterrizaje es doloroso, sale con apenas heridas superficiales.
Ávaris está en el suelo, repleto de clavos por medio cuerpo, sobretodo en la cabeza y la cara. Muerto como un alfiletero.
-          Buen trabajo – le dice Menfis a través del transmisor -. Ahora corre a ayudar a Cusae que está luchando contra dos ella sola. Parece que hay otros dos que están a unos 200 metros de ti pero…
Una violenta corriente de aire pasa al lado de Elefantina y siente un dolor lacerante en la mejilla derecha.
-          Espera – dice Menfis – ahora están a tu lado. ¡Elefantina, corre!
Elefantina mira como la sangre sale de su mejilla desconcertada. Justo detrás de ella hay dos tipos: una chica y un chico con una pluma llena de sangre. Su sangre. El hombre invoca un libro blanco hecho de aura en su mano derecha y desliza la pluma sobre una página.
-          ¿Quiénes…
No puede acabar la frase. Un profundo pinchazo le perfora el corazón. Se muere. Mientras cae al suelo, observa la forma borrosa de los dos tipos. No sabe cómo ha pasado, pero siente como la sangre se le vuelve espesa dentro del cuerpo. Siente, como los sentimientos se van desdibujando en un cerebro cada vez más inútil. Cuando Elefantina toca el suelo, solo tiene un segundo más para disfrutar del cielo infinito repleto de estrellas luminosas que crecen hasta volverlo todo blanco brillante.

Cusae salta para esquivar un trozo de diamante que Cartago le lanza. Están lejos, pero se van acercando. En el transmisor, la voz de Menfis aparece:
-          Cusae – dice afectada – ve hasta el Monasterio de Set Vides y utiliza el pasadizo detrás de la Virgen para escapar.
-          ¿Qué? – dice Menfis - ¿Y Elefantina?
Menfis duda un momento.
-          Elefantina ha muerto. Le han atacado por sorpresa. Huye
Cusae para en seco. Su rostro, siempre sereno se rompe en una mueca indescriptible. De sus ojos brotan lágrima mientras que sus brazos se vuelven inmensos, destruyendo los árboles de alrededor sin miramiento. Han matado a su amiga
-          Los destruiré – dice mientras se gira sobre sí misma para encarar a los dos enemigos.
-          Ni se te ocurra, Cusae. Vuelve a la base central ya. Es una orden.
Cusae niega con la cabeza.
-          Han matado a Elefantina. Los destruiré. Aunque muera en el intento.
La respiración profunda de Menfis inunda la línea.
-          Cusae, si tú también mueres, ¿Qué será de nosotros?

Durante unos segundos que a Menfis se le hacen eternos Cusae no se mueve ni dice nada. Menfis va a hablar cuando Cusae deshincha sus brazos y emprende la huida hacia el Monasterio. Menfis suspira aliviada. Cusae muere por dentro.

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