dissabte, 20 de gener del 2018

Green hunters XV: Higuera

La luz, en un principio blanca, se deshace en varios haces de colores. Los diferentes haces comienzan a concentrarse alrededor de Dendarah y a adoptar formas difusas y arremolinarse alrededor de Dendarah. Sarmizegetusa lo observa, pensativo, pero no inactivo, ya que Artemisa empieza a volver a recargar las flechas.
-          Según la clasificación oficial, podemos clasificar el aura en seis tipos – dice Dendarah -. Elemental: como el nombre dice, crear un elemento; Modificadora: la alteración corporal; Creadora: el aura se manifiesta en algo vivo; Emisión: el cuerpo emite algo, como calor; Ingeniero: el aura se manifiesta en algo artificial; y Avatar: un usuario con varios tipos de poderes los proyecta a través de terceros.
Sarmizegetusa se harta del parloteo de Dendarah y lanza las flechas de su avatar. Sin embargo, Xois, que lo había previsto, ha corrido a su lado y ha creado cinco brazos para detener el impacto de los proyectiles.
-          El tipo de aura – sigue Dendarah – se hereda de los padres, es algo genético. Al igual que con el pelo o el color de los ojos, el factor dominante prevalece.
Las luces, que se han separado en catorce formas claramente diferenciadas, van perdiendo su carácter amorfo y se pueden empezar a distinguir, patas, ojos, ¿picos?
-          No obstante, existe la codominancia  - dice Dendarah -. Aunque predomina la genética de mi padre, el tipo Ingeniero, el que me permite crear el libro donde colecciono poderes, mi madre también dejó su parte.
Las luces adquieren su forma final. Catorce aves del paraíso se posan sobre Dendarah o revolotean a su alrededor. Cada uno es de un color diferente. Un pájaro de tonos blanquecinos que está posado en el hombro derecho de Dendarah, abre el pico. Un lanzacohetes emerge de él. Antes si quiera de poder reaccionar, la cabeza de Artemisa revienta en millones de piedrecitas. Al momento, el avatar se desvanece en una nube de polvo y humo.
-          Puede que no controle este tipo de aura, pero sí que puedo llegar al estado de Arcadia, al que ni siquiera tú puedes llegar.
Sarmizegetusa frunce el ceño lleno de furia.
-          ¡¿Y qué?! –grita- La forma Arcadia, es decir, cuando un Avatar despliega todos sus alter egos a la vez, también es la forma más rápida de cansarse. Mientras tenga a Hera, no podrás hacer nada.
Una bandada de pájaros sale volando hacia Sarmizegetusa sin dudarlo. Las aves revolotean a su alrededor lanzándole hielo, metal candente, misiles, láseres… todo lo que pueden y más. Apolo, Deméter y Dionisio no tienen nada que hacer y se desvanecen, destruidos por las brutales acometidas de los pequeños avatares de Dendarah.
-          ¡Atenea! – grita Sarmizegetusa, rojo de ira, después de que Hera lo haya sanado.
Un ángel gigantesco de características andróginas sale de la espalda de él. Va vestido con una túnica de colores blanquecinos y azulados. Su rostro está oculto por una máscara funeraria. Las plumas de las alas salen disparadas como flechas. Los pájaros se ven obligados a esquivarlos sin poder hacer nada, ya que sus ataques parecen no afectar al nuevo y poderoso avatar.
-          El as en la manga – susurra Menfis entre dientes, detrás del muro de metal.
Xois coge al vuelo a Dendarah, que comienza a desfallecer, al mismo tiempo que crea dos brazos gigantescos que los envuelvan y paran las plumas.
-          ¿Qué te ocurre? – pregunta Xois a Dendarah, mientras lo acuna.
Este jadea y cierra los ojos.
-          Sarmizegetusa tiene razón. Arcadia succiona muy rápidamente mi aura. O acabamos rápido o perdemos. Pero esa Atenea parece indestructible.
Al decir eso, la diosa abre los ojos y un  rayo de luz emerge de ellos. La potente fuente de poder es desviada por un pájaro, que representa el poder de Elefantina.
Aunque apenas puede con su alma, Menfis se levanta del suelo. Sabe que deben hacerlo todos juntos para poder ganar. Se tambalea un poco, en parte por el cansancio y las heridas, en parte porque el barco sigue escorándose. Al parecer, casi no queda hielo para aguantar al navío.
Menfis levanta los ojos y se encuentra con los de Xois. Es la que en mejor estado está, por lo tanto, la huida dependerá de ella. Levanta dos dedos de su mano izquierda, mostrándoselos. Ella abre los ojos, aterrorizada. Menfis ya ha salido corriendo. Aunque sale de la barrera, Sarmizegetusa está demasiado ocupado con los pájaros como para darse cuenta.
Dos de los animales se posan en los hombros de ella. Uno hace que sus capacidades físicas mejoren, el otro hace que su cuerpo sea mucho más ligero. Un tercero clava sus garras en su espalda y se queda expectante, esperando. Llega al final de la sala.
Es el turno de Xois, que crea una mano gigantesca y la coge. Mientras la manaza coge impulso para lanzarla, Menfis piensa en las limitaciones de su poder de transporte. Necesita tocar algo para moverlo entre el tejido dimensional.
El brazo la lanza. En ese instante, el pájaro de la espalda deja escapar aire a reacción para impulsarla. En menos de un segundo, Menfis aterriza sobre el ala derecha de Atenea. No pierde el tiempo. Las líneas empiezan a dibujarse ante ellas y antes de que lo piense, desaparece. De la misma forma lo hace la mitad del avatar.
Menfis y la mitad de Atenea, aparecen a los pies de Sarmizegetusa. En nada, el avatar desaparece. Sarmizegetusa saca una pistola para matarla, pero un brazo aparece y se la arrebata.
Xois se acerca, con tres brazos surtiendo se su espalda, en cada uno de ellos lleva a Dendarah, Tebas y Luxor. Crea otros dos, uno para recoger a Menfis, y otro para coger el pequeño alcornoque. Después se dirige al agujero de la pared. Apenas faltan unos minutos para que el gran acorazado se hunda.
-          ¡Espera! – le grita Sarmizegetusa, al borde del pánico.
Xois se gira, antes de salir.
-          ¿Sabes? Me he dado cuenta de que no puedes mover tus piernas. Sin eso y sin avatares te ahogaras junto a este barco. Entrarás en un bucle de ahogamiento y resurrección mientras Hera te siga salvando. A ver que se acaba antes, tu cordura o tu aura.
Y salta. No espera respuesta ni dice nada más. Mientras que con los cinco brazos que salen de su espalda sujeta a sus compañeros, utiliza dos que salen de su estómago para moverse, utilizando los icebergs como apoyo.  
No entiende que, aunque este amaneciendo y el sol caliente y sea agua salada, esa cantidad masiva de hielo se derrita. A medida que se va acercando a la costa, siente calor emergiendo del agua.  Se extraña hasta que ve en la costa una forma difusa.
Cnosos, ensangrentado y con una pierna menos, tiene los brazos metido en el agua mientras libera cantidades inmensas de calor. En su rostro se dibuja una sonrisa demente y siniestra. Él era quien había sido detectado por Dendarah. El superviviente de los invasores.
Xois maldice, no puede atacarle desde tan lejos, y el hielo se derrite demasiado rápido. No lo conoce, pero sabe que debe ser él quien está deshaciendo el hielo. Aunque pueda nadar creando brazos, se cansará demasiado lejos de la playa. Entonces, suena la detonación.
Cnosos cae de espaldas, con un agujero humeante en la frente. Menfis deja caer la pistola al mar mientras jadea.
Xois sonríe aliviada. Aunque tenga que nadar los últimos metros, podrán acercarse lo suficiente. Entonces lo siente. Los brazos que usa para correr se diluyen. El cansancio de toda la noche batallando le pasa factura. Apenas faltan unos 400 metros, pero ya no puede más.
Se asegura de fijar los brazos que mantienen a sus compañeros. Aunque pierda la conciencia, flotaran, y a lo mejor alguien se salva. No obstante, antes de tocar el agua, todo a su alrededor se vuelve oscuro. Cae de cara, y solo tiene una certeza: morirá.
                              



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