dimecres, 3 de febrer del 2016

Carreteras hacia el infinito

                Las luces de colores azulados y anaranjadas de desparraman, mortecinas y titilantes, sobre las faldas de las montañas indicando donde hay un pueblo o una ciudad, lejanos y ausentes, sin importar que nosotros cada vez estamos más arriba, más y más arriba. Sonrío y siento como el aire frio de febrero se cuela por la ventanilla y me aclara las ideas. El ruido que hace el viento es atronador, pero sirve para apaciguar el odioso silencio que provoca este coche sin radio.
La carretera se extiende ante nosotros, serpenteante y empinada, llena de baches y rocas inmensas, lo que provoca que mi pareja tenga que dar volantazos sin cesar. No me importa, es más, me agrada. Siempre he disfrutado viajando, ya sea en coche, moto o autobús, pero solo cuando conduce otro. No me gusta controlar el viaje. Yo prefiero sentarme como copiloto y dejar volar mi imaginación.
Sobre carreteras ha sido donde he luchado mis peores batallas, donde he preparado mis mejores discursos, donde he encontrado que responder a todas esas discusiones que perdí por falta de ingenio en el momento preciso. También ha sido donde he creado los mejores mundos, donde he salvado galaxias, donde he amado con más fuerza. Hoy es diferente, hoy no necesito imaginar, la realidad me lo da todo...
Alargo la mano y la deposito sobre la suya que se encuentra manejando la palanca de cambios. Muchas parejas se forman por tener cosas en común, por compartir la afición por la lectura, por la ciencia, por los animales… De esa unió surge el amor. Los más avaros se enamoran a partir del dinero, y los más estúpidos a partir de la apariencia física. A nosotros no nos unió tal cosa. El amor floreció en nosotros a partir de nuestro sufrimiento, por lo que sufrimos antes y ahora, y esperamos no sufrir nunca más.
No es un buen amor, yo lo sé, está roto, desquiciado, pero es inevitable. Es lo que tiene el amor, florece sobre lo que le da la gana, y florecer no es un buen verbo, mas adecuado es parasitar. Vive alimentándose de uniones, para bien o para mal, para unir o para destruir relaciones para siempre. Para el amor, nada hay por encima de él, y eso es lo que hace que todo ante él prolifere o desaparezca. No hay punto medio.
Respiro hondo. No queda mucho.
Los colores del ocaso son cada vez menos perceptibles, pero el Sol sigue ahí, de la misma forma que las estrellas y la Luna ya han empezado a deshilachar la oscuridad de la noche. Mejor, más audiencia, más público.
De repente la cuesta se convierte en una recta, y la velocidad aumenta suavemente, sin ser molesta, sin ser excesiva. Subimos, subimos y subimos, siguiendo nuestro camino hacia lo desconocido, hacia los secretos, hacia el infinito...
Me mira con sus ojos llenos de falsa alegría, falsa porque no es real, falsa porque esconde detrás de ella un mar de sufrimiento que solo yo conozco, porque lo comparto.
La curva aparece ante nosotros de repente, pero nosotros ya la esperábamos, desde hace demasiado tiempo quizá. Subimos, subimos y subimos, para ahora caer. Nos salimos de la carretera, nos salimos de la montaña, nos salimos de la vida.
No tengo miedo.
Nos besamos con pasión y siento que pese a que nuestro amor es deforme es mejor que cualquiera que haya podido imaginar.
No siento vértigo.
Cuando veo el cielo lleno de colores anaranjados, azules, morados y negros, todo lleno de estrellas blanquecinas que parecen intentar alcanzarnos con sus brillantes manos, sé que hemos hecho lo correcto.
Me siento feliz.
El coche se inclina y el desdibujado cielo desaparece.
Me siento completa.

Todo se vuelve acelerado. Aprieto su mano con fuerza y veo como el verde y el marrón nos engullen hasta convertirse en negro, hasta cesar todo sufrimiento. 

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada