Siempre
he creído que la realidad es el único camino que vale la pena seguir, que el
mundo no es un lugar para tener ilusión, que los sueños mueren y se convierten
en cenizas ante nuestros ojos. Siempre he sentido, que las posibilidades de
llegar a cumplir tus metas son mínimas, que solo lo consiguen los ricos y los
que tienen contactos, que para el resto de la gente las posibilidades son
luchar y luchar hasta morir por nada. Siempre he creído que esa batalla nunca podría
ser ganada por mí.
Pero no
quiero, la realidad se ha comido lo que más quería, no me ha dejado nada. Bueno,
mirándolo bien me ha dejado muchas cosas: soledad, tristeza, dolor, sufrimiento…
No me gusta esta realidad, aunque dudo que a alguien pueda gustarle.
Claro, dicen que llegados hasta
cierto punto lo mejor es acabar con todo. No soy tan cobarde. El camino fácil es,
la mayoría de las veces, el equivocado.
No me
voy a suicidar, eso es cierto. Pero tampoco quiero vivir el hoy, el aquí, no
desde que te fuiste. Aun dudo de que pueda ser verdad, de que ya no pueda
escuchar tus insultos bañados de amor, que ya no puede tener nada de ti, solo
anhelarlo, y anhelar es tan doloroso, tan destructivo…
Siempre
he creído que soñar era una estupidez, hasta que te fuiste. He necesitado del
sueño desde ese día, como un parásito, me he alimentado de mis propias quimeras
durmientes para poder sobrevivir. El sueño muchas veces solo me trae oscuridad
y silencio, pero otras veces me lleva a un mundo de colores que siempre me
recuerdan a tus ojos y tu pelo. A galaxias de sonidos que me hacen pensar en tu
voz sedosa y aterciopelada, tan fuerte y débil al mismo tiempo. En resumen, me dejan
en universos de sensaciones, con estrellas que me iluminan como antaño hacia tu
sonrisa, con planetas que tiene escritos en sus superficies nuestros días juntos,
cometas que me dicen que todo va a salir bien, que siempre hay fuerzas en el
espacio.
Mentira.
Esos cometas nunca han venido a la tierra. En contraste con mis infinitos
sueños esta la realidad. La realidad que me lo quita todo, como un agujero
negro que lo absorbe todo, el calor, la luz, el espacio e incluso el tiempo
para luego aplastarlo y desaparecer para toda la eternidad.
No
obstante esa vorágine de aniquilamiento no ha podido conmigo, sigo siendo yo, sé
que la parte bonita de mi aún tiene posibilidades de volar. Que puedo tener la
capacidad de crecer de nuevo, de florecer. Pero no sé si lo voy a poder lograr,
me siento como la Luna: solitaria dando vueltas en un círculo vicioso, sin
vida, sin la capacidad de llegar nunca a ningún sitio en concreto.
Cuando te fuiste perdí una parte
muy importante de mí. Desde que me dejaste sin ni siquiera decir adiós no te he
vuelto a ver, pese a que mis sueños son vividos y tu estas presente en todos
ellos, no he sido capaz de captarte como cuando estabas aquí. Por favor, ven. Prefiero
mil veces un grito tuyo a cualquier sueño colorido, prefiero infinitamente más
sentirte un segundo a mi lado rodeados de pobreza, que alzarme sobre la humanidad
durante toda la eternidad. Por favor, ven a verme.
No sé dónde
estás, ni siquiera si sigues existiendo o si tienes la capacidad de leer esto. No
sé cuánto tiempo podré seguir aguantando en un lugar donde me parece más bonito
dormir que vivir. Y aunque no quiera matarme, al final la vida lo hará por mí. Al
final solo quedara un espectro gris de mí. No quiero eso. Por favor, ven a
verme. Por favor, ven a verme cuando duerma…
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