diumenge, 28 de febrer del 2016

Humilde rencoroso

                Nos empeñamos en poner por escrito todo lo que la humanidad ha hecho desde que empezó. Intentamos recordar todo lo que hemos hecho mediante fotos, todas las experiencias que hemos vivido en un vídeo, en un trozo digital que nos diga que hemos sido felices. Pero pese a todos nos obligamos a olvidar todo lo relacionado con los sentimientos y las relaciones.
                Ser rencoroso está muy mal visto. Claro, es mejor seguir como si nada hubiera pasado, como si nadie te hubiera clavado una puñalada trapera por la espalda. ¿Si? Pues no. Y no me refiero a no olvidar las cosas estúpidas que te puede hacer alguien insignificante o gilipollas, no, esas cosas no valen la pena ni memorizarlas. A lo que yo me refiero es a lo que te puede hacer alguien a quien quieres.
                Lo primero que te dicen es: “si quieres a alguien debes perdonarlo”. Me parece maravilloso, haz las paces todas las veces que quieras. ¿Pero olvidar? Nunca. Jamás. Los recuerdos son los que nos hacen ser como somos, los que forjan nuestra personalidad y nos hacen ser cada vez mejores o peores. Pero también, los recuerdos son nuestros guías, son nuestra linterna en la oscuridad, los que nos dicen que no tropecemos en la misma piedra y los que nos indican que esa persona no es perfecta, que es capaz de hacerte mucho daño.
                Además, ¿Cómo quieren que olvidemos que esa pareja, amigo o familiar al que tanto queremos nos ha hecho daño? Precisamente son las heridas más difíciles de cerrar ya que no te esperas que te hagan daño. No quieres pensar que son capaces de romperte y dejarte como un muñeco de trapo, tirado en la calle en medio de una tormenta. No puedes pensar que esa persona o personas tan especiales van a dejarte solo y herido. No, esas cosas son muy difíciles de olvidar porque el amor que sentimos hacia ellas nos lo impide.
                Aunque como ya he dicho, no debemos olvidar, pero si perdonar. Sí que es verdad que vale la pena luchar por una persona a la que se la ha querido durante tiempo, aunque como me dijo un amigo, el tiempo se puede plegar y es bastante relativo. La cuestión es que se puede seguir apreciando a un amigo por ejemplo sin olvidar el daño que te ha podido haber hecho. Es más, vale la pena estar junto a alguien que pese haberle hecho mucho daño sigue estando a tu lado y sigue amándote, incluso con más fuerza.

                Cuando alguien dice que la persona que de verdad te quiera es la que te ha visto en tu peor forma y sigue contigo, yo pienso que no. La persona por la que vale la pena morir es aquella a la que le has causado el daño más atroz, y aunque no es capaz de olvidar, puede perdonarte y vivir con ello porque te quiere.Que, pese a que sabe el dolor que puedes producir, sigue confiando en ti y poniendo su vida en tus manos. Pero bueno, que cada uno tome sus decisiones, porque esta es sola la opinión de un humilde rencoroso. 

dijous, 25 de febrer del 2016

La odisea de Lluna

La gata se encogió sobre sí misma y se arrimó contra la pared buscando un poco de calor. Durante el día había estado bien, a gustito, pero ahora, con la caída de la luna, se había helado.  Además, tenía hambre, apenas había podido cazar algún animalito para poder comer, no tenía habilidad. Su amiga blanca, pese a haber nacida cautiva era mucho mejor cazadora que ella. La echaba de menos, a su amiga. Era lo que más odiaba de haberse escapado aquel día al ver la puerta abierta.
El pelaje blanco con manchas grises y naranjas se le erizó al sentir la presencia de otro animal cerca de ella. Era de su misma especie, lo presentía. Centró sus ojos azules en él, pero el otro animal era aún muy joven y huyó al verla. Ella se tumbó sobre su panza y empezó a maullar y sacudir lentamente la cabeza para que el cascabel sonara y tranquilizarse.
Se sentía triste, llevaba tres días en la calle y durante ese tiempo había sufrido el ataque de un gato que había intentado montarla. A ella no le hubiera importado si no hubiera habido un inconveniente. Ya estaba preñada, ella ya sentía la vida crecer en su interior y el instinto de protegerla era demasiado fuerte para dejar que otro animal desconocido se le acercara. Ese gato había huido cuando ella le había atacado. No era una buena cazadora, sin embargo peleando no la ganaba nadie.
Pero eso no había sido todo. Más tarde, unos de esos gatos grandes de dos patas habían intentado matarla a base de pedradas y garrotazos. Ella había corrido hasta meterse por un agujero en el patio de una casa. Allí había creído hallarse segura, pero esa sensación de bienestar había desaparecido cuando olió el lugar. Ese territorio ya tenía una felina custodiándolo. Y esta estaba dispuesta a defenderlo con la vida.
Ella lucho con desesperación y logró esquivar todos los zarpazos que la otra le lanzaba sin piedad. Huyó por donde había entrada y corrió como nunca lo había hecho. Un gato metálico de color azul eléctrico casi le pasó por encima con una de sus patas de goma rodantes. Desde ese momento la gata había decidido no moverse más.
Estaba tan cansada, allí, en la pared. Quería dormir, pero no podía. Tenía que estar despierta por si los gatos bípedos, la gata o el felino metálico volvían a por ella. Tenía que proteger su vida y la que estaba creciendo en ella.
Se sentía tan estúpida. Estaba tan cerca de su casa, de su amiga gata a la que los gatos de dos patas que las cuidaban parecían llamar Pandora. Quería acurrucarse con ella, jugar…
También echaba de menos a los gatos de dos patas que iban a verlas y les daban de comer. Esos gatos enormes que parecían quererla, que jugaban con ella, la acariciaban y la dejaban permanecer en sus regazos aunque ella los llenara de pelos. Pero sobretodo echaba de menos que la llamaran con esos maullidos tan raros Que le llamaran Lluna, Lluna…
-          ¡Lluna!
Lluna levantó la cabeza bien contenta. Conocía esa voz, era la de uno de sus gatos amigos. Se levantó y el cascabel dejó escapar un leve y melifluo sonido que se expandió en la noche como un grito de socorro.
-          Oigo un cascabel – volvió a decir la voz que reconocía.
Salió disparada en busca de la voz. Estaba tan contenta que casi chocó contra las patas larguísimas. Se puso a ronronear y a restregarse contra ellas. El gato de dos patas la cogió entre sus patas delanteras y empezó a acariciarla.
-          Lluna – le dijo él mientras se la llevaba a casa, con Pandora y con la comida.

Lluna se acurrucó sobre el caliente pecho de él y se dejó llevar. 

dissabte, 20 de febrer del 2016

Estrellita

Corro sin parar ni pensar. No sé dónde estoy y mucho menos a donde voy, pero me da igual, todo es mejor que el lugar de dónde venimos. Siento la respiración agitada de Nami a mi lado y me pongo aún más nervioso. Esta todo oscuro, no vemos nada y apenas nos da para esquivar las ramas de los árboles que nos arañan sin piedad y buscan sacarnos los ojos. Empiezo a desfallecer, la herida de mi costado ha sido peor de los que creía y no sé si podré seguir mucho más tiempo corriendo.
Me maldigo una y mil veces. Hemos caído en la trampa de un psicópata. Una trastornada que utiliza como seudónimo Estrellita73. Maldigo el día que la conocí en internet, a ella, a Nami y a todos los demás. Pero quien me lo iba a decir. Parecía normal. Sí que es verdad que nunca la habíamos conocido en persona, pero eso daba igual, yo creía que era mi amiga, nuestra amiga… aprieto los dientes e intento correr más deprisa pese al dolor que parece recorrerme desde la herida hasta la cabeza.
Nami me ha adelantado, eso significa que seguramente he ralentizado el ritmo. Mierda. Si no aceleramos moriremos.
Estrellita lo había tenido todo planeado, primero nos invitó a pasar unos días a su casa de verano, era la primera vez que nos veríamos todos juntos. Los 7. Todo iba de lujo hasta que llegó la noche. Ni Estrellita ni otros dos chicos aparecían para cenar. Era muy raro. Llevábamos un rato esperando cuando de pronto dos cabezas entraron rodando solas en el gran salón hasta detenerse justo a los pies de Gira. Cuando aún no había tenido tiempo ni de gritar, Estrellita apareció de entre la oscuridad y le metió el cuchillo en el corazón.
En ese momento Nami gritó, pero Estrellita no se acobardó. Se abalanzó encima del otro chico y el chuchillo le perforó la tráquea. Los estertores fueron horrible. Escupía sangre e intentaba respirar, y cuando lo hacía, sonaba como un muñeco macabro. Pero no tuvo tiempo ni de morirse cuando ella saltó sobre mí. Era tan pequeña, pero tan rápida y tan fuerte que apenas pude apartarme un poco, lo suficiente para salvar a mi cuello, pero no a mi costado. Hubiera muerto, si Nami no la hubiera placado y después me hubiera sacado casi a rastras de la casa. Miro su espalda y sonrío. Por lo menos ella sobrevivirá aunque yo muera desangrado.
Un destello fugaz sale de entre los arbustos  y veo como corta a Nami por la cintura. Ella cae al suelo como una marioneta sin hilos y empieza a temblar y a llorar. Me ha salvado, pero yo giro y cambio de rumbo. La oigo gritar y llorar, implorándome ayuda. Pero yo huyo. Me entran arcadas de lo cobarde que soy. Sigo y sigo corriendo hasta que el sonido de su voz pidiéndome que vaya a por ella empieza a atenuarse-
Paro en seco delante un rio. ¿Aún está viva? Eso significa… siento el acero frio del cuchillo adentrándose en mi espalda. La voz aterciopelada de Estrellita suena detrás de mí.
-          Contigo seré más clemente. No te mereces morir rápido.

Es lo último que oigo antes de que el cuchillo cercene mis gemelos y caiga arrodillado en el agua. Me mete la cabeza y empieza a ahogarme. Me saca del agua para que respire mientras que al mismo tiempo me vuelve a apuñalar en la espalda. Y otra vez me sumerge y me vuelve a apuñalar, y me saca y me apuñala, y me hunde y me acuchilla, y me deja respirar y me hace un corte. Una y otra vez. Pero eso no es lo peor. Aunque grito y la corriente del agua hace bastante estruendo, sigo oyendo su voz suplicante. Todo se vuelvo oscuro y sigo oyendo como Nami me busca desesperada. Como todo a mí alrededor se vuelve negro, mientras que yo muero como un cobarde. 

dijous, 18 de febrer del 2016

Atrapados

La humanidad, la gran y basta humanidad, toda concentrada en una gran Sociedad, o mejor dicho, muchas sociedades que acaban formando una gran Sociedad. Aunque la verdad es que todas esas comunidades diferentes acaban por ser la misma, todas muestran como es el ser humano, lo que pasa es que unas muestran unos aspectos y otras muestran unos completamente distintos. Eso es la Sociedad, un cúmulo de todos los aspectos humanos llevados hasta infinitos extremos.
Bien, la Sociedad es una cosa buena, hace que las personas interactúen entre ellas y que los diferentes sistemas políticos, económicos, comerciales, culturales… funcionen. En suma, la Sociedad es algo necesario, sin ella, no habría humanidad.
Ahora bien, el problema es que la gente no ha sabido encauzar la sociedad de la forma correcta. Ya no solo hablamos de las desigualdades, las discriminaciones y la bajeza moral, que son su peor cara. No, el problema de la Sociedad es que es como una especie de trampa, como una Venus atrapamoscas que espera que nos posemos en sus fauces para cerrarlas y digerirnos lentamente. Nos controla para no dejarnos escapar nunca. Quieras o no, siempre acabas contribuyendo a un mundo mejor. Otro inconveniente de la Sociedad es que siempre nos impulsa a hacer algo, siempre nos obliga a seguir adelante, queramos o no. Crece, aprende, estudia, trabaja, compra, adelgaza, vota, participa, disfruta, jubílate… Siempre esta ordenando. Y vale que se necesite de esa colaboración para poder mantener la Sociedad y los diferentes sistemas, pero al final todo se lleva a niveles insostenibles para muchos. Estrés, ansiedad, depresión, suicidio… Este tipo de trastornos son cada vez más comunes en las personas, y cuando más occidentalizado este alguien, más le afectan. Cuando te has querido dar cuenta, la Sociedad se ha cerrado sobre ti mismo y te has convertido en meros nutrientes para mantenerla viva. Y después, como un desecho, te expulsa y te obliga a la inactivación. Toda la vida obligando a trabajar y a luchar para acabar en la inactividad casi total. Por lo menos sigue “manteniendo”.

Siempre queda intentar escapar de este sistema, pero claro, sino trabajas para la Sociedad, trabajas contra ella, por lo tanto, acabas sumido en la discriminación y en el olvido, como ya he dicho, la peor cara de la Sociedad. Y es que al final del todo, el problema no es la Sociedad, ni siquiera los diferentes sistemas. El problema son las personas, somos nosotros. Como dijo un profesor mío: el sistemas no es corrupto, son corruptos quienes lo dirigen.

diumenge, 14 de febrer del 2016

Séptimo diluvio

                El agua recorre mi cara, mi pelo y me cuerpo hasta caer al suelo, sin parar, lo mismo una y otra vez. La carretera se me está haciendo infinita porque mi andar es lento y torpe, pero no puedo correr más, ya que seguramente resbalaré y me caeré, y hoy en día resbalarte puede ser lo último que hagas. El sonido de la lluvia torrencial me acompaña, como desde hace semanas, o tal vez meses, no lo sé, desde que el manto de nubes de tormenta nos cubrió y empezó a llover no he sabido contar con precisión los días. Sin poder salir a jugar, sin poder ir a la escuela, sin electricidad, sin coches… No nos queda nada, el agua nos lo ha quitado todo,
                Recuerdo vagamente que antes de esto estábamos sufriendo una sequía. Pero no la típica sequía de verano, no. Llevábamos más de 150 días sin llover, los ríos se habían secado, ya no salía agua de las fuentes naturales. Los árboles, incluso los pinos, se marchitaban lentamente, las montañas eran como una inmensa alimaña marrón y corrupta. Nos quedamos sin cosechas. Al principio las moscas y los mosquitos no invadieron, luego, incluso ellos murieron. Fue una temporada horrible, pero por lo menos teníamos los supermercados llenos de comida y cuando abríamos el grifo salía agua, como siempre, caliente o fría. Pero después todo eso acabó. Durante dos días soplo un viento huracanado y caliente que trajo las nubes, y estas ya no se fueron.
                El primer diluvio fue como una gran fiesta. Llovía a cantaros y todos estábamos felices. Los ríos volvieron a fluir y las fuentes emanaban litros y litros de agua. Hubo algunos corrimientos de tierra, pero a nadie le importa, el agua volvía y parecía que lo haría por muchos tiempos.
                Y así fue. Con el segundo y el tercer diluvio el río principal se desbordó y arrasó con todo lo que encontró. El casco antiguo quedo echo un gran barrizal. Murieron 120 personas entre ahogadas y enterradas por los derrumbamientos de las casas más viejas de la ciudad. Perdimos el castillo de la época árabe. El agua se lo comió como si no fuera nada, como una simple uva.
                Sin embargo, no tuvimos tiempo de declarar la ciudad como zona catastrófica. El cuarto nos dejó incomunicados. Un desprendimiento de rocas destruyo la única carretera de acceso a la ciudad. La comida empezó a escasear y los supermercados se quedaron vacíos. Las cosechas y el ganado habían muerto durante la sequía, por lo tanto no teníamos recursos. Y por si no fuera poco, el río se volvió a desbordar, esta vez de forma más bestia. Mi hermana y mi madre fueron arrastradas por la corriente delante de mí. Durante unos minutos oí sus gritos de desesperación impotente, hasta que las aguas embravecidas las engulleron. No las he vuelto a ver. Se perdió la cuenta de la victimas, había tantas desaparecidas o inidentificables que se hizo imposible contarlas. La sanidad colapsó.
                Pero lo peor vino durante el quinto y el sexto diluvio. La ciudad seguía inundada cuando las montañas empezaron a derrumbarse. Sin vegetación que sujetara el suelo y después de días y días de lluvias, la tierra cedió. Toneladas y toneladas de tierra, fango y roca arremetieron contra la periferia de la ciudad como una estampida de elefantes titánicos. Me quede sin casa ese día. Me quede sin padre que aún sigue ahí enterrado, debajo de lo que un día fue nuestro hogar, debajo de kilos y kilos de recuerdos. Ese día para mi acabo todo.
Ahora estamos empezando el séptimo diluvio. Nadie viene a ayudarnos, estamos solos, solos y hambrientos, hambrientos y muertos. He oído que incluso hay tribus que se dedican al canibalismo, a cazar a victimas solitarias para cocinarlas y devorarlas. No puedo decirles nada, es la necesidad. Aunque parezcan monstruos siguen siendo humanos, humanos desesperados.

Yo por mi parte, vengo todos los días a ver si algún servicio de ayuda ha conseguido atravesar la muralla de rocas que bloquea la carretera. Es lo único que me queda, esperar a que alguien venga, esperar a morir ahogado, esperar a que la montaña se me caiga encima. Simplemente esperar a que el séptimo diluvio sea un poquito mejor que los demás y consiga matarme de una vez por todas.

dijous, 11 de febrer del 2016

Ven a verme cuando duerma

                Siempre he creído que la realidad es el único camino que vale la pena seguir, que el mundo no es un lugar para tener ilusión, que los sueños mueren y se convierten en cenizas ante nuestros ojos. Siempre he sentido, que las posibilidades de llegar a cumplir tus metas son mínimas, que solo lo consiguen los ricos y los que tienen contactos, que para el resto de la gente las posibilidades son luchar y luchar hasta morir por nada. Siempre he creído que esa batalla nunca podría ser ganada por mí.
                Pero no quiero, la realidad se ha comido lo que más quería, no me ha dejado nada. Bueno, mirándolo bien me ha dejado muchas cosas: soledad, tristeza, dolor, sufrimiento… No me gusta esta realidad, aunque dudo que a alguien pueda gustarle.
Claro, dicen que llegados hasta cierto punto lo mejor es acabar con todo. No soy tan cobarde. El camino fácil es, la mayoría de las veces, el equivocado.
                No me voy a suicidar, eso es cierto. Pero tampoco quiero vivir el hoy, el aquí, no desde que te fuiste. Aun dudo de que pueda ser verdad, de que ya no pueda escuchar tus insultos bañados de amor, que ya no puede tener nada de ti, solo anhelarlo, y anhelar es tan doloroso, tan destructivo…
                Siempre he creído que soñar era una estupidez, hasta que te fuiste. He necesitado del sueño desde ese día, como un parásito, me he alimentado de mis propias quimeras durmientes para poder sobrevivir. El sueño muchas veces solo me trae oscuridad y silencio, pero otras veces me lleva a un mundo de colores que siempre me recuerdan a tus ojos y tu pelo. A galaxias de sonidos que me hacen pensar en tu voz sedosa y aterciopelada, tan fuerte y débil al mismo tiempo. En resumen, me dejan en universos de sensaciones, con estrellas que me iluminan como antaño hacia tu sonrisa, con planetas que tiene escritos en sus superficies nuestros días juntos, cometas que me dicen que todo va a salir bien, que siempre hay fuerzas en el espacio.
                Mentira. Esos cometas nunca han venido a la tierra. En contraste con mis infinitos sueños esta la realidad. La realidad que me lo quita todo, como un agujero negro que lo absorbe todo, el calor, la luz, el espacio e incluso el tiempo para luego aplastarlo y desaparecer para toda la eternidad.
                No obstante esa vorágine de aniquilamiento no ha podido conmigo, sigo siendo yo, sé que la parte bonita de mi aún tiene posibilidades de volar. Que puedo tener la capacidad de crecer de nuevo, de florecer. Pero no sé si lo voy a poder lograr, me siento como la Luna: solitaria dando vueltas en un círculo vicioso, sin vida, sin la capacidad de llegar nunca a ningún sitio en concreto.
                Cuando te fuiste perdí una parte muy importante de mí. Desde que me dejaste sin ni siquiera decir adiós no te he vuelto a ver, pese a que mis sueños son vividos y tu estas presente en todos ellos, no he sido capaz de captarte como cuando estabas aquí. Por favor, ven. Prefiero mil veces un grito tuyo a cualquier sueño colorido, prefiero infinitamente más sentirte un segundo a mi lado rodeados de pobreza, que alzarme sobre la humanidad durante toda la eternidad. Por favor, ven a verme.

                No sé dónde estás, ni siquiera si sigues existiendo o si tienes la capacidad de leer esto. No sé cuánto tiempo podré seguir aguantando en un lugar donde me parece más bonito dormir que vivir. Y aunque no quiera matarme, al final la vida lo hará por mí. Al final solo quedara un espectro gris de mí. No quiero eso. Por favor, ven a verme. Por favor, ven a verme cuando duerma…

diumenge, 7 de febrer del 2016

"La base"

                Hace poco lo he vuelto a sentir, hace unas cuantas horas apenas, y varias veces seguidas, y encima mis condiciones no eran las adecuadas para encajarlo del todo bien. Si, hace poco he vuelto a sentir dolor, y por favor, dejemos de lado las implicaciones físicas, la debilidad de nuestro cuerpo, como diría Descartes, va aparte.
                No, yo me refiero a dolor sentimental. Me han hecho daño por dentro, y alguien a quien quería y supongo que aun quiero mucho. Después de todo, esas son las personas que más poder tiene sobre  todos y cada uno de nosotros, a las que queremos. El caso es que no me ha insultado, no me ha menospreciado ni me ha enviado a la mierda. Vale que las palabras son las peores armas que nuestra retorcida mente ha podido crear y, que pese a que los ingenuos quieren aparentarlo, las palabras nunca son llevadas por el viento. Es más, permanecen dentro de nosotros, algunas de tal forman que nos perforan anímicamente, para bien o para mal.
                Pero pese a eso, las palabras no son lo único que puede dañarnos. No, también está la ignorancia. Ya lo dijo Einstein: “La ignorancia es infinita”. Nadie se salva de haber sido, de ser o serlo, varia en cantidad, pero no en presencia, todos somos ignorantes. Pues de ahí emana todo: de la ignorancia. Las armas te pueden herir físicamente, las palabras, mentalmente, pero la ignorancia te destroza, y para colmo, a una velocidad espantosamente lenta.
                Sí, eso es lo peor, cuando unas persona te hace daño sin saberlo, sin quererlo, sin darse cuenta, ella se cree inocente, pero el deño está ahí. Un acto pequeño como un mirada indiferente o un mensaje que nunca llega, todo hace desgaste. No es como una bala, que te vuela los sesos sin casi darte cuenta, o una retahíla de palabras que te hacen llorar. No, son un grupo de pequeñas acciones que van arañando tu espíritu, haciéndole minúsculas grietas a tu alma. Para cuando quieres darte cuenta, todo se ha venido abajo, y lo que era amor se ha vuelto odio, porque de esas pequeñas acciones indebidas solo nace el rencor, y el rencor a un ser querido nunca es algo bueno.
                 Me rio de los ya no ingenuos, si no de los idiotas que van diciendo a diestro y siniestro: la ignorancia es la base de la felicidad. Ja. ¿Se puede construir una casa sobre unos cimientos podridos, carcomidos o agrietados? Pues lo mismo con la felicidad. Nada bueno surge del no saber. Y en el caso del ignorante que hace daño sin saber, menos que nada. Porque para acabar de arrematar al herido, esa persona no es conocedora del mal que ha hecho y tacha de culpable al otro. Y queramos o no, todos hemos sido hirientes y heridos alguna vez, lo único que podemos hacer es percatarnos a tiempo.

                Aunque claro, siempre se puede seguir con la misma filosofía destructiva. Si  ya lo dicen: Ojos que no ven…  

dimecres, 3 de febrer del 2016

Carreteras hacia el infinito

                Las luces de colores azulados y anaranjadas de desparraman, mortecinas y titilantes, sobre las faldas de las montañas indicando donde hay un pueblo o una ciudad, lejanos y ausentes, sin importar que nosotros cada vez estamos más arriba, más y más arriba. Sonrío y siento como el aire frio de febrero se cuela por la ventanilla y me aclara las ideas. El ruido que hace el viento es atronador, pero sirve para apaciguar el odioso silencio que provoca este coche sin radio.
La carretera se extiende ante nosotros, serpenteante y empinada, llena de baches y rocas inmensas, lo que provoca que mi pareja tenga que dar volantazos sin cesar. No me importa, es más, me agrada. Siempre he disfrutado viajando, ya sea en coche, moto o autobús, pero solo cuando conduce otro. No me gusta controlar el viaje. Yo prefiero sentarme como copiloto y dejar volar mi imaginación.
Sobre carreteras ha sido donde he luchado mis peores batallas, donde he preparado mis mejores discursos, donde he encontrado que responder a todas esas discusiones que perdí por falta de ingenio en el momento preciso. También ha sido donde he creado los mejores mundos, donde he salvado galaxias, donde he amado con más fuerza. Hoy es diferente, hoy no necesito imaginar, la realidad me lo da todo...
Alargo la mano y la deposito sobre la suya que se encuentra manejando la palanca de cambios. Muchas parejas se forman por tener cosas en común, por compartir la afición por la lectura, por la ciencia, por los animales… De esa unió surge el amor. Los más avaros se enamoran a partir del dinero, y los más estúpidos a partir de la apariencia física. A nosotros no nos unió tal cosa. El amor floreció en nosotros a partir de nuestro sufrimiento, por lo que sufrimos antes y ahora, y esperamos no sufrir nunca más.
No es un buen amor, yo lo sé, está roto, desquiciado, pero es inevitable. Es lo que tiene el amor, florece sobre lo que le da la gana, y florecer no es un buen verbo, mas adecuado es parasitar. Vive alimentándose de uniones, para bien o para mal, para unir o para destruir relaciones para siempre. Para el amor, nada hay por encima de él, y eso es lo que hace que todo ante él prolifere o desaparezca. No hay punto medio.
Respiro hondo. No queda mucho.
Los colores del ocaso son cada vez menos perceptibles, pero el Sol sigue ahí, de la misma forma que las estrellas y la Luna ya han empezado a deshilachar la oscuridad de la noche. Mejor, más audiencia, más público.
De repente la cuesta se convierte en una recta, y la velocidad aumenta suavemente, sin ser molesta, sin ser excesiva. Subimos, subimos y subimos, siguiendo nuestro camino hacia lo desconocido, hacia los secretos, hacia el infinito...
Me mira con sus ojos llenos de falsa alegría, falsa porque no es real, falsa porque esconde detrás de ella un mar de sufrimiento que solo yo conozco, porque lo comparto.
La curva aparece ante nosotros de repente, pero nosotros ya la esperábamos, desde hace demasiado tiempo quizá. Subimos, subimos y subimos, para ahora caer. Nos salimos de la carretera, nos salimos de la montaña, nos salimos de la vida.
No tengo miedo.
Nos besamos con pasión y siento que pese a que nuestro amor es deforme es mejor que cualquiera que haya podido imaginar.
No siento vértigo.
Cuando veo el cielo lleno de colores anaranjados, azules, morados y negros, todo lleno de estrellas blanquecinas que parecen intentar alcanzarnos con sus brillantes manos, sé que hemos hecho lo correcto.
Me siento feliz.
El coche se inclina y el desdibujado cielo desaparece.
Me siento completa.

Todo se vuelve acelerado. Aprieto su mano con fuerza y veo como el verde y el marrón nos engullen hasta convertirse en negro, hasta cesar todo sufrimiento. 

dilluns, 1 de febrer del 2016

Sed

En ese momento lo tuve muy claro, era como el sol que sale después de días de tormentas incesantes, lo ilumina todo de tal forma que incluso llega a quemar. Sabía sin lugar a dudas que lo que pasara hoy sería el final, ni feliz ni triste, solo el final, que es mucho más que lo que tienen algunos.
Mis pies llegaron al último escalón con determinación y abrí la puerta con todas mis fuerzas, ni siquiera llamé, las formalidades hacía tiempo que habían quedado atrás. Ya no valía nada, ni la camaradería, ni el compañerismo, ni siquiera la amistad que todo lo puede. No.
Mientras atravesaba el pasillo de mármol pulido pensaba en los tiempos pasados. Pensé en cómo le llamaba Escipión por lo fuerte y fiel que era. Que equivocado estaba, que gilipollas llegue a ser. Debería haberle llamado Domiciano, el emperador loco que acabo por matar a la mitad del senado por miedo a que lo mataran. Al final lo mataron por matar y por loco. Ironía.
La melancolía me embargo en ese momento, la última gota que hizo colmar el vaso de mis dudas. Habían sido tantos los años, tantas las risas y las tardes solos en cualquier bar. Dábamos pena, dijo él una vez, yo solo pude pensar que no importaba, que daba igual dar pena cuando no querías estar en ningún otro sitio. Nunca llegue a amar a nadie, pero eso fue algo muy parecido, ese pequeño trocito de amistad que acabó convirtiéndose en fraternidad, en todo lo que yo protegería. Que idiota estaba.
Entonces vi su cara asomando al final del pasillo y la melancolía dejó de ser un problema. Lo último que recordé fue su cara sonriendo como antaño en contraste con esa mueca de horror que deformo completamente su rostro, como un cuadro de Picasso o de Dalí, pero sin ese toque de arte que los hace especiales, ahí solo había miedo.
-          Perdóname, me equivoque – fueron sus palabras, las últimas palabras que pronunciaría después de una vida hipócrita y sin sentido.
La rabia aumentó en mí de forma desbordante. Uno se equivoca cuando pone un dos en lugar de un tres, cuando en lugar de llamar a la tu casa llama a la del vecino, pero no cuando intentas matar a un amigo.
Salte hacia él y desenfunde la navaja que me regaló cuando cumplí treinta años, hecha en Albacete, afiladísima y con mis iniciales chapadas en oro sobre la empuñadura. Otra ironía. Durante los segundos que estuve en el aire pensé en que sí que había cometido un error, no me había conseguido matar.
No se movió ni un milímetro, y mi mano le hizo una segunda boca en el cuello con facilidad. La sangre manó con fiereza de la herida y lo cubrió todo, su ropa, las paredes, el techo y a mí mismo. Cayó al suelo con un ruido sordo y se desangró sin decir nada, sin emitir ni un solo estertor. Me dejé caer a su lado, cubierto de sangre, como si acabara de salir del Nilo maldito de Moisés.
Ahora estoy solo, en una casa que no es la mía, con un cadáver que ya no es mi amigo y con mi sed calmada. Dolorosamente calmada. Por fortuna mi plan aún no ha sido finalizado, ni mucho menos.
Meto la mano en su bolsillo y saco la navaja que yo le regale en su vigésimo noveno cumpleaños. Está fabricada en Suiza y sus iniciales están chapadas en plata. La abro y la pongo en su mano cubierta de sangre tibia y viscosa. Con esta ironía todas las demás han dejado de tener sentido. Levanto su mano y la muevo suavemente hasta tocar la delicada piel de mi cuello. Sonrío cuando siento el frío beso de la cuchilla trazar la línea por donde se escapa mi vida, mi caliente y falsa vida, mi odiosa y feliz vida.

Al final, hemos quedado todos saciados.