dilluns, 25 de desembre del 2017

Green hunters XI: Fresno americano

La trampa estaba servida. Nada más entrar en la habitación una cuchilla había caído sobre ellos. Edfu había saltado hacia la derecha, mientras que Menfis tiraba de Tebas hacia la izquierda. Así habían quedado completamente separados.
En la habitación hay 4 seres vivos: el pequeño alcornoque que está moribundo, Jericó, la atacante de Dendarah, otro chaval joven y un señor más mayor sentado sobre un sillón.
La cuchilla emerge de la manga de una gigantesca figura que hay sobre la cabeza del señor sentado. Es como un hombre de tres metros cubierto por una túnica ceremonial y con la capucha echada sobre la cabeza. Dos cuchillas semicirculares unidas a cuerdas emergen de cada una de las mangas de la túnica.
-          Ya era hora de que llegarais hasta aquí – dice el señor con una voz cálida y aterciopelada -. Con la cantidad de aura que desprendemos y lo que habéis tardado en encontrarnos – suspira -. Jericó, Sagunt, encargos de ellos. Va.
Menfis mueve rápidamente la mano para sacar una pistola para volarle la cabeza al que parece el jefe. Sin embargo, una cadena restalla como un látigo sobre su mano haciendo que la pistola salga despedida. El chaval que se hace llamar Sagunt se acerca a ellos, con una cadena emergiendo de la palma de su mano.
Otra cadena sale de su otra mano, envolviendo el antebrazo de Tebas que se acercaba por detrás y lo lanza hacia  la pared. El cuerpo de Tebas sale despedido contra la pared. Menfis gruñe, sin tierra ni nutrientes, el poder de Tebas es inútil.
Sagunt se vuelve a centrar en ella y lanza las dos cadenas a toda velocidad contra ella. Menfis se concentra rápidamente hasta ver la realidad desdibujarse. Desaparece. Durante unos segundos, Sagunt se queda perplejo sin saber qué hacer. Entonces, Menfis aparece al lado de su cabeza y le da una patada voladora. Sin embargo, Sagunt apenas se inmuta y una cadena emerge de su boca y envuelve la pierna de Menfis.
-          Idiota – dice Sagunt -. Cosas así son inútiles contra mí.
Con un chasquido de la cadena, Sagunt lanza volando a Menfis que choca contra un Tebas que se estaba acabando de recuperar. El señor de la silla resopla y levanta la mano, lo que hace que Sagunt se detenga.
-          Me aburro – dice -. Poseidón.
Al momento, la figura que tiene sobre la cabeza se deshace y aparece otra. Otro hombre vestido con un traje de navegante deslucido y con la cara tapada completamente con algas. Sus brazos acaban en tres dedos que levanta hacia Menfis y Tebas. De repente, de las seis falanges sale disparada una lluvia de gotas de agua a toda velocidad.
Tebas pone en marcha el plan que había preparado apenas unos segundo antes de entrar. Recombinación génica: del suelo emerge un roble de colores metálicos, mientras que las raíces se extienden, planas, como hojas de papel, dejando el suelo oxidado y lleno de grietas y rotos. Las balas de agua chocan contra el árbol, creando un repiqueteo metálico que se les mete en la cabeza.
-          ¡He creado una especie de árbol que solo necesitas asimilar metales pesados para crecer!- dice Tebas gritando - ¡Un ser vivo inviable de cualquier otra forma!
Mientras tanto, Jericó y Edfu han llegado a un punto muerto. Mientras Edfu corre alrededor lanzando las flechas vectoriales, Jericó crea paredes de mármol para protegerse. Jericó grita, harta.
-          ¿Has visto alguna vez una rosa de mármol? – dice mientras en sus manos varias capas de mármol se solapan para crear una gran amalgama que se parece a una rosa.
Jericó utiliza una gran cantidad de aura para lanzarla hacia Edfu. Pero ella simplemente toca el suelo con dos dedos y se mueve unos pasos hacia atrás. Cuando la rosa de mármol llega a apenas unos centímetros de ella, cambia la trayectoria y vuelve a toda velocidad hacia Jericó. Esta, aunque muy sorprendida, consigue reaccionar a tiempo y crear otra rosa exacta para que chocara contra la otra.
-          Es muy iluso pensar que mi poder es crear solo vectores en 3D – dice Edfu mientras levanta la mano y diez flechas empiezan a dibujarse sobre sus dedos -. Los vectores en 2D me permiten crear cambios de trayectoria. Y mira.
Jericó observa asustada como todo a su alrededor, suelo, techo y paredes, está lleno de vectores en 2D. Una trampa vectorial. Al momento, Edfu dispara los diez vectores, al principio, en trayectorias raras, pero al chocar contra las flechas dibujadas, cambian de trayectoria y convergen en Jericó. Esta, rápidamente crea un búnker de mármol. Aunque las flechas se desvían al chocar contra él, no desaparecen y siempre vuelven sobre un vector en 2D para volver sobre ella. Y con cada impacto, un poco de mármol se rompe.
Edfu coge aire con fuerza mientras pone su brazo derecho en posición, y con el izquierdo lo sujeta: esa batalla debe ser rápida. No obstante, debe recalcular varias veces los parámetros porque… ¡El suelo se está torciendo!
Una gran sonrisa se dibuja en su rostro. Esos dos lo han conseguido, el barco se está escorando porque tiene una brecha. Pero no se detiene, aunque ese vector se desvíe un poco, el resultado será igual. Una flecha gigante, de cantidades inhumanas de aura sale de su brazo.
Jericó no lo ve ni venir, estando como está atrapada en la trampa vectorial. La flecha arrasa con todo: con el búnker de mármol, con ella misma, con las paredes… incluso el resto de vectores cambian su trayectoria para seguir el de ese gigante. El proyectil es tan fuerte que revienta la pared y abre un gran boquete al aire libre.
Pero Edfu no se detiene: crea un vector hacia el hombre sentado. Sin embargo, este la mira con desdén y dice:
-          Hefestos
Un hombre vestido con una armadura completa de metal emerge a su espalda. Las manos de este nuevo avatar se expanden y se juntan para formar un gran escudo donde el vector simplemente choca para desaparecer.
A apenas unos cien metros, Menfis tiene atadas su mano izquierda y su pierna derecha en dos cadenas hacia Sagunt. Menfis intenta con todas sus fuerzas que Sagunt no la lance despedida, ya que otro golpe así la dejaría fuera de juego.
-          Te vas a enterar, idiota – dice Sagunt.
Menfis sonríe con mucho esfuerzo por la presión de las cadenas.
-          Hablas muy mal.
Dice mientras dispara con su mano derecha al aire. La bala desaparece.
-          Eso no me afectará – grita Sagunt riéndose -. Pagareis por…
-          ¿Por Jericó? – dice Menfis - ¿Sabes? Vas a caer por el mismo error que ha cometido ella: no contemplar todas las variables.
Tebas emerge al lado de su cabeza. En su palma derecha emerge un largo y fino arbolito que le ha absorbido casi todos los nutrientes, que se encuentra aún más débil y flaco que de normal. Mientras habían estado atrapados por la lluvia de Poseidón, habían ideado ese plan. Y gracias al apoyo de Edfu, lo están llevando a cabo.
El arbolito restalla con fuerza sobre la cabeza de Sagunt. El tronco no se rompe, es demasiado elástico. Lo que si se rompe es la concentración de Sagunt, al mismo tiempo que una línea de sangre le emerge en la mejilla. La bala, como si se formara de aire, aparece ante sus ojos y le atraviesa la cabeza de parte a parte.
-          Artemisa – dice el señor de la silla con una ligera furia, para desesperación de Tebas, Menfis y Edfu, que no tienen tiempo para descansar.
Al momento, la representación de una Artemisa de Éfeso emerge sobre la cabeza del viejo. Pero a diferencia de la obscena estatua normal, esta tiene cinco pares de brazos, y en cada uno de ellos hay un arco cargado.
-          Adiós.
El tiempo se ralentiza y en apenas unos segundos, el barco se sacude con fuerza, como si chocara con algo. Las flechas salen volando y se dispersan sobre diferentes sitios.
-          ¿Qué coño ha pasado? – grita el señor en vano, ya que no le quedan subordinados cerca.
Sin embargo, es Edfu la que lo ve todo a través del agujero en la pared que ella misma había hecho. Es todo. Las olas, la espuma, la muralla… Toda la mar.

-          Hielo…

divendres, 15 de desembre del 2017

Green hunters X: Tejo negro

                Xois y Luxor se abren paso a través de la oscuridad. Tarea que se les hace realmente dura, y ya no solo por la falta de luz, sino también por el hecho de que todo el barco este cubierto de algún material anti-aura que parece hacer que la percepción les falle.
-          ¿Crees que ya estaremos lo suficientemente abajo?
-          No lo sé – susurra Xois -. Hemos bajado bastantes escaleras, pero este lugar es bastante alto. Aunque creo que debemos estar cerca de la parte más baja. De todas formas, podemos empezar a reventar el suelo hasta llegar al agua.
Un conjunto de carcajadas se oyen a su alrededor. Parece que están en una habitación grande y vacía, ya que las risotadas suenan y se esparcen como el canto de un coro de maníacos.
-          Me parece, que no podemos permitir que hundáis nuestro precioso navío.
De repente, las luces les ciegan. Una amplia habitación se abre ante ellos. Sin ningún mueble o caja, totalmente vacía. Solo están ellos y tres persona más a la otra punta de la habitación. Dos mujeres y un hombre. Luxor saca un pintalabios de color negro y se repasa los labios. Seguidamente, se cruje los dedos y sonríe.
-          Bueno, esto era de esperar – dice mientras concentra aura en su brazo derecho -. Mejor empezar pronto y acabar rápido.
Un gran pistón de metal se forma en su codo derecho. Su poder es fácil y simple: crear pistones en sus articulaciones para aumentar su potencia de golpe o simplemente crear ondas de choque. Se pone a correr directos a ellos.
-          Me voy a presentar antes de humillarte – dice una de las chicas adelantándose a sus compañeros-. Me llamo Numancia, y vengo a dejarte en la mierda.
De repente, un vórtice de colores azulados se forma en el suelo y un guante de boxeo violeta unido a un muelle sale despedido del suelo a los pies de Luxor. El puño le pega directamente en la barbilla, deteniendo su carrera de golpe y haciendo que caiga al suelo, casi sin sentido.
-          Holap – dice el hombre adelantándose -. Aquí a todos nos gusta presentarnos antes de matar. Esparta, un placer.
Al momento, su brazo izquierdo se repliega sobre sí mismo hasta formar una especie de boca de cañón, con su  puño como bala. Entonces, el brazo se despliega y se alarga. Como una bala se dirige a Luxor que se levanta con dificultad. No obstante, Xois está más rápida y detiene el golpe con uno de sus brazos translúcidos.
-          ¡Luxor! ¡Maldito serril! – dice Xois enfadada acercándose a él. Tiempo que utiliza Esparta para replegar su brazo -. Te tengo dicho que no ataques a lo loco y que cuentes con todos.
Decenas, cientos de vórtices azulados se abren alrededor de Xois, que abre los ojos y se queda paralizada por el miedo.
-          ¿De verdad piensas que es el mejor lugar para reñir a alguien? – dice Numancia con una sonrisa en los labios.
Centenares de puños salen despedido de los vórtices, haciendo que Xois se vuelve invisible bajo la lluvia de golpes. Sin embargo, estos no desaparecen, una vez golpean, se contraen, y vuelven a golpear.
-          ¡Xois! – grita Luxor poniéndose en pie rápidamente.
-          Una vez marco un lugar con mi aura, los puños pueden atacar cuantas veces lo desee – dice mientras se carcajea.
Luxor se levanta a toda velocidad y se precipita sobre la mujer.
-          Apamea – dice Numancia sin inmutarse.
La otra chica levanta un brazo y al momento el aire se solidifica entre Luxor y Numancia, formando una barrera de color blanco lechoso. Luxor se estrella contra ella y apunto esta de caer en el suelo, pero al segundo, escucha los sonidos de los golpes cayendo sobre Xois y reacciona.
Mientras apoya los dos puños sobre la barrera, dos pistones se forman en ambos codos a la vez. En menos de un segundo, los pistones entran con fuerza en el antebrazo de Luxor y la pared se resquebraja. Al segundo golpe, todo explota en cientos de trozos que se disuelven en el aire.
Luxor no dudo y atraviesa la lluvia de cristales volátiles. Su mano izquierda va directa al cuello de Numancia. Apamea y Esparta no pueden reaccionar a tiempo y el pistón baja. La cabeza de Numancia se convierte en una explosión de sangre, hueso y pelos que se esparce por toda la sala.
Los puños y los vórtices desaparecen. Xois está en el suelo, llena de moratones pero cubierta por sus brazos, que la han protegido de los peores golpes. Reacciona rápido para parar otro de los golpes de Esparta que iban directos a Luxor.
-          Maldita niña – dice Esparta, rojo de rabia mientras dirige el puño a Xois.
Pero este no la golpea, simplemente la coge por el cuello del vestido y la atrae hacia él.
-          Te voy a hacer lo mismo que tu estúpido amigo le ha hecho a Numancia – dice mientras contrae el otro brazo y lo apunta hacia Xois.
Pero ella no se asusta, no duda, simplemente actúa. Revolviéndose como una leona se envuelve alrededor del brazo que la sujeta mientras siete de sus extremidades hacen lo mismo. Entonces, simplemente giran.
Esparta, observa horrorizado como su brazo gira sobre sí mismo varias veces, desgarrándose piel, músculo y hueso hasta quedar separado del cuerpo.
Grita, y el disparo que tenía preparado sale hacia un lado, perdiéndose. Xois utiliza sus brazos para moverse y saltar sobre Esparta. Cuando está sobre él estira sus brazos hasta cogerle la cabeza y hacerle que caiga hacia atrás. Crea dos brazos que le sujeten ambos pies, y un tercero que nace del suelo y se apoya sobre la columna de Esparta. Con un simple movimiento, se deja caer y hace que el cuerpo de Esparta forme una v invertida, con el vértice a mitad espalda. Las vértebras estallan y se rompen, desgajando la columna. El cuerpo de Esparta cae al suelo como un saco de patatas inerte.
Xois y Luxor se chocan la mano. Pero, aún no han terminado.
Apamea, seria y silenciosa como siempre, levanta los brazos y el aire de la sala comienza a solidificarse. Centenares de bolas blancas empiezan a caer sobre ellos. Xois las para con sus brazos y Luxor las rompe con sus pistones, pero no podrán aguantas eternamente.
-          Ya es hora de que hagamos lo que hemos venido a hacer – dice Xois.
Luxor la mira.
-          Pero puedo que aún estemos muy arriba.
-          Entonces asegúrate de dar un buen golpe – dice Xois sonriendo.
Un brazo translúcido golpea levemente a Apamea y durante unos segundos el aire deja de solidificarse. Tiempo que Luxor aprovecha para ponerse a cuatro patas mientras pistones nacen de sus codos, rodillas y nudillos. Todo su cuerpo apunta al suelo.
Por su parte, Xois se sube a su espalda y se sujeta bien con unos brazos más pequeños, mientras crea otros cuatro gigantes que empiezan a golpear el techo hasta romperlo y abrir un boquete.
-          ¿Lista? – pregunta Luxor.
Apamea se vuelve a levantar y el aire empieza a solidificarse hacia ellos, en forma de lanzas.
-          ¿Para ti? Siempre estoy dispuesta.
Luxor sonríe y todos los pistones de su cuerpo se activan a la vez.

La onda de choque es tan brutal que Luxor y Xois salen despedidos hacia arriba y Apamea y los cuerpos de Numancia y Esparta hacia los lados. Xois crea dos pares de brazos para cogerse  de los bordes irregulares del agujero. Mientras, el suelo y parte de las paredes de la sale se han expandido hasta explotar y al otro lado solo hay una cosa: agua de mar.

diumenge, 10 de desembre del 2017

Green hunters IX: Mangle Zaragoza

                La lancha avanza rompiendo las olas. El mar, en pleno ocaso, parece un espejo de plata bruñida que deslumbra con destellos rosáceos y violáceos. Menfis, Luxor, Xois, Tebas y Edfu se mueven sobre al agua hacia el acorazado que se agita tranquilamente a lo lejos. La tormenta creada por Dendarah hacia un par de horas que se había despejado, dejando un cielo y ambiente húmedos y despejados.
                La primera respuesta del acorazado llega rápidamente. Un destello blanquecino emerge de su cubierto directo hacia ellos.
-          ¡Láser! – grita Edfu
Menfis gira los mandos rápidamente para esquivar el golpe. El láser se sumerge en el mar con un siseo escalofriante. Otro láser vuelve a caer sobre ellos.
-          Parece que quien tenga ese poder solo puede crear los láseres de uno en uno – dice Xois al observar la cadencia de los tiros.
Luxor asiente.
-          Mientras estemos a una distancia prudente podremos esquivarlos. Pero en algún momento tendremos que acercarnos.
La lancha da vueltas al navío a una distancia considerable. Mientras tanto el sol cae y la noche les abruma a todos. La luz de la luna es insuficiente, y navegar en esas condiciones es peligroso. Menfis suelta una maldición y retrocede hacia la playa. Para el motor y observa el barco. En ese momento el láser se redirige hacia la puerta. Sigue intentando romperla.
-          Hay tres en la cubierta: una chica disparando el láser ese por la boca, otra chica a su lado y una especie de monstruo nocturno mirándonos directamente. Era un hombre hace unos segundos así que supongo que ese es su poder.
-          ¿Y dentro del barco?
-          No puedo ver nada – dice Menfis encogiéndose de hombros -. Me imagino que habrán recubierto las paredes con algún material parecido al Manto de Hécate.
Menfis se gira y se sienta al lado de los otros cuatro.
-          Necesitamos un plan para poder acercarnos hasta él. Aunque nuestros poderes podrían interrumpir algún que otro disparo, acabarían fallando – se recuesta -. Ideas.
Durante unos minutos nadie habla. Solo piensan.
-          Tenemos pocas horas antes de que la puerta vuele en pedazos.
-          Creo que tengo una idea, pero es un poco loca – dice Tebas.
Menfis sonríe.
-          Esas son las mejores.

La lancha sale despedida. Parece que va en línea recta, pero en el momento que los disparos vuelven a caer empieza un errático y ligero vaivén hacia los lados, como un borracho haciendo zigzag.
-          ¡Edfu! – grita Menfis - ¡No podremos esquivar el siguiente!
Edfu que está de pie levanta su brazo derecho y apunta. Una flecha empieza a dibujarse siguiendo la línea recta del codo hasta la punta del dedo índice. El aura de Edfu crea vectores. Es decir, calculando las coordenadas X, Y y Z, puede disparar proyectiles. Incluso modificar su trayectoria solo con cambiar estas variables en su cabeza. El vector sale del brazo de Edfu como una flecha y choca contra el láser que iba directo hacia ellos.
La estrategia funciona los primeros metros, pero a medida que se van acercando, a Menfis le cuesta más predecir la trayectoria de los láseres y a Edfu poder interceptarlos.
-          Es la hora, Tebas – dice Menfis mientras otea el futuro inmediato -. Ninguno de nosotros podrá esquivar el próximo ataque.
Tebas se concentra. Piensa en ese día por la mañana. Piensa en Cnosos volando por los aires. Piensa en el bonsái que le ha salvado la vida a Dendarah. Piensa en todo eso y entonces dice:
-          Cuando tú digas.
Menfis asiente y se pone serie. Espera un segundo y se gira:
-          ¡Ahora!
Tebas apunta hacia el mar en un punto en concreto. El último vector que lanza Edfu pasa rozando el último láser, pero siendo insuficiente para detenerlo. El rayo de luz está a punto de tocarlos cuando la lancha se eleva. El proyectil choca contra un árbol que emerge en diagonal del mar.
Un tronco absurdamente grueso e imposiblemente largo, con una copa llena de hojas dispuestas como si fueran un colchón. Aunque el árbol en si desafía todas las leyes de la biología sigue creciendo pese al impacto. Sigue creciendo durante unos instantes hasta que para de golpe. En ese momento la lancha sale despedida.
Los cinco ocupantes se mantienen quitos unos momentos y entonces se sueltan y salen volando de ella. Salen despedidos por encima del barco y van directos a estrellarse contra la cubierta.
-          ¡Tú turno, Xois!
De la espalda de la pequeña mujer emergen cuatro manos traslucidas y solo con las articulaciones de los dedos y las muñecas. El brazo es más como un tentáculo y los dedos tienen formas regordetas, como si fueran garabatos de un niño pequeño. La manos son también bastante más grandes que las de una persona normal. Cada mano se cierra alrededor de la cintura de una de los otros cuatro. Sin embargo, siguen cayendo como piedras. Otras dos manazas gigantes emergen de la cubierta y los recogen en el aire cuando apenas quedaban un par de metros para que se convirtieran en melones reventados.
No obstante, Luxor está demasiado lejos y las manos no logran recogerlo. Su cuerpo sale despedido fuera de la cubierta. Xois desmantela rápidamente las manos que la unen con Menfis, Edfu y Tebas y, al momento, siente el tirón y sale despedida hacia atrás. Si no hubiera sido por la barandilla, con la que choca con fuerza, habrían caído los dos al mar.
Xois tose y gruñe por el golpe. Se asoma por la barandilla y ve el cuerpo de Luxor colgando.
-          ¿Estás bien?
Este levanta la cabeza y le sonríe.
-          ¡Si! Estoy genial.
Xois bufa pero suspira aliviada.
-          ¡Ahora te subimos! – le grita Tebas
Pero él no dice nada, en su lugar solo se oye como se rompen unos cristales.
-          Esperad – dice Luxor entrando por un ojos de buey que el mismo ha roto –, yo me infiltrare por aquí.
Menfis se asoma dispuesta a gritarle que espere pero este ya está dentro. Xois niega con la cabeza mientras crea una mano que la coge y la sube por encima de la barandilla.
-          Voy con él – dice mientras desciende -. ¡Nos vemos en la sala de controles!
Menfis pone los ojos en blanco y bufa mientras coge las manos de Edfu y Tebas y tira de ellos.
-          Están viniendo – dice -. Van a ver primero la lancha que ha caído por el otro lado, pero no tardaran en llegar aquí. Tenemos que infiltrarnos ya.

Abren una puerta al azar y la oscuridad fría y tenebrosa les traga. Ya están al amparo de los dioses.

dijous, 7 de desembre del 2017

Green hunters VIII: Bonsái de Jacarandá

                Menfis se abre paso como puede. Los árboles están muy juntos entre ellos y ella está al borde de quebrarse, física y emocionalmente. Encima, el agua fría del diluvio se cuelo entre las frondosas ramas y le resbalan por todo el cuerpo, congelándola. Cuando despertó al lado del cuerpo muerto de Siracusa no se podía creer lo que su increíble vista estaba captando. Primero, la brutal cantidad de aura de los seres vivos del Santuario que fluía hacia la Puerta de Llevant, donde un acorazado se mecía en las tranquilas aguas. Lo segundo, y lo que más le había impactado, fue ver el cuerpo casi muerto de Dendarah en brazos de Tebas.
                Los árboles se abren en un pequeño claro donde el agua se acumula en una charca fría, atrapada por las raíces que deforman el suelo. Menfis se acerca despacio hasta arrodillarse al lado de un Tebas que está fuera de sí. Tienes los ojos enrojecidos y su cuerpo está lleno de cortes. Mueve las pupilas como si llevara horas sin hacerlo hasta fijarlas en ella. Entonces la abraza y vuelve a llorar.
-          Cusae también ha muerto.
No es una pregunta. Tebas siempre había tenido una sensibilidad especial para captar esas cosas. Sus lágrimas calientes caen por la oscura piel de Menfis, haciendo contraste con la fría lluvia. Menfis, mira por primera vez el cuerpo de Dendarah y se fija en algo que hasta ahora no había visto. Un árbol enano con las hojas moradas y moteadas de colores azules cubre el cuerpo. Las raíces nudosas se introducen en las heridas de Dendarah. Es más, es como si el cuerpo estuviera tragándose el árbol. Menfis, con cuidado para no perturbar a Tebas, le pone los dedos en el cuello. Los capta enseguida: latidos. Y no solo eso, un pequeño punto de aura que crece lentamente. Lo siguiente que hace es tocar una de las raíces del árbol.
-          Tebas – susurra, pero este parece no escucharle -. ¡Tebas!
Este levanta la cabeza
-          ¿Qué es este árbol? – pregunta Menfis.
Tebas niega con la cabeza.
-          No lo sé – su voz sueno rota, quebrada -. Perdí el control y supongo que creé muchos árboles, entre ellos este. Supongo que lo habrá rematado.
Menfis le coge la cabeza y lo sacude.
-          Te equivocas, le está salvando – dice Menfis muy animada -. Este árbol está actuando de soporte vital. Hace circular la sangre, la oxigena, la filtra… ¿Ves ese corte que tiene en la frente por donde entran raíces finas? El árbol lo está utilizando para monitorizarlo. Es más, cuando llega a una zona daña, fuerza a mutar y cambiar sus células, de vegetales a animales. Este ser vivo es una maravilla.
Tebas la mira totalmente desconcertado.
-          Pero... ¿Cómo? No existe ninguna especie de árbol que pueda hacer eso.
-          Creo que has hecho que tu poder evolucione – dice Menfis -. Ya no solo creas copias de especies que conoces; creas tus propias especies. Es decir, tu aura moldea el genoma de especies que ya conoces para crearlas. ¡Es genial!
Tebas llora de nuevo, pero esta vez de alegría. Se acerca hasta Dendarah y le toca la cara. Parece que no por el agua helada, pero sigue allí, el calor de la vida. Los 36,5 grados que todo nos lo dan.
-          Rápido, debemos llevarlo al coche que he aparcado fuera de este bosque que has creado y debemos ir al convento de la Cassalleta. Los refuerzos están al caer.
-          ¿Han venido? – pregunta Tebas emocionado. Menfis sonríe y asiente.

Cuando entran en lo que fue el antiguo claustro del convento tres personas les están esperando. Xois, una chica menuda y con el pelo rojizo con destellos dorados. Va vestida con un simple vestido lleno de chapas de diferentes grupos de música. Luxor, un chico bastante musculado, con el pelo, los vaqueras y la camisa negros como las noches. Lleva un collar de pinchos y los ojos y los labios maquillados. Y Finalmente, Edfu, una mujer altísima, dos metros diez por lo menos. Va vestida con una sencilla chaqueta militar y unos pantalones negros. Los tres forman el grupo de operaciones externas. Básicamente se encargan de atacar a los peligros del Santuario desde fuera, antes de que pasen. Se abrazan. Había pasado mucho tiempo.
-          Bien, sé que son momentos tristes. Hemos perdido a Elefantina y a Cusae. Sin embargo, no es ahora de llorarlas – dice mientras se acerca a un gran mapa del Santuario que está colgado en la pared  y señala el trozo de mar que entra dentro de la murallas en el este-. Bien, aquí está el barco enemigo. He redirigido toda la energía de las puertas a la de Llevant. Durante horas y horas será indestructible. El acorazado no podrá escapar.
Coge aire mientras se dirige a un pequeño frigorífico donde hay siete botes con los nombre de todos menos el de Dendarah. También hay una foto de cada uno. Elige dos: Elefantina y Cusae.
-          El plan es fácil. Tenemos muchos enemigos en ese barco, incluso puede que más, ya que ahora sé que tienen mantos de Hécate. Es decir, pueden camuflarse de todo, incluso de mis poderos – mientras habla va sacando otros botes de la mochila junto con otras fotos-. Vamos, los derrotamos y recuperamos el ser vivo con más aura que existe. Os voy a dar cinco horas para que descanséis y os prepareís. ¿Alguna pregunta?
Tebas levanta la mano.
-          ¿Si?
-          ¿Qué estás haciendo?
Menfis sonríe.
-          Junto al lado de Dendarah encontré esto – dice enseñándoles el libro de aura -. Al parecer no se desvaneció. Lo más probable es que Dendarah no se lo ordenará, ya que estaba usando el poder de controlar el clima.
Empieza a pasar hojas hasta llega a las que están en blanco y empieza a abrir botes.
-          Lo que quiero hacer es darnos ventaja y no perder poderes. Y no me refiero solo a los poderes de Elefantina y Cusae – dice mientras les enseña fotos. Algunas muestran caras llenas de sangres, otras, cabezas sueltas, dos solo son imágenes de papilla sangrienta -. Crear diamantes, controlar muertos, jet, matar solo con la sangre de una persona y, el peor de todos, crear metal fundido. Por desgracia, los otros dos poderes no los he podido conseguir.
Cierra el libro y lo deja al lado de un durmiente Dendarah. El pequeño árbol ya casi ha desaparecido en el interior del cuerpo.
-          Bien, que alguien escriba una nota explicando donde y que vamos a hacer, por si acaso Dendarah despierta – dice mientras coge una chaqueta y una pala y se dirige a la puerta -. Ahora, descansad.
-          ¿Dónde vas? – le pregunta Luxor.
Menfis sonríe, pero con tristeza.
-          Debo enterrar un trozo de mi pasado, es lo mínimo que se merece – y desaparece bajo la inclemente lluvia.

Jericó se acerca y deja en el suelo la maceta en el suelo de metal frío. Se aleja rápidamente. Tiene miedo, el sudor le cubre todo el cuerpo.
-          Bien, mi pequeña niñita. Esto aún no ha acabado pero tú lo has hecho bastante bien – Jericó sonríe -, de momento.
Baja la cabeza rápidamente mientras que la voz en la oscuridad se carcajea.
-          Dios de dioses, a por el festín.

Una presencia gigantesca se desprende de la oscuridad y se precipita hacia el pequeño alcornoque que, sabio y eterno pero indefenso, siente como el más podrido de los seres lo vacía por dentro. Lentamente, pero sin detenerse.

divendres, 1 de desembre del 2017

Green hunters VII: Hyperión.

                El sol le deslumbra, lo ciega y hace que la piel blanca de sus manos le arda, pero a Tebas le da igual, le encanta y lo disfruta. Pensaba que iba a morir en esa cueva. Cuando Dendarah había quedad inconsciente, Tebas había avanzado a ciegas hasta que el agua dejó  paso a una pasadizo de rocas húmedas y resbaladizas. Entonces se sentó y ese fue su error. El frío casi lo consume por completo. Decidió acunar la cabeza de Dendarah hasta morir. Sin embargo, cuando una capa de escarcha le cubría el pelo, la barba e incluso el vello del pecho Dendarah había despertado y le había hecho entrar en calor cediéndole aura. Para ese momento ya habían pasado horas. Dendarah conocía la cueva y conocía la existencia de otra salida trasera, por donde ahora emergían.
                Lo huele antes de verlo: humo. Millones de partícula de ceniza corrompen el aire. Su aura se estremece: miles de árboles muriendo y trasmitiéndose el dolor entre ellos. Y no solo eso, el sotobosque muriéndose, pudriéndose. Alguien se estaba tragando toda el aura de los seres vivos del Santuario de Ahotep. Fuego y podredumbre.
-          Dendarah… - dice susurrando con lágrimas en los ojos – ya ha muerto el 40% de la vida de este lugar.
Dendarah no dice nada, simplemente le abraza. No lo comprende, ya que él no tiene esa conexión con la vida vegetal. Entonces tiene una idea. Coge de la mano a Dendarah y tira de él.
-          ¡Ya sé que buscan! – dice mientras se abre paso -. Están en la Sureria.
Tebas, apesadumbrado, levanta la cabeza y lo primero que ve son las columnas de humo ascendiendo como serpientes de muerte por todas partes. Después, a unos metros por delante de ellos la ve: la reserva de alcornoques del santuario. Pequeños ciclones de humo empiezan a surgir de ella.
-          ¿Cómo lo sabes?
-          Fácil – dice Dendarah -. No le encontraba el sentido a este ataque. Querer atacar un santuario tan bien protegido cuando no hay tesoros y todas las plantas que hay aquí están en todos lados. Bueno, casi todas.
-          Alcornoques – dice Tebas abriendo los ojos como platos -. Ya no quedan más alcornoques en este hemisferio. La Sureria es la última reserva.
-          Exacto. y hay tan pocos porque han tenido la desgracia de ser los seres vivos con más aura que existen. Hasta 1000 veces más que un humano normal. Y aquí tenemos el que más aura tiene. Es el puto centro de la vida de este lugar y no habíamos pensado en él.
Tebas va a contestar, pero entonces lo ve. Cnosos, uno de los asesinos de Elefantina, poniendo sus manos a más de 500 grados sobre la corteza de los vetustos alcornoques. Los árboles se estremecen y “gritan” mientras toda su vida es tragada por algo en el este.
Enloquece, simplemente grita y un gran Hyperión nace del suelo. Pero no lo hace de forma normal. No, crece en diagonal. Cnosos ha llegado a oír su grito y sentir sus auras, pero ha llegado demasiado tarde. Siente como toneladas de celulosa estallan contra su espalda. Las ramas lo empalan y le desgarran la piel, pero eso no es lo peor, el Hyperión crece tan rápido que, cuando alcanza su altura máxima, el cuerpo de Cnosos, ya medio muerto, sale despedido y se pierde montaña abajo. Al chocar contra el suelo, su cuerpo estalla de tal forma que hasta las extremidades se separan de su cuerpo.
No hay tiempo para celebraciones. Dendarah ha ido directo contra otro sujeto cubierto de diamantes que ha enloquecido al ver a su compañero ser reventado como una calabaza. Dendarah invoca el poder de la chica que mato hace unos días en su mano izquierda, metamorfoseándola en una espada gigante.  La espada choca contra el cuerpo de Cartago sin hacer siquiera una mella en la armadura de diamantes.
-          Malditos hijos de puta – grita Cartago –. Os arrepentiréis, os voy a meter diamantes por el culo hasta que estalléis.
Los diamantes empiezan a brotar de él como si de una fuente millonaria se tratara. Rápidamente, empieza a formarse una montaña brillante, con el de pico. Dendarah es tragado por la avalancha de diamantes.
Tebas gruñe y construye un muro de robles, pero los árboles son triturados y aplastado por la marea del mineral. Entonces decide crear un pino y dejarlo caer sobre la pila de diamantes para intenta utilizarlo como puente hasta Cartago. Parece funcionar, incluso avanza varios metros, pero el árbol empieza a colapsar por los miles de diamantes que lo tragan y lo zarandean. Durante unos segundos, Tebas solo ve diamantes resplandeciendo en cientos de destellos multicolores.
Un cuerpo unido a una gran espada y un libro emerge al lado de Cartago. Este se asusta al principio pero enseguida una sonrisilla socarrona le adorna el rostro cuando ve la espada caer contra él.
-          ¿De verdad piensas…?
Un brazo derecho tapizado de deslumbrantes diamantes cae por un terraplén de las mismas gemas dejando un reguero de sangre rojiza. Cartago grita lleno de pánico. Ha dejado de producir diamantes e intenta detener la hemorragia. Dendarah se posiciona ante él, lleno de cortes y arañazos. A sus pies, la fortaleza de diamantes comienza a desmoronarse.
-          Esta espada – dice seriamente – no solo corta. Tiene una habilidad llamada adaptabilidad. Es decir, cuando toca un material que no puede cortar, cambia su conformación y composición para poder cortarlo la siguiente vez.
Dendarah observe como Tebas emerge del montón de diamantes cogido aún al árbol que se asoma de forma casi imperceptible. Sonríe aliviado.
-          Nunca sobreestimes tu poder. Pero más importante aún: nunca subestimes el de tú adversario.
La cabeza de Cartago se separa de su cuerpo de un solo y sencillo corte. Dendarah observa el cuerpo del muerto durante unos segundos y se dirige a toda prisa hacia Tebas  y los dos siguen hasta tierra firme.
-          Esto me va a dejar seco – dice Dendarah arrodillándose en el suelo y abriendo su libro -. Te presento mi cuarto poder: control del clima.
Los nubarrones emergen del cielo como si una gran horda de ovnis invadiera la Tierra hasta cubrir el firmamento. La lluvia llega al segundo. Dendarah sonríe, tiene ojeras y está muy cansado, pero lo han conseguido.
El aire se abre, como si fuera un telón invisible. Una cabeza de mujer y un brazo emergen. La chica echa un gran vistazo a ambos y en su mano derecha aparece un triángulo irregular de mármol, con los bordes llenos de esquirlas afilada. Dendarah aún sonríe cuando la chica lo empala por la espalda. El trozo de mármol emerge cubierto de sangre por el otro lado, como una rosa de piedra blanca y roja.
-          Me llamo Jericó. Misión cumplida - en su otra mano, una maceta con un alcornoque achatado y raquítico, pero que desprende una aura gigantesca y con las hojas de colores brillantes.
Jericó intenta atacar a Tebas pero este está fuera de sí. La chica mide la situación y la prudencia la llama, así que decide volver a cubrirse con la capa hasta desaparecer totalmente. En ese justo momento, centenares de árboles emergen por doquier. Robles, sauces, secuoyas…

                Tebas se arrodilla al lado de Dendarah. Grita, llora e intenta detener la hemorragia, pero no sirve de nada, la vida desaparece y se va con los arroyuelos que ha creado la lluvia. Todo perdido. Hasta que el aura muta…

dissabte, 21 d’octubre del 2017

Incendis contra l´odi

Fa massa temps que pense que no em representen. Que no visc a “Luchente”, que no he estudiat a “Onteniente”, que no agafe el tren a “Játiva”. No, ni tan sols “Alcoy”, “Gandía” o “Valencia”. Fa massa temps que veig com ens menyspreen per utilitzar la llengua dels nostres avis. Fart, d'observar a la gent que es burla dels qui tenen problemes per a parlar en castellà per haver nascut parlant valencià. Avorrit, dels seus arguments tacats de feixisme contra les nostres terres.
Tinc por en veure com als carrers de les nostres principals ciutats s´ha perdut la cultura que ens ha acompanyat durant segles. És fàcil pensar, hui a dia, que la seua castellanització ha sortit bé. Que les aules on els nostres xiquets es formen són xarxes de veritats a mitges i missatges d'odi. Perquè si, hui a dia, a la nostra Terra, l'odi floreix com les cama-roges a les vores dels camins.
I pot ser, del que més fart estic és de l'expressió “los extremos se tocan”. I segur que en algun moment de la història han tingut raó, però no ara, no hui. No és el mateix alçar el puny contra “los maricones”, “los negratas”, “los rojos de mierda” o “las feminazis esas”, que alçar-lo en contra d’eixes coses. Que no, no és el mateix alçar banderes cosides amb morts, sang i repressió o cantar consignes nazis, que avançar amb banderes que sols busquen votar i elegir el seu futur o cridar consignes d´alliberació. No, no és el mateix.
Horrible, és veure com el fantasma de Hitler es passeja per la plaça de l´Ajuntament com si estiguera a casa. Por és la que va passar la gent el 9 d´octubre, tant els que allí estaven com els que patíem per ells. Tristesa és la que m´arrossega quan els balcons perlats del seu menyspreu i odi inunden València. Ràbia, en veure que la meua universitat no té grups en valencià, i si els té, els negligeix fins que ho deixen de ser. Cabreig, quan em censuren la meua eterna llengua a terra meua.
No vulgueu fer-se els cecs. Està passant: estem perdent. I plorarem, quan a La Vall d´Albaida, La Safor, La Costera, L´Horta, L´Alcoià... els únics que parlem valencià siguem els octogenaris que ens mosseguem els llavis per no haver lluitat. I ens esgarrarem, quan les pròximes generacions hagen canviat totalment a Babalà per qualsevol monyicot guiat per l´estat. I s´acabarà, quan l’últim “Adéu” sorgisca de la tomba de l’últim de nosaltres.
No obstant això, hi ha motius per estimar. Estimar als que componen i escriuen amb el nostre idioma. Estimar, a les persones que sense saber parlar valencià, el respecten i ens mostren que l'opressió no naix de tants com ens volen fer creure. Estimar a la gent que ix al carrer per defensar-nos. Estimar als historiadors que eviten que el nostre passat siga una deixalla manipulada. Estimar tots els “Bon dia” i tots els “Bona nit”. Estimar estimar, perquè ells no ho saben fer.
No ho negueu. No farem res estiguen quiets. Ell ens han provocat. Ells ens han fet ser tres voltes rebels, ens han fet caminar per la desobediència. Ells són els que ens busquen trencar i destruir per tornar a construir com els done la gana. Ells són els que crien i protegeixen al feixisme que tan d´odi està vomitant. El pacifisme està bé, el pacifisme és el millor. Però el pacifisme s´utilitza amb humans i animal. Amb monstres que sols coneixen l´idioma de la violència no ens queda més que lluitar.

Farem foc de les nostres ferides, de les del 9 d´octubre fins a les de 1707. Encendrem les nostres llàgrimes, els nostres somnis trencats. Farem flames amb la nostra ràbia contesa, amb la tristor que ens han clavat durant segles. Cremarem els nostres records amargs, els nostres passats abaixant el cap. Farem esclatar tanta opressió, tant de menyspreu i tant de fàstic. I en eixe moment, ho podrem tot. Perquè hem sigut l´espurna que ho ha aguantat tot, serem l´incendi que creme el seu odi.

diumenge, 15 d’octubre del 2017

Green hunters (ludicrum): Árbol de algodón

                Menfis se concentra. Visión futura. El primer ataque será Mercurio: fuego. Ver el futuro no es solo ver un camino claro, el aura de Menfis le permite ver los diferentes caminos y los resultados dependiendo de la acción. Y todo esto en cuestión de segundo. La bola de fuego se acerca, ligeramente desviada a la derecha. Menfis la esquiva por la izquierda. Aunque el viejo acueducto es gigante, no le deja mucho espacio. Pero lo consigue.
                El turno de Venus. Se acerca y Menfis simplemente utiliza el ojo izquierdo para proyectar su aura. La representación en miniatura explota. La Tierra es aún más fácil de esquivar. Una bola de rayos es desviada por la vara de acero que Menfis lanza al vacío. Un lanzamiento bien calculado. Marte quizás es más difícil. La bola roja empieza a masificarse. La gravedad aumenta. El acueducto cruje y parece empezar a abombarse. Menfis no puede hacer nada contra eso. Aunque el planeta desaparece.
                Júpiter estalla en un enorme vendaval. Menfis mete una vara de metal en un surco del acueducto. Por los pelos es arrastrada, pero ni ella ni la vara ceden, tal como lo había previsto. Saturno, convertido en una gran sierra circular es desviado con la misma vara, que Menfis usa como escudo. Urano no es un problema: es el primero que aprendió a esquivar. Una gran plancha circular indestructible se acerca a ella. Menfis simplemente pone la vara contra la barrera y se deja arrastrar hasta que el planeta pierde impulso. Neptuno no hace nada. Solo analiza. Plutón llega por la derecha, y la pequeña masa de aire frío se para a escasos centímetros de su cara, casi matándola. Entonces desaparece.
                Mazatlán aparece caminando por el otro lado del acueducto. Plutón se acerca volando a él y orbita a su alrededor, junto a los otros ocho planetas, como si fuera el sol del Sistema solar. Los planetas titilan durante unos segundos y desaparecen. Mazatlán siempre había sentido una pasión desbordante por la astronomía, por eso, cuando su aura se manifestó en nueve elementos diferentes, decidió utilizar las plantas del sistema solar como forma de representarlos. Incluso Plutón, aunque los textos de la primera humanidad dicen que en realidad era un planeta enano. La única pega, es que si Mazatlán utiliza un planeta, tiene que utilizar los otros de forma cíclica y acabar el ciclo para poder volver a empezar eso. Es decir, si empieza con Urano, debe seguir con Neptuno, Plutón, Mercurio…
-          Has mejorado mucho – dice con su potente voz alegre –, aunque Marte y Plutón siguen siendo tus puntos débiles.
Menfis se acerca a él y lo besa antes de responderle.
-          Creo que ya tengo la solución para Plutón. Pero Marte es simplemente imposible. Mis poderes son demasiado limitados.
Mazatlán niega con la cabeza mientras la abraza con afecto.
-          Te equivocas. Tienes un gran poder, pero aún no sabes cómo usarlo bien.
Ahora es ella quien niega con la cabeza y con una medio sonrisa de resignación. Va a responder cuando para en seco. El terror se dibuja en sus facciones.
-          Tenemos que salir de aquí. Estamos en peligro.
El acueducto se tambalea. Un siseo horrible emerge de la parte baja de los pilares que lo sostienen. Un río de metal candente hace que las rocas se quiebren. Los arcos empiezan a desmoronarse y todo el acueducto empieza a caer hacia la derecha.
Menfis y Mazatlán saltan a la vez antes de perder pie. Los nueves planetas se manifiesta y Júpiter se convierte en una gran corriente de aire que los lanza contra al suelo, lejos de la riada de calor que engulle los últimos restos del acueducto. Apenas tienen tiempo de reaccionar antes de darse cuenta que todo a su alrededor es metal candente. Todo excepto una cueva. Saben que es un suicidio meterse ahí dentro, pero no hay otra salida.
Mazatlán utiliza a Saturno para parar algunos proyectiles. Sin embargo, el planeta no vuelve. Mazatlán ruge mientras entra en la cueva, siguiendo a Menfis. Le costará meses y cantidades desbordantes de aura para poder regenerar el planeta.
-          ¡Es Siracusa! –grita Mazatlán mientras corren. El halo de la linterna de Menfis apenas es una punto de luz frenético que no para de moverse -. ¿Por qué coño nos quiere mata? Si hace apenas unas horas, en la misión de ciudad Fera, me ha salvado la vida.
Menfis se muerde el labio. Sabía que Siracusa era muy inestable, pero no la veía capaz de aquello solo por venganza o por volver con ella. El final de la cueva se materializa ante ella y apenas les da tiempo a frenar antes de chocar.
-          Es culpa mía – dice Menfis -. Siracusa no quiere aceptar que la haya dejada. Aún peor, no acepta mi bisexualidad, no quiere asumir que también me gustan los hombres.
Urano se despliega y bloquea el metal, que empieza a acumularse sobre la barrera y a empujarla hacia ellos. Morir aplastados, quemados o asfixiados por la falta de aire. Que perspectivas más bonitas.
-          ¿Qué os pasó? – pregunta Mazatlán. No es el momento ni el lugar. Joder, es la peor situación como para ponerse a preguntar esas cosas. Sin embargo, al ver la muerte como única opción, endulza la voz y solo quiere centrarse en ella. Urano empieza a debilitarse.
Menfis traga saliva.
-          Al principio todo fue bien. La quería mucho. Aún la quiero – dice Menfis, serena -. Pero todo cambió. Ella se volvió muy posesiva y manipuladora. Yo quería ser más libre. Y lo peor fue cuando le dije que quería una relación abierta. Casi me pegó. Ahí decidí que no tenía nada más que hacer con ella. Sin embargo, creo que lo que más le molesta es que también me gusten los hombres. Joder, Mazatlán, creo que solo quiere matarte a ti, aunque tenga que llevarme a mí por delante.
-          Ojalá algún día la bifobia solo sea algo del pasado.
Pero Menfis ya no lo escucha. Ante sus ojos, la realidad se desdibuja. Todas las cosas a su alrededor empiezan a adquirir más profundidad. Varias líneas las recorren, como si fueran cortinas superpuestas sobre varias réplicas de la misma cosa. Menfis coge una de esas líneas y se abre. Una salida se materializa ante ella, en forma de túnel amorfo.
-          Mazatlán – susurra ella – cógeme la mano. Mi poder ha encontrado una salida. Creo que tengo más recursos de los que creía.
Mazatlán toca su mano pero simplemente la atraviesa. Menfis ya no está en esa realidad al 100% y, al parecer, las otras realidades están tirando de ella, ya que está desapareciendo. Urano es tragado por el metal fundido, totalmente debilitado. Mazatlán utiliza rápidamente a Neptuno para poder lanzar a Plutón y utilizar el frío para detener el flujo. Solo por unos segundos más.
-          Escúchame Menfis – dice él con la voz más dulce que nunca ha podido usar. No sabe que está haciendo, pero no hay tiempo para pensar. Solo para actuar -. No puedo ir contigo. No sé qué estás haciendo, pero he visto a través de Neptuno que ese poder te quita meses de vida. Rápido, vete. Por favor
Menfis niega con la cabeza e intenta resistirse. El tirón aumenta. Desaparece a toda velocidad.
-          No, no, no ¡No joder! – todo su brazo ya ha sido tragado por esas líneas difusas -. ¡Te quiero!
Mazatlán sonríe y le acaricia la mejilla. Sus dedos simplemente pasan a través de su cara. Aunque el gesto es lo que cuenta.
-          Te quiero – le dice entre susurros él.
Al segundo, Menfis aparece al otro lado de la montaña donde está la cueva. Apenas puede moverse y respirar del cansancio. Ni siquiera puede llorar. Simplemente se arrastra para huir lejos. Sin plantearse ni siquiera a donde. Solo huir.

Plutón también desaparece. Solo le quedan seis planetas y no decide utilizar ninguno. No le quedan esperanzas. Cuando el calor empieza a lamerle lentamente la piel, sabe que la muerte no va a ser rápida. Ropa, pelo y piel empiezan a consumirse lenta y dolorosamente. Se deja caer al suelo entre chillidos esperando a que el metal le cubra. Pero no lo hace.
Los últimos minutos de vida de Mazatlán se convierten en una sonata de penuria, gritos y sollozos. Su piel se derrite sobre sus huesos. Siente sus ojos y sangre hirviendo. Al final, su cuerpo es solo una momia gelatinosa y negruzca en una postura horrible y grotesca. Después de morir, el metal lo cubre como si fuera un ataúd. Un ataúd de sufrimiento.


diumenge, 8 d’octubre del 2017

Green hunters VI: Manzanilla de la muerte

Como pájaros mecánicos que se derriten en bolas de rojo candente, los proyectiles de Siracusa se estrellan en el bosque como bombas de calor puro. Los árboles prenden en llamas o simplemente se volatilizan mientras los pájaros de piel y hueso intentan huir antes de convertirse en esferas de fuego vivientes. Menfis apenas tiene tiempo de huir. Estaba explorando la debacle de cuerpos que había dejado la lucha cuando el cielo se convirtió en una lluvia de metal candente. Su única posibilidad había sido invocar su habilidad de ver en el fututo inmediato, lo que le daba la capacidad de prever donde caerían los meteoritos. De momento le funciona.
                Los árboles caen a su alrededor mientras pisa un manto de huesos. En su mano derecha lleva varias fotos y en la izquierda varios botecitos con un líquido rojizo ¿Sangre? Menfis jadea, lleva horas sin dormir y ha luchado demasiado, presionando su aura contra esa otra que le nubla la visión y la limita en demasiados aspectos. Escupe con frustración, cuando la pequeña fortaleza que es el castillo del Borreguet se abre ante ella. Suspira con alivio mientras abre la puerta para entrar. Los proyectiles chocan contra los muros, haciendo que siseen y tiemblen las piedras que lo componen. El castillo resistirá, pero no mucho. Menfis observa la montaña de al lado, coronada por las ruinas del viejo convento de la Cassalleta, el que es la base del grupo cuando están los ocho reunidos. Demasiado lejos para llegar.
                Menfis entra en el castillo y descansa durante unos segundos. La piedra se quiebra y se oyen los primeros derrumbes. Siracusa está cerca, y Menfis está sola y asustada. Aunque es la jefa y siempre ha sido el pilar del grupo, la piel negra de Menfis se tensa por los nervios y se perla por el sudor. Tiene miedo, demasiado. Ya ha perdido a Elefantina y a Cusae y desconoce que es de Dendarah y Tebas, donde deberían estar solo hay una gran capa de metal fundido. Va a entra en shock mientras el castillo se derrumba en una oleada de calor y acero candente. Inseguridades y reprimendas pasadas empiezan a florecer en su espíritu. No parece haber salida cuando unas palabras resuenan en su cabeza, llevadas por un fantasma del pasado. Un querido fantasma del pasado: “Siracusa te puede sobrepasar en poder, quizás no haya nadie como ella en el mundo. No obstante, tampoco lo hay como tú. Combate táctico es lo que te define. Menfis, eres mejor.”
                Respira con mucha fuerza y traga saliva. Se relaja rápidamente. Es hora de moverse.

Siracusa ni siquiera se plantea abrir la puerta de forma normal: lanza una capa de metal candente y ve como la madera de las dos hojas de la puerta se reduce a cenizas. Aunque el castillo tiene muchas estancias y habitaciones, Siracusa no necesita buscar mucho. Detecta el aura de Menfis en la que parece la habitación más grande y llena de aparatos. Entra lentamente, sin pavonearse pero mostrando la gran seguridad que tiene en sí misma. La bala viene por la derecha. Siracusa simplemente mueve la cabeza para esquivarla. Menfis salta para tener un mejor ángulo, pero Siracusa ya ha levantado un muro de metal líquido, que atrapa las balas y las funde en su baile irregular de espirales candentes.
Siracusa apoya el dedo índice sobre el gordo y dispara pequeñas gotas de metal rojo que, al impactar en las armas de Menfis, las dejan inutilizadas. Siracusa se mueve rápido y crea dos paredes de metal candente que dejan a Menfis atrapada entre ellas por los lados y un pilar a sus espaldas. La batalla apenas ha durado segundo y Menfis ya está acorralada. Intenta buscar una alternativa en el futuro, pero no puede. Encima, el calor le penetra en la piel y la hace desfallecer. Siracusa se acerca hacia ella por la única vía de escape que tiene. Es altísima, con la piel blanca y el pelo larguísimo y rubio grisáceo suelto, bamboleándose mientras anda. Desde lejos, parece un par de alas de ángel plegadas.
-          ¿Ya has acabado con este intento patético?- dice Siracusa cuando sus caras están a apenas dos palmos.
Menfis intenta mantenerse en pie, pero el calor la está debilitando. Eso sí, se niega a apartar la mirada, aunque tenga que mirarla desde abajo por su baja estatura. Se concentra.
-          No quiero matarte. Por nuestro pasado, por lo que pasó entre nosotras – dice mientras posa sus ojos en los de ella -. Pero esto es trabajo. Tú debes entenderme.
Pasa de repente: los ojos de Siracusa estallan como dos tomates en un microondas. Proyección de aura con las pupilas. El as en la manga de Menfis. Aunque también causa daños en sus ojos, sus células ultra-mejoradas los regeneran enseguida. Siracusa ahoga un grito mientras bloquea el dolor como puede.
-          ¿De verdad crees que dejándome ciega te va a salvar? – dice a gritos, pero extrañamente calmada -. Sigo percibiéndote.
El cuerpo de Siracusa estalla proyectando una cantidad ingente de metal candente hacia el pilar. Menfis desaparece en una marea roja refulgente. Siracusa jadea mientras recupera el aire. Ha ganado.
El aura de Menfis aparece a su izquierda, en perfecto estado. Aunque confundida, lanza otra oleada de metal hacia ella, ahogando su aura. Vuelve a percibirla, esta vez en el techo, sobre ella.
-          ¿Qué coño estás haciendo? – dice mientras lanza un pilar de metal magmático que quiebra el techo en una lluvia infinita de escombros.
No obstante, no sirve de nada. El aura de Menfis vuelve a aparecer una y otra vez. Cada vez que la hace desaparecer en una oleada de calor y metal vuelve a aparecer. Parece que pasan horas mientras el cuerpo de Siracusa no deja de expulsar material. El Castell del Borreguet desaparece, convertido en una rosa de metal retorcido y amorfo.
-          ¿A que – jadeo- cojones- resoplido- estás – respiración acelerada – jugando?
Siracusa se da cuenta: no puede emitir más metal, se ha quedado sin energía y sin casi aura. Las balas llegan: dos en cada muslo, una en cada gemelo y otra por cada articulación de cada brazo. Siracusa cae de espaldas. Menfis aparece ante ella.  También está agotada y sin casi aura. Dos lagrimones de sangre seca le caen de cada ojo. Empapada en sudo y sin casi poder articular palabra del cansancio. Pero se obliga.
-          Mi habilidad me permite ver a través de la realidad – coge aire –. Aunque la explicación es un poco burda, básicamente lo que hago es “plegar” esa realidad para esconderme en ella y poder moverme sin ser percibida a un lugar cercano. Cualquier humano con mi visión podría hacerlo. Aunque el precio energético es muy grande y, por lo que se, mis telómeros se ven también acortados: pierdo meses de vida cuando uso esta habilidad.
Siracusa sonríe, lo que es un poco macabro con su cara empapada de sangre y sus ojos siendo dos agujeros palpitantes y chorreantes.
-          Siempre has sido muy imaginativa – su faz se vuelve seria –. Podríamos haber sido felices.
Menfis niega con la cabeza, aunque sabe que ella no puede verla.
-          No, no podríamos. Siracusa, tú nunca aceptaste la realidad y lo mataste – coge aire - . Joder, lo mataste. Y yo le quería.
Una lágrima hace que la sangre seca de Menfis recupere su fluidez. Siracusa sonríe, pero sin ser sarcástica o burlona. Es una sonrisa melancólica.
-          Siempre he sido muy impulsiva.
Menfis saca una pistola y le apunta a la cabeza. Tiembla. La pistola parece resbalársele de entre los dedos. Duda. Siracusa vuelve a sonreír.
-          Al final de tu vida, no te arrepentirás de tus asesinatos, sino de los que no llegaste a cumplir.
-          Te quise una vez – dice Menfis.

El disparo resuena con fuerza. Una rosa, esta vez de sangre, nace en la frente de Siracusa. Su sonrisa, inmortalizada en su piel blanca hasta que se vuelva polvo. Menfis, simplemente se desmaya, exhausta.