La
lancha avanza rompiendo las olas. El mar, en pleno ocaso, parece un espejo de
plata bruñida que deslumbra con destellos rosáceos y violáceos. Menfis, Luxor,
Xois, Tebas y Edfu se mueven sobre al agua hacia el acorazado que se agita tranquilamente
a lo lejos. La tormenta creada por Dendarah hacia un par de horas que se había
despejado, dejando un cielo y ambiente húmedos y despejados.
La primera
respuesta del acorazado llega rápidamente. Un destello blanquecino emerge de su
cubierto directo hacia ellos.
-
¡Láser! – grita Edfu
Menfis gira los mandos
rápidamente para esquivar el golpe. El láser se sumerge en el mar con un siseo
escalofriante. Otro láser vuelve a caer sobre ellos.
-
Parece que quien tenga ese poder solo puede
crear los láseres de uno en uno – dice Xois al observar la cadencia de los
tiros.
Luxor asiente.
-
Mientras estemos a una distancia prudente
podremos esquivarlos. Pero en algún momento tendremos que acercarnos.
La lancha da vueltas al navío a
una distancia considerable. Mientras tanto el sol cae y la noche les abruma a
todos. La luz de la luna es insuficiente, y navegar en esas condiciones es peligroso.
Menfis suelta una maldición y retrocede hacia la playa. Para el motor y observa
el barco. En ese momento el láser se redirige hacia la puerta. Sigue intentando
romperla.
-
Hay tres en la cubierta: una chica disparando el
láser ese por la boca, otra chica a su lado y una especie de monstruo nocturno mirándonos
directamente. Era un hombre hace unos segundos así que supongo que ese es su
poder.
-
¿Y dentro del barco?
-
No puedo ver nada – dice Menfis encogiéndose de
hombros -. Me imagino que habrán recubierto las paredes con algún material
parecido al Manto de Hécate.
Menfis se gira y se sienta al
lado de los otros cuatro.
-
Necesitamos un plan para poder acercarnos hasta
él. Aunque nuestros poderes podrían interrumpir algún que otro disparo, acabarían
fallando – se recuesta -. Ideas.
Durante unos minutos nadie habla.
Solo piensan.
-
Tenemos pocas horas antes de que la puerta vuele
en pedazos.
-
Creo que tengo una idea, pero es un poco loca –
dice Tebas.
Menfis sonríe.
-
Esas son las mejores.
La lancha sale despedida. Parece
que va en línea recta, pero en el momento que los disparos vuelven a caer
empieza un errático y ligero vaivén hacia los lados, como un borracho haciendo zigzag.
-
¡Edfu! – grita Menfis - ¡No podremos esquivar el
siguiente!
Edfu que está de pie levanta su
brazo derecho y apunta. Una flecha empieza a dibujarse siguiendo la línea recta
del codo hasta la punta del dedo índice. El aura
de Edfu crea vectores. Es decir, calculando las coordenadas X, Y y Z, puede
disparar proyectiles. Incluso modificar su trayectoria solo con cambiar estas
variables en su cabeza. El vector sale del brazo de Edfu como una flecha y
choca contra el láser que iba directo hacia ellos.
La estrategia funciona los
primeros metros, pero a medida que se van acercando, a Menfis le cuesta más
predecir la trayectoria de los láseres y a Edfu poder interceptarlos.
-
Es la hora, Tebas – dice Menfis mientras otea el
futuro inmediato -. Ninguno de nosotros podrá esquivar el próximo ataque.
Tebas se concentra. Piensa en ese
día por la mañana. Piensa en Cnosos volando por los aires. Piensa en el bonsái
que le ha salvado la vida a Dendarah. Piensa en todo eso y entonces dice:
-
Cuando tú digas.
Menfis asiente y se pone serie. Espera
un segundo y se gira:
-
¡Ahora!
Tebas apunta hacia el mar en un
punto en concreto. El último vector que lanza Edfu pasa rozando el último
láser, pero siendo insuficiente para detenerlo. El rayo de luz está a punto de
tocarlos cuando la lancha se eleva. El proyectil choca contra un árbol que
emerge en diagonal del mar.
Un tronco absurdamente grueso e
imposiblemente largo, con una copa llena de hojas dispuestas como si fueran un
colchón. Aunque el árbol en si desafía todas las leyes de la biología sigue
creciendo pese al impacto. Sigue creciendo durante unos instantes hasta que
para de golpe. En ese momento la lancha sale despedida.
Los cinco ocupantes se mantienen
quitos unos momentos y entonces se sueltan y salen volando de ella. Salen despedidos
por encima del barco y van directos a estrellarse contra la cubierta.
-
¡Tú turno, Xois!
De la espalda de la pequeña mujer
emergen cuatro manos traslucidas y solo con las articulaciones de los dedos y
las muñecas. El brazo es más como un tentáculo y los dedos tienen formas
regordetas, como si fueran garabatos de un niño pequeño. La manos son también
bastante más grandes que las de una persona normal. Cada mano se cierra
alrededor de la cintura de una de los otros cuatro. Sin embargo, siguen cayendo
como piedras. Otras dos manazas gigantes emergen de la cubierta y los recogen
en el aire cuando apenas quedaban un par de metros para que se convirtieran en
melones reventados.
No obstante, Luxor está demasiado
lejos y las manos no logran recogerlo. Su cuerpo sale despedido fuera de la
cubierta. Xois desmantela rápidamente las manos que la unen con Menfis, Edfu y
Tebas y, al momento, siente el tirón y sale despedida hacia atrás. Si no
hubiera sido por la barandilla, con la que choca con fuerza, habrían caído los
dos al mar.
Xois tose y gruñe por el golpe. Se
asoma por la barandilla y ve el cuerpo de Luxor colgando.
-
¿Estás bien?
Este levanta la cabeza y le
sonríe.
-
¡Si! Estoy genial.
Xois bufa pero suspira aliviada.
-
¡Ahora te subimos! – le grita Tebas
Pero él no dice nada, en su lugar
solo se oye como se rompen unos cristales.
-
Esperad – dice Luxor entrando por un ojos de
buey que el mismo ha roto –, yo me infiltrare por aquí.
Menfis se asoma dispuesta a gritarle
que espere pero este ya está dentro. Xois niega con la cabeza mientras crea una
mano que la coge y la sube por encima de la barandilla.
-
Voy con él – dice mientras desciende -. ¡Nos
vemos en la sala de controles!
Menfis pone los ojos en blanco y
bufa mientras coge las manos de Edfu y Tebas y tira de ellos.
-
Están viniendo – dice -. Van a ver primero la
lancha que ha caído por el otro lado, pero no tardaran en llegar aquí. Tenemos que
infiltrarnos ya.
Abren una puerta al azar y la
oscuridad fría y tenebrosa les traga. Ya están al amparo de los dioses.
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