divendres, 1 de desembre del 2017

Green hunters VII: Hyperión.

                El sol le deslumbra, lo ciega y hace que la piel blanca de sus manos le arda, pero a Tebas le da igual, le encanta y lo disfruta. Pensaba que iba a morir en esa cueva. Cuando Dendarah había quedad inconsciente, Tebas había avanzado a ciegas hasta que el agua dejó  paso a una pasadizo de rocas húmedas y resbaladizas. Entonces se sentó y ese fue su error. El frío casi lo consume por completo. Decidió acunar la cabeza de Dendarah hasta morir. Sin embargo, cuando una capa de escarcha le cubría el pelo, la barba e incluso el vello del pecho Dendarah había despertado y le había hecho entrar en calor cediéndole aura. Para ese momento ya habían pasado horas. Dendarah conocía la cueva y conocía la existencia de otra salida trasera, por donde ahora emergían.
                Lo huele antes de verlo: humo. Millones de partícula de ceniza corrompen el aire. Su aura se estremece: miles de árboles muriendo y trasmitiéndose el dolor entre ellos. Y no solo eso, el sotobosque muriéndose, pudriéndose. Alguien se estaba tragando toda el aura de los seres vivos del Santuario de Ahotep. Fuego y podredumbre.
-          Dendarah… - dice susurrando con lágrimas en los ojos – ya ha muerto el 40% de la vida de este lugar.
Dendarah no dice nada, simplemente le abraza. No lo comprende, ya que él no tiene esa conexión con la vida vegetal. Entonces tiene una idea. Coge de la mano a Dendarah y tira de él.
-          ¡Ya sé que buscan! – dice mientras se abre paso -. Están en la Sureria.
Tebas, apesadumbrado, levanta la cabeza y lo primero que ve son las columnas de humo ascendiendo como serpientes de muerte por todas partes. Después, a unos metros por delante de ellos la ve: la reserva de alcornoques del santuario. Pequeños ciclones de humo empiezan a surgir de ella.
-          ¿Cómo lo sabes?
-          Fácil – dice Dendarah -. No le encontraba el sentido a este ataque. Querer atacar un santuario tan bien protegido cuando no hay tesoros y todas las plantas que hay aquí están en todos lados. Bueno, casi todas.
-          Alcornoques – dice Tebas abriendo los ojos como platos -. Ya no quedan más alcornoques en este hemisferio. La Sureria es la última reserva.
-          Exacto. y hay tan pocos porque han tenido la desgracia de ser los seres vivos con más aura que existen. Hasta 1000 veces más que un humano normal. Y aquí tenemos el que más aura tiene. Es el puto centro de la vida de este lugar y no habíamos pensado en él.
Tebas va a contestar, pero entonces lo ve. Cnosos, uno de los asesinos de Elefantina, poniendo sus manos a más de 500 grados sobre la corteza de los vetustos alcornoques. Los árboles se estremecen y “gritan” mientras toda su vida es tragada por algo en el este.
Enloquece, simplemente grita y un gran Hyperión nace del suelo. Pero no lo hace de forma normal. No, crece en diagonal. Cnosos ha llegado a oír su grito y sentir sus auras, pero ha llegado demasiado tarde. Siente como toneladas de celulosa estallan contra su espalda. Las ramas lo empalan y le desgarran la piel, pero eso no es lo peor, el Hyperión crece tan rápido que, cuando alcanza su altura máxima, el cuerpo de Cnosos, ya medio muerto, sale despedido y se pierde montaña abajo. Al chocar contra el suelo, su cuerpo estalla de tal forma que hasta las extremidades se separan de su cuerpo.
No hay tiempo para celebraciones. Dendarah ha ido directo contra otro sujeto cubierto de diamantes que ha enloquecido al ver a su compañero ser reventado como una calabaza. Dendarah invoca el poder de la chica que mato hace unos días en su mano izquierda, metamorfoseándola en una espada gigante.  La espada choca contra el cuerpo de Cartago sin hacer siquiera una mella en la armadura de diamantes.
-          Malditos hijos de puta – grita Cartago –. Os arrepentiréis, os voy a meter diamantes por el culo hasta que estalléis.
Los diamantes empiezan a brotar de él como si de una fuente millonaria se tratara. Rápidamente, empieza a formarse una montaña brillante, con el de pico. Dendarah es tragado por la avalancha de diamantes.
Tebas gruñe y construye un muro de robles, pero los árboles son triturados y aplastado por la marea del mineral. Entonces decide crear un pino y dejarlo caer sobre la pila de diamantes para intenta utilizarlo como puente hasta Cartago. Parece funcionar, incluso avanza varios metros, pero el árbol empieza a colapsar por los miles de diamantes que lo tragan y lo zarandean. Durante unos segundos, Tebas solo ve diamantes resplandeciendo en cientos de destellos multicolores.
Un cuerpo unido a una gran espada y un libro emerge al lado de Cartago. Este se asusta al principio pero enseguida una sonrisilla socarrona le adorna el rostro cuando ve la espada caer contra él.
-          ¿De verdad piensas…?
Un brazo derecho tapizado de deslumbrantes diamantes cae por un terraplén de las mismas gemas dejando un reguero de sangre rojiza. Cartago grita lleno de pánico. Ha dejado de producir diamantes e intenta detener la hemorragia. Dendarah se posiciona ante él, lleno de cortes y arañazos. A sus pies, la fortaleza de diamantes comienza a desmoronarse.
-          Esta espada – dice seriamente – no solo corta. Tiene una habilidad llamada adaptabilidad. Es decir, cuando toca un material que no puede cortar, cambia su conformación y composición para poder cortarlo la siguiente vez.
Dendarah observe como Tebas emerge del montón de diamantes cogido aún al árbol que se asoma de forma casi imperceptible. Sonríe aliviado.
-          Nunca sobreestimes tu poder. Pero más importante aún: nunca subestimes el de tú adversario.
La cabeza de Cartago se separa de su cuerpo de un solo y sencillo corte. Dendarah observa el cuerpo del muerto durante unos segundos y se dirige a toda prisa hacia Tebas  y los dos siguen hasta tierra firme.
-          Esto me va a dejar seco – dice Dendarah arrodillándose en el suelo y abriendo su libro -. Te presento mi cuarto poder: control del clima.
Los nubarrones emergen del cielo como si una gran horda de ovnis invadiera la Tierra hasta cubrir el firmamento. La lluvia llega al segundo. Dendarah sonríe, tiene ojeras y está muy cansado, pero lo han conseguido.
El aire se abre, como si fuera un telón invisible. Una cabeza de mujer y un brazo emergen. La chica echa un gran vistazo a ambos y en su mano derecha aparece un triángulo irregular de mármol, con los bordes llenos de esquirlas afilada. Dendarah aún sonríe cuando la chica lo empala por la espalda. El trozo de mármol emerge cubierto de sangre por el otro lado, como una rosa de piedra blanca y roja.
-          Me llamo Jericó. Misión cumplida - en su otra mano, una maceta con un alcornoque achatado y raquítico, pero que desprende una aura gigantesca y con las hojas de colores brillantes.
Jericó intenta atacar a Tebas pero este está fuera de sí. La chica mide la situación y la prudencia la llama, así que decide volver a cubrirse con la capa hasta desaparecer totalmente. En ese justo momento, centenares de árboles emergen por doquier. Robles, sauces, secuoyas…

                Tebas se arrodilla al lado de Dendarah. Grita, llora e intenta detener la hemorragia, pero no sirve de nada, la vida desaparece y se va con los arroyuelos que ha creado la lluvia. Todo perdido. Hasta que el aura muta…

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