Hace
poco lo he vuelto a sentir, hace unas cuantas horas apenas, y varias veces
seguidas, y encima mis condiciones no eran las adecuadas para encajarlo del
todo bien. Si, hace poco he vuelto a sentir dolor, y por favor, dejemos de lado
las implicaciones físicas, la debilidad de nuestro cuerpo, como diría Descartes,
va aparte.
No,
yo me refiero a dolor sentimental. Me han hecho daño por dentro, y alguien a
quien quería y supongo que aun quiero mucho. Después de todo, esas son las
personas que más poder tiene sobre todos
y cada uno de nosotros, a las que queremos. El caso es que no me ha insultado,
no me ha menospreciado ni me ha enviado a la mierda. Vale que las palabras son
las peores armas que nuestra retorcida mente ha podido crear y, que pese a
que los ingenuos quieren aparentarlo, las palabras nunca son llevadas por el
viento. Es más, permanecen dentro de nosotros, algunas de tal forman que nos
perforan anímicamente, para bien o para mal.
Pero
pese a eso, las palabras no son lo único que puede dañarnos. No, también está
la ignorancia. Ya lo dijo Einstein: “La ignorancia es infinita”. Nadie se salva
de haber sido, de ser o serlo, varia en cantidad, pero no en presencia, todos
somos ignorantes. Pues de ahí emana todo: de la ignorancia. Las armas te pueden
herir físicamente, las palabras, mentalmente, pero la ignorancia te destroza, y
para colmo, a una velocidad espantosamente lenta.
Sí,
eso es lo peor, cuando unas persona te hace daño sin saberlo, sin quererlo, sin
darse cuenta, ella se cree inocente, pero el deño está ahí. Un acto pequeño
como un mirada indiferente o un mensaje que nunca llega, todo hace desgaste. No
es como una bala, que te vuela los sesos sin casi darte cuenta, o una retahíla
de palabras que te hacen llorar. No, son un grupo de pequeñas acciones que van
arañando tu espíritu, haciéndole minúsculas grietas a tu alma. Para cuando quieres
darte cuenta, todo se ha venido abajo, y lo que era amor se ha vuelto odio,
porque de esas pequeñas acciones indebidas solo nace el rencor, y el rencor a
un ser querido nunca es algo bueno.
Me rio de los ya no ingenuos, si no de los
idiotas que van diciendo a diestro y siniestro: la ignorancia es la base de la
felicidad. Ja. ¿Se puede construir una casa sobre unos cimientos podridos,
carcomidos o agrietados? Pues lo mismo con la felicidad. Nada bueno surge del
no saber. Y en el caso del ignorante que hace daño sin saber, menos que nada. Porque
para acabar de arrematar al herido, esa persona no es conocedora del mal que ha
hecho y tacha de culpable al otro. Y queramos o no, todos hemos sido hirientes
y heridos alguna vez, lo único que podemos hacer es percatarnos a tiempo.
Aunque
claro, siempre se puede seguir con la misma filosofía destructiva. Si ya lo dicen: Ojos que no ven…
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