Cástulo
corre hasta llegar al lado de Tesalónica y Ctesifonte. Tiene el pelo larguísimo,
enmarañado y salvaje, de un color negro y moteado de tonalidades amarillas.
-
¿Qué ha pasado? – les pregunta deteniéndose a su
lado -. La puerta estaba a punto de caer cuando todo el mar se ha congelado. El
hielo cubre también las hojas de esta, no podré romperla en poco tiempo.
Al apoyar las manos en la
barandilla, un frío glacial la recorre desde las palmas de la mano.
-
Ni idea – dice Ctesifonte, con su voz potente y
fuerte -. El hielo acaba de aparecer.
Intentan otear la costa, pero el
hielo ha levantado una neblina que dificulta ver cualquier cosa. Entonces, los
tres lo sienten a la vez. Una gran cantidad de aura se mueve hacia ellos, a toda velocidad.
-
¿Ba…Babilonia? – pregunta Tesalónica, temblando
de frío.
Cástulo niega con la cabeza.
-
Según el informe de Jericó, está muerta – dice
-. La única posibilidad es el coleccionista de poderes.
-
Ese informe también decía que estaba muerto. La
propia Jericó lo mató.
Cástulo va a replicar, pero no
hay tiempo, sea quien sea ya está allí. Decide pasar al ataque antes de que sea
demasiado tarde. La luz se concentra en su garganta y el láser sale a toda
velocidad. La persona que va hacia ellos lo esquiva sin problemas. Pero eso
entraba dentro de los planes. Ctesifonte ya ha saltado y el aura lo ha modificada hasta convertirlo
en un enorme minotauro que impacta su puño contra el sujeto, que se precipita
contra el hielo, quebrándolo.
-
Aún no está muerto – dice Cástulo mientras salta
por la barandilla -. Tesalónica, protege el barco.
Utilizando un láser para frenar
el impacto, Cástulo llega a tierra y se acerca a Ctesifonte.
-
Transformismo mitológico y rayo láser bucal,
¿no? – dice el chico saliendo del agujero de hielo donde había impactado -. El
primero mola mucho, pero supongo que tendrá limitación temporal. El segundo
tiene un gran ataque, pero le falta una mayor cadencia.
Dendarah se presenta delante de
ellos. Se sacude los diamantes que había creado para protegerse del impacto. Va
vestido con unos pantalones cortos, una camisa abierta y nada más. Hay dos
cosas muy llamativas en él: la primera, que tiene varias cicatrices rodeadas
por una especie de tatuajes de flores y hojas que se mueven psicodélicamente,
sobretodo destacan dos: uno en la frente y otro en el torso; la segunda cosa
que destaca es que el libro ya no está en su mano, ahora flota a su alrededor.
Cástulo gruñe: ya es la segunda
vez que los humillan esa misma noche. Otro fogonazo sale disparado de su boca.
Dendarah abre la palma y un prisma gigante aparece en ella. Cuando el láser
impacta en el prisma, simplemente se deshace en rayos de luz inofensivos. Cástulo
abre los ojos como platos. Dendarah se encoge de hombros.
-
¿Qué? Al fin y al cabo es solo luz.
Las hojas del libro se mueven
rápidamente y Dendarah expulsa un gran iceberg hacia el fénix que se le
acercaba por el flanco mientras Cástulo lo distraía. El pájaro en llamas lo
esquivo por los pelos y cae hacia el suelo, transformándose de nuevo en
Ctesifonte.
-
Me aburrís todo el rato con la misma técnica de
distracción.
Ctesifonte vuelve a mutar, esta
vez en una gigantesca hidra que abre las bocas de sus sietes cabezas,
amenazantes. Las páginas del libro se abren en dos poderes diferentes. La mano
derecha de Dendarah crece al mismo tiempo que se metamorfosea en una espada,
creando una espada gigantesca. De una sola tajada, corta las siete cabezas.
No obstantes, dos crecen de cada
herida. Ahora son catorce.
-
Guau – dice Dendarah -. Así que tienes todos los
poderes de las bestias. Eso mola mucho. Quiero tu poder. Lo que significa que
vas a morir.
Dendarah se impulsa hacia el
cielo con el poder de Babilonia. Vuelve a utilizar la espada gigante y corta
todas las cabezas, excepto una, que escapa del enorme filo. Sin embargo, esta
vez, Dendarah actúa rápidamente. Las páginas del libro vuelven a cambiar y un
río de metal candente cubre las heridas de los cuellos de la hidra.
La única cabeza que le queda
grita enloquecida. La bestia negra y azul se encoge hasta volver a conseguir la
forma de Ctesifonte. El hombre, lleno se quemaduras, se pone en pie, con el
rostro descompuesto.
-
Aaaah – grita, o por el dolor o por la rabia -. ¡Cástulo!
La chica, que hasta ese momento
se había quedado anonadada, dispara un gran láser. Dendarah simplemente pone la
mano y el rostro de Elefantina aparece en sus recuerdos. El rayo se desvía al chocar
contra la palma rebosante de aura de
Dendarah.
La enorme Medusa se derrumba y
vuelve a recuperar la forma de Ctesifonte. Un gran agujero humeante le
atraviesa la cabeza por la cara, desfigurándolo totalmente.
-
Demasiado imprudentes – dice Dendarah -. Demasiado
repetitivos.
Coge sangre del cuerpo y le hace
una foto a lo que le queda de la cara y las pone en su libro. En ese momento,
Cástulo reacciona y empieza a disparar láseres sin tener en cuenta la cadencia,
lo que la lleva al sobrecalentamiento. No obstante, cree que puede aguantarlo
durante unos segundos
Pero Dendarah desaparece, ya no
está ante ella. El maldito poder que le ha robado a Babilonia lo hace demasiado
rápido, piensa. Cástulo sigue atacando hasta que siente un fuerte escozor en su
cuello. La mano derecha de Dendarah se ha convertido en una medusa de la especie
Carabela portuguesa y está esparciendo el veneno por el cuerpo de Cástulo. Pone
también la mano izquierda, que se convierte en una medusa avispa de mar.
Cástulo entra rápidamente en un
choque nervioso. Se agita y contrae en el suelo mientras Dendarah le extrae
sangre y le hace una foto a la cara, por donde sale un mar de saliva.
-
Por Elefantina y Cusae – dice mientras el cuerpo
de la chica deja de agitarse, quedando su cuerpo en un rictus de dolor eterno,
que es cubierto rápidamente por la neblina que parece emanar del hielo.
Dendarah levanta la mano y un
chorro de metal candente sale disparado de ella y cae sobre la cubierta del
barco. Se oye un grito penetrante. Dejando escapar un chorro de aire por los
pies, Dendarah vuela hasta caer sobre la cubierta del navío.
Tesalónica sigue viva e ilesa. Su
poder, crear barreras, la ha protegido de la lluvia mortal.
-
Interesante – dice Dendarah tocando un trozo de
la barrera que no está cubierta por metal -. No es que sea una barrera, es más
un filtro, el mejor filtro del mundo. Filtra el aire, los cambios de
temperatura, los impactos, la luz y el sonido excesivos... La defensa perfecta.
Eres inmune a los seis tipos de aura.
Te felicito.
Tesalónica tiembla, tiene un
miedo horrible. Nunca le ha gustado luchar. Entonces, ¿Por qué está ahí? Entra
en shock. Hay algo que no le cuadra. Sin embargo, su monólogo interior se ve
interrumpido por Dendarah.
-
Me gustaría eliminarte, no quiero dejar enemigos
en la retaguardia – dice acercándose a ella y colocando su mano sobre la
barrera -. Pero no puedo perder tiempo en matarte. Así que, desaparece y alégrate
de tu suerte.
El poder de repulsión de
Elefantina desborda a Dendarah que envía la esfera de Tesalónica volando hacia
la costa, con ella dentro. La chica no grita, no puede. Sigue en shock. ¿Qué hacía
ella allí? ¿Qué hacían todos allí?
-
No tiene sentido… - susurra mientras se aleja
del barco a toda velocidad.
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