El agua
recorre mi cara, mi pelo y me cuerpo hasta caer al suelo, sin parar, lo mismo
una y otra vez. La carretera se me está haciendo infinita porque mi andar es
lento y torpe, pero no puedo correr más, ya que seguramente resbalaré y me caeré,
y hoy en día resbalarte puede ser lo último que hagas. El sonido de la lluvia
torrencial me acompaña, como desde hace semanas, o tal vez meses, no lo sé,
desde que el manto de nubes de tormenta nos cubrió y empezó a llover no he
sabido contar con precisión los días. Sin poder salir a jugar, sin poder ir a
la escuela, sin electricidad, sin coches… No nos queda nada, el agua nos lo ha
quitado todo,
Recuerdo
vagamente que antes de esto estábamos sufriendo una sequía. Pero no la típica sequía
de verano, no. Llevábamos más de 150 días sin llover, los ríos se habían secado,
ya no salía agua de las fuentes naturales. Los árboles, incluso los pinos, se
marchitaban lentamente, las montañas eran como una inmensa alimaña marrón y
corrupta. Nos quedamos sin cosechas. Al principio las moscas y los mosquitos no
invadieron, luego, incluso ellos murieron. Fue una temporada horrible, pero por
lo menos teníamos los supermercados llenos de comida y cuando abríamos el grifo
salía agua, como siempre, caliente o fría. Pero después todo eso acabó. Durante
dos días soplo un viento huracanado y caliente que trajo las nubes, y estas ya
no se fueron.
El primer
diluvio fue como una gran fiesta. Llovía a cantaros y todos estábamos felices. Los
ríos volvieron a fluir y las fuentes emanaban litros y litros de agua. Hubo
algunos corrimientos de tierra, pero a nadie le importa, el agua volvía y parecía
que lo haría por muchos tiempos.
Y así
fue. Con el segundo y el tercer diluvio el río principal se desbordó y arrasó
con todo lo que encontró. El casco antiguo quedo echo un gran barrizal. Murieron
120 personas entre ahogadas y enterradas por los derrumbamientos de las casas más
viejas de la ciudad. Perdimos el castillo de la época árabe. El agua se lo comió
como si no fuera nada, como una simple uva.
Sin
embargo, no tuvimos tiempo de declarar la ciudad como zona catastrófica. El cuarto
nos dejó incomunicados. Un desprendimiento de rocas destruyo la única carretera
de acceso a la ciudad. La comida empezó a escasear y los supermercados se
quedaron vacíos. Las cosechas y el ganado habían muerto durante la sequía, por
lo tanto no teníamos recursos. Y por si no fuera poco, el río se volvió a
desbordar, esta vez de forma más bestia. Mi hermana y mi madre fueron
arrastradas por la corriente delante de mí. Durante unos minutos oí sus gritos
de desesperación impotente, hasta que las aguas embravecidas las engulleron. No
las he vuelto a ver. Se perdió la cuenta de la victimas, había tantas
desaparecidas o inidentificables que se hizo imposible contarlas. La sanidad
colapsó.
Pero lo
peor vino durante el quinto y el sexto diluvio. La ciudad seguía inundada
cuando las montañas empezaron a derrumbarse. Sin vegetación que sujetara el
suelo y después de días y días de lluvias, la tierra cedió. Toneladas y
toneladas de tierra, fango y roca arremetieron contra la periferia de la ciudad
como una estampida de elefantes titánicos. Me quede sin casa ese día. Me quede
sin padre que aún sigue ahí enterrado, debajo de lo que un día fue nuestro
hogar, debajo de kilos y kilos de recuerdos. Ese día para mi acabo todo.
Ahora estamos empezando el séptimo
diluvio. Nadie viene a ayudarnos, estamos solos, solos y hambrientos, hambrientos
y muertos. He oído que incluso hay tribus que se dedican al canibalismo, a
cazar a victimas solitarias para cocinarlas y devorarlas. No puedo decirles
nada, es la necesidad. Aunque parezcan monstruos siguen siendo humanos, humanos
desesperados.
Yo por mi parte, vengo todos los días
a ver si algún servicio de ayuda ha conseguido atravesar la muralla de rocas
que bloquea la carretera. Es lo único que me queda, esperar a que alguien
venga, esperar a morir ahogado, esperar a que la montaña se me caiga encima. Simplemente
esperar a que el séptimo diluvio sea un poquito mejor que los demás y consiga
matarme de una vez por todas.
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