Serpentines de luces nacen de la espalda de Sarmizegetusa
como si se tratara de un dios del sol. Este nuevo avatar que ha invocado no
tiene una forma clara. Hera es solo un conjunto de estrellas y luces formando
espirales y formas curvas. Los haces de luz se desparraman sobre su invocador
y, al segundo, las heridas se le curan, incluso se le regenera la oreja.
Dendarah
levanta la mano derecha y el cañón de una metralleta emerge de su palma. La lluvia
de balas inunda el cuerpo de Sarmizegetusa, pero este no se inmuta. Hera le
sigue curando aunque los proyectiles le atraviesen la cabeza o el corazón.
“Mierda
– piensa Dendarah -. Un avatar indestructible.”
Mientras
decide no seguir acribillando a su enemigo, Menfis llega a su lado con Tebas
medio muerto del brazo. Entonces, ella abre los ojos. Como se había propuesto,
ahora tiene su poder alerta.
-
¡Crea una barrera! – dice - ¡Corre!
-
Poseidón – dice Sarmizegetusa. Mientras Hera es
cambiada por el nuevo avatar, Dendarah crea un muro de metal candente.
Inmediatamente, un diluvio de
agua a presión cae sobre la pared. Aunque hace un calor enorme, la barrera
cumple su cometido.
Dendarah se acerca a Tebas, que
está ahora en el suelo, recostado. Le da un beso en la frente sucia y sudada.
-
Esto te va a doler – dice mientras le acerca la
mano a la herida.
Tebas grita mientras el ambiente
se llena de humo y olor a carne quemada. Gracias al poder de Siracusa, ahora
también podía cauterizar heridas. Tebas pierde el conocimiento.
-
Infórmame, por favor – dice Dendarah mientras
acuna la cabeza de Tebas.
Menfis coge aire.
-
Como puedes ver, el sujeto es de tipo avatar –
dice mientras habla -. Parece haber elegido el Panteón griego. Hemos derrotado
a tres, y le faltan por mostrar otros tres: Apolo, Zeus y Atenea.
Dendarah asiente.
-
Uno de esos debe ser inofensivo, ya que debe ser
el que absorbía toda el aura del
Santuario.
-
Eso he pensado yo.
-
¿Xois no podría hacer crecer un brazo en su
interior o algo?
Menfis niega con la cabeza.
-
Aunque poderoso, su poder tiene limitaciones. Para
que sus brazos crezcan en un ser orgánico, debe haberlo tocado antes. Y cuando
los hace crecer cerca de un punto caliente de aura, se vuelven inestables y necesita más tiempo para crearlos.
Ese tiempo sería crucial para una respuesta rápida de Sarmizegetusa.
Dendarah maldice en susurros.
-
Tenemos que acabar esto rápido. Obviamente, este
señor es muy poderoso. Matarlo directamente no sirve de nada mientras siga
existiendo Hera.
-
Exacto – corrobora Menfis -. Lo que podemos
hacer es dejarlo sin avatares.
-
Y otra cosa Menfis. No sé qué me ha hecho Tebas,
pero este poder añadido que tengo tiene un tiempo límite. Por otro lado, queda
alguien vivo aún en el Santuario. Cuando he subido al barco lo he sentido acercándose
a la costa.
Menfis asiente, sombría.
-
Debe llevar un manto de Hécate para escapar de
mi poder – Menfis se queda pensativa unos segundo -. Debemos lanzarnos a actuar
ya.
-
Totalmente de acuerdo.
Dicho esto, Dendarah se acerca al
cadáver de Sagunt. Las páginas de su libro giran y cuando le toca la frente, el
muerto se levanta de un salto. Aunque sin vida.
El zombi se va por la izquierda. Una
lluvia de balas de agua lo destroza. Pero Dendarah ya ha salido por el otro
lado con un lanzacohetes emergiendo de su mano. Sin embargo, cuando levanta la
vista, el monstruo le he está apuntando con la boca abierta.
Las balas que deberían haberlo
acribillado se estampan contra algo translúcido que ha surgido cerca de
Dendarah. En ese segundo, Xois con Luxor sujeto a la espalda cae del techo con
un brazo emergiendo del estómago. El golpe del puño, sumado al impacto de la
caída hacen que la cabeza de Poseidón de desintegre en sesos putrefactos y
trozos de alga.
-
¡Hefestos! – grita Sarmizegetusa, lleno de
rabia.
El gran escudo evita que un
segundo golpe de Xois aplaste el cuerpo de Sarmizegetusa.
No obstante, Dendarah aprovecha
la oportunidad para combinar dos poderes. Mientras se impulsa con el poder de
Babilonia, una gran espada se forma de su mano derecha. Como lo esperaba, el
impacto no crea ni una sola fisura en el escudo. Pero eso entraba dentro de los
planos.
Otra espada, pero esta vez en la
izquierda, forma un arco brillante que divide en dos el escudo, separando de
una tajo, tanto la cabeza del avatar como la de Sarmizegetusa.
El tiempo que tarda Hera en
manifestarse es usado por Xois para moverse utilizando brazos en el techo y
aterrizar al lado de Menfis y Tebas, detrás de la muralla de metal.
Antes incluso de tener toda la
cabeza unida al cuerpo, Sarmizegetusa habla con la voz cavernosa y desgarrada,
como si fuera un muñeco roto:
-
Apolo.
Un pequeño torbellino nace de él
hasta formar la estatua de un efebo hermoso y desnudo. Está decorado con tonos
de colores hermosos, como los antiguos griegos lo harían. Sin embargo, la
anodina faz de la estatua se deforma cuando abre la boca como si se dislocara
la mandíbula.
Un grito feroz y desgarrado nace
de la garganta de la estatua. Dendarah grita y se aleja zigzagueando por el
dolor que le produce el fuerte sonido. Se desploma al lado de Menfis y Xois,
que también están sufriendo por la tortura que supone ese impacto sónico.
Mientras los tres se encuentran revolviéndose
en el suelo, el sonido desaparece. No obstante, sienten la cabeza embotada y
confusa. Un profundo pitido les recorre el cerebro de punta a punta.
El tiempo que usan para recuperarse
vale oro, oro que Sarmizegetusa no piensa desperdiciar.
-
Zeus.
La estatua de Apolo es
substituida por una mucho más grande y bonita. Hecha de mármol y oro, una
representación del Zeus de Olimpia, una de la siete maravillas del mundo
Antiguo, aparece.
La gigantesca copia del hombre
barbudo apunta hacia el pequeño alcornoque que había asistido imperturbable a
la batalla desarrollada ante él. Una cantidad desbordante de aura fluye del arbolito hacia Zeus, y de
la estatua a Sarmizegetusa, que siente como sus rebosantes niveles de energía
aumentan.
Una bala se materializa ante la
frente de la estatua y le vuela la frente. Sarmizegetusa ríe fuertemente.
-
Tarde – dice mientras sigue riendo -. Mis
niveles de energía están al máximo.
Menfis, Xois y Dendarah jadean y
empiezan a incorporarse.
-
Apenas me quedan balas – dice Menfis, que está
especialmente exhausta después de ese último ataque.
Dendarah se apoya en la pared,
que ya está fría.
-
Le quedan seis avatares, de los cuales, Atenea
aún no ha sido mostrado, lo que me da que pensar que puede ser su as en la
manga – gira la cabeza para observar a Tebas y Luxor, que tienen un pie en el
Inframundo-. Por otro lado, estamos nosotros: Menfis, al borde del desmayo;
Xois, con menos de la mitad de energía; y yo con unos niveles demasiado inestables
como para poder analizarlos.
Xois aplaude sarcásticamente.
-
¿Alguna idea?
Dendarah asiente.
-
Jefa, descanse – Menfis no asiente, pero tampoco
lo contradice -. Xois, mantente al margen, necesitaremos tu poder para huir.
Alguien está derritiendo el hielo y el barco va a empezar a hundirse. Fijaos,
la inclinación aumenta.
Ambas asienten, también lo habían
sentido. Dendarah se levanta y sale de
detrás de la muralla.
-
Yo soy la bomba – les dice -. Voy a intentar
encargarme de los otros seis avatares yo solito.
Quieren replicar, pero no tienen
fuerzas ni ningún plan mejor.
Sarmizegetusa se ríe de forma
maliciosa.
-
Vaya, vaya ¿Un suicidio? – cruje los dedos -. Déjame
que te ayude. Artemisa.
La estatua de la Artemisa de
Éfeso pero con cinco pares de brazos se materializa.
-
Ella será la primera – dice mientras las cinco
flechas de luz caen sobre él.
Dendarah no
intenta destruirlas. Simplemente activa su poder de refuerzo físico. Con movimientos
gráciles a la par de sensuales, los cinco flechazos pasan sin rozarle si quiera
y chocan contra la pared del fondo.
-
¿De chulito? – dice Sarmizegetusa con la cara
roja de ira.
Dendarah simplemente niega con la
cabeza mientras el libro se posa sobre sus manos y todas las páginas de abren.
-
Realismo – haces de luces multicolores emergen
del papel del libro -. Bienvenido a la Arcadia.
La luz se vuelve cegadora.
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